Caga tió
Este año triunfan en los Estados Unidos las tradiciones más ancestrales de Cataluña. Una serie de casualidades han hecho aparecer en los medios de comunicación de gran audiencia la costumbre de poner el caganer -persona en situación de defecar- en los pesebres, con caricaturas de personajes de la actualidad; y también la tradición del tió, aquel tronco de árbol que muy alimentado en las días previos devuelve regalos y satisfacciones el día de Navidad a quien lo ha cuidado y después lo golpea con un palo –cómo se bastonean los olivos o los almendros para hacer caer la fruta-.
Son tradiciones rurales y precristianas basadas en el ciclo de la tierra. En el entorno del solsticio de invierno se adoba la tierra para obtener buenas cosechas que procederán del esplendor de la naturaleza vegetal. Economía circular «avant la lettre».
De aquello local a aquello global. O cuanto más local más universal. O todavía si quieren ustedes: para ser original hay que ir a los orígenes. Las ciudades-nación como Barcelona o las naciones-ciudad como Cataluña cada vez tendrán más protagonismo en el mundo. En detrimento de aquellas naciones que son muchas ciudades, o de aquellas ciudades que no saben de qué nación son.
Me venían a la cabeza estas reflexiones que pasaban de la anécdota de las tradiciones navideñas globales, a la trascendencia de la prospectiva política, cuando en esta semana en que nos comeremos los turrones, confluían en mi móvil, en la tele o en los diarios noticias totalmente ‘glocales’.
Iberia anuncia que hará vuelos intercontinentales desde Barcelona, una vez finalizada más de una década de boicot, en contubernio con AENA y Barajas para dejar el Prat como hub secundario de vuelos de bajo coste y de corta distancia. ¿Es por el procés? Qué va, es la pura competencia del mercado, después de que Norwegian y otras compañías asiáticas hayan puesto en marcha y pretendan iniciar nuevos vuelos intercontinentales desde Barcelona; prescindiendo de si Barcelona continuará siendo una capital de provincias o una capital de república.
Han fracasado, pues, tantos años de boicot del Estado, que en mi etapa de conseller, pusimos en evidencia informando de una treintena de acuerdos ilegales contra la competencia de AENA, para evitar que compañías aéreas establecieran su terminal de vuelo en Barcelona.
Otra noticia glocal. Una mayoría de parlamentos de la Unión Europea y de sus regiones, han abierto líneas de debate sobre el referéndum catalán, o de protesta sobre el encausamiento de la presidenta del parlamento Carme Forcadell. El prestigio de España como democracia homologable cada vez está más por los suelos, puesto que este encausamiento es llover sobre mojado: llega tras las advertencias de la ONU por la oposición a la apertura de las fosas de la guerra civil; por el impedimento a juzgar los crímenes de la humanidad del franquismo, por ocupar los primeros lugares de la lista de la corrupción en Europa.
Otra noticia con proyección. Con la fusión de todos los principales centros tecnológicos de Cataluña bajo el paraguas EURECAT dirigido por Xavier Torras, y la red TECNIO, culmina una propuesta que se había hecho el 2008 como fruto del Plan Nacional de Innovación e Investigación. Una vez racionalizado el reparto de tareas entre centros y grupos de investigación aplicada, y su focalización estratégica y aproximación a las necesidades de las pymes autóctonas, estaremos en condiciones de avanzar primero hacia el modelo vasco de Tecnalia y hacia el Instituto Franhaufer alemán.
Del mismo modo que finalmente, a pesar de que está poco integrado todavía, comienza a andar el Barcelona Institute of Science and Technology dirigido por Mas-Colell, en dirección al Instituto Max Planck. Hay que decir que vamos sin turbo y habría que recuperar los retrasos superando los atrasos tecnológicos-científicos que retrasan el acceso a la masa crítica. Y la revolución siempre pendiente en la universidad hacia un modelo dual generalizado, desde las carreras a los doctorados. Sin embargo, eppur si muove.
Finalmente, si estas son las bases estructurales hacia la solidez de la nueva revolución que Cataluña tiene que protagonizar, como fueron la industrial del siglo XVIII y la comercial del siglo XIII, también cabe mencionar otros síntomas. Lo son la afluencia masiva de start ups tecnológicas jóvenes hacia Barcelona, que están haciendo disparar los precios de los locales en la ciudad. Ocasión de oro por las ciudades metropolitanas muy conectadas en metro para establecer suelo y techo de iniciativa pública, si puede ser, y por lo tanto a precios públicos, para captar parte de estas nuevas empresas. Hace falta sólo ambición y una mirada que no acabe a 600 kilómetros en dirección al Manzanares.
Del «caga tió» al mundo, sin pasar por el «madroño». ¡Felices Navidades!