CIS: Mariano Rajoy es el problema
El PP sigue cayendo ante el impulso de Ciudadanos mientras Mariano Rajoy permanece impasible en su trono
A pesar de todo, y en disonancia con los sondeos electorales de varios medios, el CIS vuelve a dar al Partido Popular (PP) como vencedor. Sin apenas margen en porcentaje, por detrás de Ciudadanos (Cs) en intención directa de voto; pero, según otras proyecciones, con una amplia ventaja en el Congreso, además de una cómoda mayoría absoluta en el Senado.
De seguir en esta línea ascendente, el sorpasso de Cs parece asegurado, lo que conllevaría un doble efecto. Por un lado, la capacidad de arrastre que sin duda posee una formación política nueva y renovadora, aunque sea en apariencia, cuando se la da por vencedora.
Los medios más influyentes y el IBEX están por el cambio, más aún cuando el cambio que esperan y desean no cuestiona la hegemonía de la derecha. Al contrario, más bien la afianza durante la próxima legislatura (¿y después?).
El segundo efecto del ascenso de Ciudadanos, si persiste y llega a ser primera fuerza, consiste en algo nunca visto. De los 104 diputados en juego en las provincias vacías, Rivera obtuvo sólo siete en 2016. Siempre ha habido más de 100 escaños a repartir entre PP y PSOE.
Los diseñadores de la ley electoral en la transición sabían muy bien que de este modo aseguraban el bipartidismo. Así ha sido.
La lenta caída popular
¿Pero qué ocurriría si los dos más votados son de derechas? Hecatombe de la izquierda. Hundimiento del PSOE. Lo contrario de lo que sucedería si los dos primeros fueran PSOE y Podemos, lo que por ahora no está en el horizonte pero a medio plazo podría ocurrir.
La amenaza de desestabilización del sistema bipartidista no sólo persiste, sino que se acrecienta. Si no se produce un vuelco inesperado que nadie espera y nada lleva a sospechar, la frustración de la izquierda, sin poder ni perspectivas de alcanzarlo, va a ser clamorosa.
A inicios del tercer decenio de este siglo, eso va a tener consecuencias.
Dejemos por ahora a la izquierda lamiendo su falta de alternativas y centrémonos en la derecha. Por un lado, el PP se esfuerza en mantener una imagen de unidad y disciplina. Es su mejor baza, pero ha comenzado a hacer aguas.
A la brutal y despiadada pero no inmerecida defenestración de Cristina Cifuentes, le siguió la descarada y mutua cara de perro entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. Las dos guardianas del templo en el que sestea Rajoy pugnan por cuotas de poder sin darse cuenta de que su suerte está unida a la del jefe.
La discordia, que según Suetonio conduce al hundimiento de los grandes del mismo modo que la concordia eleva a los insignificantes, va a seguir apareciendo, máxime cuando no son pocos los medios de comunicación capitalinos empeñados en aventarla y, de ser preciso, magnificarla.
Aunque así no fuera, la verdadera lacra de los populares, que es la corrupción y más que ella la falta de reacción ante el alud de casos, va a seguir ocupando titulares y desacreditando al partido que alcanzó la hegemonía con José María Aznar.
Por mucho que se esfuercen, por mucha mano que tengan en la fiscalía y entre no pocos jueces, eso no hay quien lo pare.
A Rajoy no le tiembla el pulso porque no tiene, pero las riendas se le aflojan y las caballerías se le desmandan
En las democracias más veteranas, verbigracia la británica, cuando los partidos gobiernan y temen perder el poder intentan cambiar el signo de sus perspectivas mediante un cambio de líder. Suele funcionar.
Cuando las circunstancias son notoriamente adversas el remedio más drástico es el más indicado. La encuesta del CIS es un pequeño balón de oxígeno para Rajoy –no cae tanto como en otras— y una piedra de molino atada al cuello del PP, al que intenta privar de reacción
Por otra parte, el recambio, o sea Ciudadanos, no está preparado para gobernar. Una cosa es sacar provecho de los vientos propicios –con el viento a favor cualquiera sabe navegar— y otra muy distinta, sacar a un país adelante.
Lo normal, lo conveniente, es que en política se suba por las escaleras y se salga por la ventana. Cuando se entra en los despachos por la ventana, sin preparación ni experiencia previa, el riesgo de tomar decisiones erróneas crece exponencialmente.
En conclusión, que a Rajoy no le tiembla el pulso porque no tiene, pero las riendas se le aflojan y las caballerías se le desmandan. Sin embargo, Rivera está muy lejos de convertirse en algo parecido a un estadista.
De ahí que, a pesar de los pesares, el PNV apoye a Rajoy. Un servicio a España, y a la hacienda vasca, que de poco va a servir. La próxima legislatura será convulsa. Luego ya veremos.