Cada catalán debe 8.252 euros por la deficiente gestión de Artur Mas
Esas son las cifras oficiales últimas, correspondientes al último semestre, de la deuda pública de la Generalitat. Rebasan el 32% del producto interior bruto (PIB), la riqueza que un territorio es capaz de generar en un año. Si los más de 62.000 millones que Catalunya adeudaba el 30 de abril se dividen entre los 7.512.982 habitantes que tiene contabilizados la comunidad autónoma (datos de Idescat), cada catalán debe hoy la friolera de 8.252,3 euros.
La cifra no ha parado de aumentar en los últimos años. Es cierto que estamos en la fase final de una crisis que ha dejado a las administraciones públicas al borde de la bancarrota. De hecho, el sector público catalán se halla herido de muerte y sin demasiadas posibilidades de reanimación. Sea por mala gestión, por incapacidad de controlar ingresos y gastos, o por la coartada del nacionalismo rampante que nos gobierna, el ejecutivo de Artur Mas nos dejará, cuando menos, una deuda de las mayores de España.
También es verdad que el tripartito dejó alrededor de 34.000 millones de deuda en la administración catalana. Esa cifra ha sido justo la falsa coartada de Mas y su equipo para decir que eran incapaces de gobernar una administración con tal nivel de insolvencia. La pena es que esa excusa les ha durado apenas el tiempo en el que han gobernado y han demostrado ser todavía más ineficaces que sus antecesores. Con remitirnos a las cifras es suficiente: mientras recortaban los salarios del sector público y apenas invertían, han doblado el volumen de la deuda.
Seguramente Mas es un gran estratega político, capaz de cargarse su partido, la monarquía y hasta pegarle un tiro al corazón de Wall Street. Pero quienes tenemos una visión crítica de sus capacidades y posibilidades de gobierno podemos avalar mejor la tesis de que sus méritos están más próximos al suicidio político y económico que al buen gobierno. Queda dicho.