Socialismo en crisis
El socialismo vive situaciones dispares en distintos países europeos y sus bajadas suceden, casi siempre, cuando más se acerca a la derecha
En buena parte de los países europeos, los socialistas han perdido casi la mitad de sus votantes en lo que va de siglo. Es el caso de España, Alemania e Italia. El resto se divide entre los que casi han desaparecido del mapa como Francia, Holanda o Grecia y los que mantienen a la vieja socialdemocracia reafirmada como el Reino Unido, Suecia o Portugal.
El comportamiento del electorado dista pues de ser uniforme. En Suecia, los socialistas ascienden a más del 40% habiendo superado con éxito una crisis finisecular, mientras en Holanda sucede todo lo contrario y han pasado del 27% a menos del 6%. En dos de los países más castigados por la crisis, Grecia y Portugal, la situación de los socialistas es diametralmente opuesta. Mientras en Grecia cayeron del 44% al 5% en sólo seis años, en la vecina Portugal se han recuperado hasta superar el 32%.
La caída de la socialdemocracia es evidente, pero las excepciones son significativas
A la vista de tal disparidad en las cifras, lo primero que debe cuestionarse es el tópico de la debacle de los socialistas en Europa. Es cierto que casi toda Europa está gobernada por opciones que van del centro a la derecha dura. Si observamos a la socialdemocracia en conjunto, la caída es evidente, pero las excepciones son significativas, y algunas demasiado espectaculares como para dar el socialismo por finiquitado. No hay pautas fijas ni explicaciones simplistas.
¿El problema radica en la ideología o en los dirigentes? Que el keynesianismo no ha periclitado ni ha dejado de ser útil a la sociedad se deriva del incremento de la desigualdad. Pero aquí falla la lógica aristotélica. A más desigualdad, mayor necesidad de redistribución socialdemócrata, razonaría cualquiera. Sin embargo la realidad, en la mayoría de países, es la contraria.
Cuando el socialismo emprende reformas, alcanza el poder y lo mantiene
No parece ser pues la falta de espacio social y político sino el posicionamiento de los líderes socialistas lo que marca la diferencia. El PASOK griego fue castigado porqué formaba parte del sistema bipartidista corrupto y clientelar que hundió al país. Mientras, en una audaz maniobra, los socialistas portugueses envolvieron a la izquierda alternativa y a la tradicional y gobiernan el país por la difícil senda de la recuperación, premiada por el electorado en las municipales del año pasado.
Pese a no gobernar, los laboristas británicos se han recuperado de la depresión post Tony Blair y han alcanzado de nuevo el 40% bajo la batuta radical de Jeremy Corbin. En Alemania han cosechado sus peores resultados a consecuencia de la gran coalición, que a pesar de todo repiten por responsabilidad. Las contrapartidas obtenidas, de gran calado social, no conjuran los evidentes riesgos de acabar como en Francia.
Precisamente, el PSF ha casi desaparecido por su centrismo y su falta de liderazgo, aderezado con pérfidas luchas intestinas. Algo parecido ha sucedido en Italia, donde los centristas de izquierdas de Renzi y Gentiloni son castigados por un electorado que se reparte entre los dos extremos. Cuando se abstienen de afrontar las reformas necesarias, los partidos de izquierda se enfrentan a cataclismos políticos. Al revés, si las emprenden, alcanzan el poder y lo mantienen.
La sumisión a postulados neoliberales es fatal para los socialistas
La inanición, pues, es uno de los dos grandes enemigos de los socialistas. No de los conservadores, que para eso parecen estar. El otro enemigo se llama traición. Si no gobiernan desde la izquierda, a santo de qué votar a los socialdemócratas. La asunción del neoliberalismo le fue muy bien a Tony Blair… hasta que su país descubrió, como todo el mundo, que la mejor derecha es la derecha y la peor izquierda es la de derechas.
Tal vez diferenciarse de la derecha no sea suficiente para volver al poder pero la sumisión a los postulados neoliberales es fatal para los socialistas. El socialismo pierde su sentido, su norte y sus votos cuando no se ofrece para revertir la injusticia social y el incremento de la desigualdad. O sea, cuando se deja atrapar y maniatar por la derecha, como sucede en España.