«Bueno pues molt bé pues adiós…»
El independentismo institucional usó el atentado de las Ramblas para «jugar» a ser un Estado, con bien poca fortuna
Me siento a escribir este artículo en un estado de indignación que crece por momentos, y que es directamente proporcional a lo informada que decido estar aún siendo agosto y festivo. Poner la tele acaba a veces con la paz interior de cualquiera. Tengo puesto el 3/24 de TV3, y en menos de media hora me entero de que:
1.Meten en la cárcel a un pirómano múltiple, al que los Mossos pillaron en su día con tres mecheros y unos cuantos fuegos a sus espaldas, pero que al parecer no se consideraron suficientemente «graves» como para enchironarle en un primer momento.
2.Se cumple un año del retorno de los talibán a Afganistán, después de la espantada americana, en aplicación de la mejor doctrina de los que ahora mismo proponen hacer lo mismo ante Putin en Ucrania. Encima ponen un reportaje de una familia de refugiados afganos que hace pues eso, un año, fue triunfalmente recibida y hasta aclamada en el Parlament (yo estaba), y resulta que en todo este tiempo no sólo no se les ha ayudado de verdad en nada, sino que les han puesto tantísimas pegas burocráticas, que al final han optado por largarse a Alemania, donde en menos de un mes ya llevan una vida mucho más digna.
3.Sale un representante del gobierno iraní a negar su participación en el apuñalamiento a Salman Rushdie pero a la vez a confirmar que se alegran, porque Rushdie «se lo buscó» por sus «insultos» al islam…
Yo no sé ustedes, pero a mí todo esto me parece asqueroso, y me parece especialmente asquerosa la impunidad descarada con que estas cosas suceden. Es como si una oleada de cobardía y de insensibilidad barriera el mundo, como si los márgenes de la decencia se fueran estrechando de una manera alarmante. Solía decirse antaño que la hipocresía era el homenaje que el vicio rendía a la virtud. Pronto no va a hacer ninguna falta ser hipócrita.
Bueno, sí. A algunos les seguirá cundiendo serlo, sobre todo si aspiran a serlo a base de marcar el paso de tribus cada vez más poderosas, sectarias e intransigentes. La combinación de precarización económica y polarización política deja profesiones enteras, colectivos enteros, literalmente a los pies de los caballos. Ya no es que si no eres un trepa, no medres. Es que si no eres un trepa de la peor especie, dispuesto a lo que sea, te pasan por encima.
Pienso en periodistas, pienso en maestros de escuela puestos entre la espada y la pared de la inmersión lingüística, pienso también en policías. Pienso en Trapero, el exmayor de los Mossos que se hizo famoso por pronunciar la frase que da título a este artículo en una rueda de prensa muy poco después de los atentados de Barcelona del 17 de agosto de 2017. Trapero había decidido contestar sólo en catalán todo lo que le preguntaran en catalán, y sólo en español lo que le preguntaran en español. Vamos, descartando completamente que pudiera haber, pongamos, periodistas no bilingües o incluso extranjeros.
Ante las quejas de uno que no entendía el catalán, le espetó esta frase (admirablemente charnega en su estructura, por cierto), que fue muy celebrada por las huestes independentistas en su día. Las mismas que en esos mismos días elevaron a Trapero a la condición poco menos que de héroe “nacional”, para arrastrarle por el barro mucho después. Ahora mismo, por ejemplo.
Yo que siempre voy al revés del mundo, no por vocación, créanme, sino por aquello que les comentaba de la decencia, fui muy escéptica con Trapero cuando tantos le idolatraban, y le respeto en cambio más ahora que es una figura controvertida. Que ya lleva tiempo siéndolo. Concretamente desde que pareció realmente despertar del hechizo que le había llevado hasta a compartir paellas separatistas con Carles Puigdemont y Pilar Rahola, guitarra en mano.
A ver si me explico bien. Yo cuando me veo metida en según qué trifulcas con según qué gente en Cataluña, que te defiende según qué cosas, a veces, aburrida, zanjo la discusión en estos términos: “No te preocupes que si un día de verdad ganan los tuyos, y de verdad ocurre lo que ellos dicen que quieren que ocurra, yo te esconderé en mi casa”. Algunos se ríen cuando les digo esto, otros se mosquean o incluso se enfadan. Y en cambio yo creo que no hace falta ser Casandra para tenerlo claro: se dicen y se hacen cosas en Cataluña, ahora mismo, que en un tiempo espero que ya no muy lejano sonrojarán muy a fondo a sus autores.
