Busquemos un nuevo líder

¿No les recuerda el doble check azul del nuevo Whatsapp al logotipo del Partido Popular? La política se mete en nuestra intimidad como castigo por no haber censurado su actitud en época de bonanza, que es cuando hay que revisarlo todo, incluso las relaciones entre los gobiernos centrales y autonómicos (léase, esencialmente, Madrid [t] y la Generalitat). Alguien diría que ese nuevo icono del teléfono es una inteligente campaña de Rajoy para recuperar posiciones electorales. Podría ser una teoría válida si la actitud física, e incluso la psicológica, del presidente del Gobierno no fuera el sesteo permanente.

La última encuesta del CIS ha dado ya un par de tardes de gloria. Confirma que en España nos hemos dado cuenta de que vivimos en un país más próximo por actitud a la nueva América Latina que a la vieja Europa. Así que nos merecemos culminar el ejercicio de traslación suramericana con el respaldo masivo a la persona que encarna una supuesta ruptura con las castas gobernantes: Pablo Iglesias. En Economía Digital defendemos que ese es nuestro castigo colectivo tras años de dejadez, como el de sufrir a Junqueras en la Generalitat.

 
Formamos una gran sociedad con cuatro aprovechados. Actuemos como nuestros vecinos: desechemos a Rajoy, Iglesias y Sánchez. Busquemos un nuevo líder

La comparación entre los programas del Frente Nacional francés y el de Podemos es la prueba de que en España el populismo ha entrado por la izquierda, y no por la derecha, como está mandado en un país europeo fetén (Alemania, Francia o Reino Unido). Podríamos apuntar anécdotas, como la expulsión de un militante de Podemos este jueves por pertenecer a Fuerza Nueva. En nuestros vecinos más próximos, la eclosión de los oportunistas políticos se ha contenido gracias a la reacción sensata y de última hora de electores y políticos. Pero en España no sucederá.

Así que Iglesias, es decir, el tipo que fundó y disolverá el PSOE, como dibuja con inteligencia Guillermo en El Mundo, llegará a Moncloa irremediablemente. Sólo si el resto de políticos dejan de hacerle la campaña, erraremos en el diagnóstico. Consecuentemente, los periodistas de economía tenemos una tentación: preguntar a los principales empresarios qué opinan sobre tal terremoto político. Y las respuestas son, cuanto menos, curiosas. La presidenta del Santander, Ana Botín, prefiere no mirar.

“El objetivo debe ser que el crecimiento llegue a todos”, dijo ayer sin venir a cuento. “Estaremos cómodos con cualquier partido gobernando”, aseguró el número dos del mayor banco de la zona del euro, Javier Marín. “Me lo miro con distancia”, responde otro gran empresario, hecho a sí mismo, en off the record. Se llevarán las manos a la cabeza cuando caigan las libertades personales, se desprecie la propiedad privada y empiecen las nacionalizaciones. Entonces estaremos todos, y no solo los grandes empresarios y banqueros, metidos hasta el corvejón en un espiral con consecuencias económicas difíciles de predecir. Ese sería el castigo que andamos buscamos.

Procede una reflexión: España no es ni Francia ni Alemania ni Reino Unido, pero es una de las mayores potencias de la zona del euro. Es nuestra mayor garantía de futuro y bienestar. A cambio, tenemos una responsabilidad, que es colectiva, y que deberíamos administrar con la cabeza fría, por mucho que nos cabree el choriceo colectivo y el doble check pepero del nuevo Whatsapp. Formamos una gran sociedad con cuatro aprovechados. Actuemos como nuestros vecinos: desechemos a Rajoy, Iglesias y Sánchez. Busquemos un nuevo líder. Salvémonos.