Políticos contra pensionistas
Los pensionistas han salido a la calle para protestar contra las medidas del gobierno, pero su protesta se ha convertido en moneda de cambio política
A más pensionistas, menos pensiones. A más precariedad, menos pensiones. A menores salarios, menos pensiones. Cuanto más invertida sea la pirámide edad, menores serán las pensiones. Cuanto más se gaste en mantener a los ancianos, menos quedará para formar a los jóvenes. A mayor peso del pasado, menos porvenir.
España es uno de los países avanzados que presentan un futuro más sombrío para los pensionistas. La borrasca perfecta se cierne sobre ellos. La población envejece. El paro juvenil alcanza el 40%. Los salarios bajos cotizan tan poco que no dan ni para mantener las prestaciones sociales de los peor pagados. Si el presente es magro, el porvenir es escuálido.
Las protestas de un sector demográfico fiel
Los pensionistas han salido a la calle a reclamar lo que en teoría y en justicia les corresponde. En teoría y en justicia, no en la práctica, tras el vaciado de la hucha. Es la misma generación que luchó por los cambios del 68. Han trabajado toda su vida sin rechistar, y a las puertas de la vejez vuelven a la calle. ¿En vano? Depende. Si su objetivo es que las pensiones suban al ritmo del IPC, mal van. España compite a base de precariedad, no de innovación. Es muy posible que lo sepan. Muy distinto puede ser el resultado si pretenden desgastar a Rajoy y apartarle de su más fiel electorado.
La tercera edad vota casi en masa al PP, porque para ellos es sinónimo de seguridad y estabilidad. Y encima paga. El milagrito de cada mes. Ahora bien, a poco que desconfíen, el descalabro electoral puede ser mayúsculo. Se percibe un notable cansancio social, que fortalece vientos de cambio. O por lo menos de recambio. Ahí está Ciudadanos, pisando los talones al PP, si no es que ya le avanza. Los líderes de Cs son nuevos, cuando no atractivos jóvenes. Son muy españoles sin resultar casposos. No son de izquierdas. No ponen en peligro la hegemonía conservadora.
A poco que los pensionistas desconfíen, el descalabro electoral del PP puede ser mayúsculo
A todo ello y por todo ello, multitud de analistas preveían mayores concesiones de Mariano Rajoy a los pensionistas en la sesión del pasado miércoles. Pero resulta que su ministro principal, Cristóbal Montoro, acaba de gastarse la intemerata amarrando a los funcionarios. Eso era lo primero. Si los millones de células vivientes del aparato del estado pacen contentas, las fugas hacia los temibles Ciudadanos se van a minimizar.
El problema es que cuando el margen, pequeño pero real, se gasta en rescates y en abonar el terreno más fiel, no queda pienso para contentar a las masas. Como mucho, una promesa condicionada, y por lo tanto envenenada, de subir algo las pensiones más miserables. El resto, que salgan a la calle. Ya se cansarán.
Las maniobras de Rajoy
El veneno es político y va ligado a los presupuestos. En La Moncloa, tras calcular que la oposición no disponía de margen para ofrecer el oro y el moro a los pensionistas protestones, y sabiendo todos con certeza que la prensa afín se iba a echar contra el que se saliera del guión del no a unas demandas imposibles de satisfacer, vino el caramelo: Los más pobres van a mejorar… a condición de que me aprueben los presupuestos. No por decreto, como los sueldos de policías, guardias civiles y el resto de funcionarios.
Si los vejetes que peor lo pasan se quedan sin lo prometido, va a ser por culpa de los políticos, no de papá Mariano, siempre dispuesto a atender a todos, y en especial a sus fieles. Así, el PP les convierte en moneda de cambio. Si hay presupuestos, antes del verano, legislatura de cuatro años, estabilidad casi asegurada.
Los presupuestos quedan pendientes de un PNV que puede cansarse de esperar a Puigdemont
Si no los hay, culpa de los demás. Mientras, Albert Rivera se queda sin el margen que tanto desearía para apartarse de Rajoy sin quedar como el campeón de las maniobras interesadas, al servicio de sí mismo pero no de España.
De modo que los presupuestos siguen dependiendo del PNV, que espera a ver si hay gobierno en Cataluña y se levanta el 155. Pero podría ser muy bien que se cansara de esperar, diera a Puigdemont por cabezota inútil y amarrara a Rajoy en el poder hasta el 2020.