Igual que muchos odiaban que se les recordara con qué fervor habían aclamado a Franco en la plaza de Oriente de Madrid, o desfilado en su capilla ardiente, dentro de unos añitos habrá quien asegure haber estado siempre muy pero que muy en contra de todos los excesos del procés que tanta gracia les hacen ahora.
¿Es el exmayor de los Mossos Josep Lluís Trapero uno de esos interesados arrepentidos? Acaba de conceder una interesantísima entrevista a La Vanguardia, que además se la ha hecho el director del periódico, Jordi Juan (eso es business class periodística) donde dice muchas cosas trascendentes. La más destacada de ellas, que el CNI colaboró leal y fructíferamente en la investigación de aquellos atentados. Trapero desmonta totalmente las conspiranoias que llegaron a medio atribuir al CNI la matanza, incidiendo en el hecho de que el imán de Ripoll -cuyo papel ahora ya se sabe que fue menos prominente de lo inicialmente pensado- había sido confidente de los servicios de inteligencia.
El exmayor de los Mossos pone ese dato en su sitio diciendo algo muy obvio, algo que todos los que hemos estudiado a los servicios secretos sabemos, algo que es de meridiano sentido común: todas las centrales de inteligencia, todas las policías, seguramente que hasta todas las Guardias Urbanas del mundo tienen sus confidentes, que evidentemente no suelen ser hermanitas de la caridad. Son confidentes porque están en el ajo de alguna delincuencia. Es imposible poner la mano por el fuego por todos ellos. De ahí a hacerte responsable de todos los delitos que hayan podido llegar a cometer…
Todo esto, igual que el hecho incontestable de que los Mossos no supieron sumar dos y dos ante la explosión de Alcanar unos días antes de lo de las Ramblas, era así desde el primer día, pero las versiones oficiales del independentismo institucional, que justo a partir de aquel atentado enfiló el otoño negro de hace cinco años, el que abrió en las carnes de Cataluña tantas heridas todavía sin cerrar, ese independentismo institucional, digo, usó el atentado de las Ramblas para «jugar» a ser un Estado, con bien poca fortuna, por cierto.
Hubo errores humanos y policiales que pueden ser hasta comprensibles. No lo son en cambio las barrabasadas políticas que los envolvieron. Empezando por el menosprecio a las víctimas, que es otra cosa de la que Trapero se duele en esta brillante y reveladora entrevista.
Yo sí me creo que el Trapero de ahora es sincero, que no dice interesadamente lo que ahora dice, porque he seguido su trayectoria y me consta que ha tenido decepciones y desengaños a mansalva. Creo que es verdad que al principio se dejó utilizar y hasta halagar por una casta política miserable, que se creyó una especie de Pijoaparte de uniforme, un héroe morenito y castizo de la causa “nacional”.
Pasado el tiempo, muy poco tiempo en realidad, creo que sinceramente se apercibió de haber sido «enredado», y que por eso dejó su defensa en el juicio en manos de la solvente abogada Olga Tubau, en lugar de recurrir a los típicos iluminados Jaume Alonso Cuevillas, Gonzalo Boye, etc. Tubau hizo una impecable defensa técnica, sin veleidades ‘indepes’: demuestren ustedes que el mayor Trapero estaba al tanto de las intenciones de los indepes el 1-O, o estava conchabado con ellos. ¿No hay pruebas, señoría? Pues a la calle.
Yo no tengo tan claro que lo de Trapero y los Mossos el 1-O fuera irreprochable. Si hasta yo que entonces vivía en Madrid me di cuenta de la que se avecinaba al ver la ocupación de las escuelas desde el viernes anterior al «botifarrèndum«, ¿no iba a darse cuenta la policía? Pero, como Olga Tubau, creo que todo el mundo tiene derecho a una defensa de calidad.
Además aprecio en Trapero una postdignidad (vamos a llamarlo así) mucho más seria y convincente que en otros. Es verdad que no hacía falta esperar hasta ahora para limpiar el nombre del CNI y reconocer los errores de los Mossos. Pero no está mal que, ahora que ya no le hace falta para nada, reconozca que él también hizo tonterías, o, como dice en la entrevista: “Veo algunas de mis intervenciones de esos días, y no me gusto”.
Bueno pues molt bé pues benvingut. Un engañado y/o un indecente menos. Tacita a tacita…