Bruselas cura sus heridas mientras los yihadistas preparan el próximo atentado

Bruselas trata de recuperar la normalidad. Le cuesta. Las heridas del aeropuerto de Zaventem están tardando en curarse. Todavía sigue cerrado y hay dudas sobre el día de su reapertura.

 Nos adelantamos, el mismo día del atentado, en señalar graves fallos de seguridad en el artículo: «Estupor por los fallos de seguridad en el corazón político de Europa«. En los días posteriores estalló la crisis en el gobierno belga y los ministros de Justicia e Interior presentaron su dimisión que no fue aceptada por el primer ministro reconociendo los fallos producidos en sus departamentos.

Se produce la paradoja de que Bruselas ha sido refugio y estación logística de atentados fuera de las fronteras de Bélgica y sin embargo los servicios de inteligencia y la policía sufren graves carencias de organización y de información. Hasta que Bruselas padeció dos atentados en el aeropuerto y en las inmediaciones de las instituciones europeas las carencias en seguridad no se han manifestado con toda su crudeza.

En los días posteriores al atentado se han producido numerosas redadas y algunas detenciones. Una reacción que ha conducido ayer a la detención del cuarto miembro del comando responsable de las matanzas de Bruselas.

La liturgia que sigue a cada atentado no tardó en producirse. Muestras de solidaridad con las víctimas «todos somos Bruselas», ofrendas de flores en los lugares del atentado, minutos de silencio en toda Europa y conjuras de unidad. Puede que estos actos reconforten a las familias de los fallecidos y heridos, pero son de dudosa utilidad en el combate desigual y asimétrico con los terroristas.

Llama la atención que después de cada atentado del DAESH la televisiones utilizan para ilustrar la información las imágenes propagandistas que la propia organización terrorista difunde. No hay diferencia de marketing con los spot que realizan las fuerzas armadas de los países democráticos para reclutar militares.  

Es sabido que los terroristas del ISIS o DAESH son expertos manejando las redes y la propaganda. E inexplicablemente, las televisiones occidentales difunden una y otra vez las imágenes de sus formaciones militares en maniobras de entrenamiento y en desfiles en sus zonas ocupadas. Inconsciente o irresponsablemente contribuimos a la mística que sirve para reclutar voluntarios en toda Europa, la mayoría provenientes de ciudadanos europeos de origen musulmán que responde al banderín de enganche que les reclama como combatientes o voluntarios suicidas.

Después de cada atentado se repiten consignas conocidas. La lucha tiene que estar basada en la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales contra el terrorismo. Tiene que ser una respuesta global, fundamentalmente de inteligencia y colaboración de las fuerzas de seguridad de todo el mundo para prevenir atentados antes de que se produzcan. Y política, para segar las coartadas y los motivos que sirven a los terroristas para reclutar nuevos efectivos.

Y sin embargo la Unión Europea sigue sin contar con una fuerza de inteligencia, de policía y militar por encima de las que cuenta cada país miembro.

La deficiente e inhumana política de acogida a los cientos de miles de refugiados que huyen de los lugares del conflicto con el DAESH no es precisamente ejemplar. Y sin embargo se trata de víctimas del terrorismo igual que quienes padecieron los atentados de París y Bruselas.

Está asimetría en la solidaridad de quienes sufren el terrorismo en Europa con los que lo padecen en Siria e Irak puede ser interpretado como actos de racismo. Si las víctimas son europeas, tienen todo el apoyo de las sociedades occidentales; si por el contrario son musulmanes, chapotean en el barro helado de asentamientos sin condiciones ante la indiferencia europea.

El terrorismo no es un problema puntual; es una nueva lacra que ha venido para quedarse. Y tenemos que aprender a combatirlo con medidas a corto plazo, para evitar sus atentados, y a largo plazo para extirpar las causas que lo producen.

Cuando escribo estas líneas, es probable que nuevos yihadistas estén ya preparando los próximos atentados en Europa. Solamente la capacidad de los servicios de inteligencia, y en especial su infiltración en el universo del islamismo radical, serán capaces de evitarlo. Y la respuesta militar para combatir en los territorios que ocupa en DAESH junto a la destrucción de sus aparatos financieros secaran su capacidad de acción en el futuro.

Mientras no mejoremos y completemos una política global contra el terrorismo tendremos que resignarnos a esperar el próximo atentado.