Motín contra Mariano Rajoy
Mariano Rajoy se enfrenta al más dificil todavía: mantener el poder con su habitual pasividad cuando sus enemigos están dentro de su partido
Huele a fin de ciclo. Hiede a podrido fin de ciclo. Finalmente, Mariano Rajoy se hunde. Del descrédito y la caída al abismo ya no le libra ni el PNV.
Si no ha entonado ante un espejo de la Moncloa un monólogo como el siguiente, pronto lo hará: “¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Acaso no crece España a buen ritmo? ¿Acaso no destituí y cambié a tres directores de grandes periódicos de una tacada? ¿Acaso corresponde a otro el mérito de haber salvado a España de la desmembración?”
El espejo le responderá: “Presidente, no has hecho otra cosa que resistir, gobernar como interino, acariciar el tiempo y creerte que controlabas los tempos. Hasta a los especialistas en prórrogas les llega el final del partido”.
De vez en cuando conviene recordar, añadirá, que la vida es un cuento lleno de ruido y furia explicado por un idiota. Lo que parecía funcionar de maravilla se estropea de repente, sin previo aviso, sin que haya cambiado nada. Es precisamente lo que suele suceder cuando nada cambia.
Al mando pero sin rumbo
La inestabilidad política está servida. España vira hacia la derecha de la peor manera posible, sin reglas, sin árbitros, sin cuartel.
Quien sea que haya osado fulminar a la presidenta de Madrid, no sólo se ha saltado unas cuantas leyes, sino que ha abierto una guerra de todos contra todos. Sálvese quién pueda. Cuantos más se ahoguen, mejor para los supervivientes.
Podría parecer que la difusión del vídeo extraído de un mercado negro sito en las cloacas del estado –éticamente repugnante además de delictiva— alivia al propio Rajoy del peso de la responsabilidad de ponerla de patitas en la calle.
Meras y falsas apariencias. El mensaje de fondo es otro: ya que el presidente del gobierno no encara las situaciones, puesto que él no decide, otros deben hacerlo por él.
Un líder debilitado
Una de tantas singularidades españolas consiste en saltarse la recomendación de Maquiavelo sobre las actuaciones del poder para hacerse querer. Como a sus antecesores a lo largo de los siglos, a Rajoy nunca le han querido.
La novedad es que ya no le temen. Cuando los tuyos no te quieren ni te temen estás listo, camarada. Hasta el salvavidas de las pensiones es de plomo.
Rajoy nunca ha sido querido, pero ahora tampoco es temido
El vil asesinato de Cristina Cifuentes se ha producido por la más simple de las razones: ella todavía estaba allí, por culpa de la indolencia de Rajoy. El móvil es el motín.
La execrable arma del crimen político certifica esta tesis. No es un incidente de mayor o menor gravedad. Es el anuncio de la debacle. Se trata solo del comienzo.
La situación no parecía explosiva. Nadie advertía el acopio de material inflamable en las bodegas, pero de todos modos se iba acumulando.
Como a Rajoy le interesa el disfrute del poder pero no su uso, saldrá de la Moncloa sin saber qué decisiones ha tomado, sin siquiera intuir en qué ha cambiado España durante sus mandatos. Para él, el poder es el sitio ideal donde mecerse haciendo lo mínimo imprescindible para seguir meciéndose.
La economía crece empujada por el ciclo y los bajos salarios como seguro de competitividad. En todo lo demás, España no ha hecho más que empeorar sin reaccionar ni regenerarse.
Con la bomba lanzada al paso de Cifuentes no sólo ha estallado la autoridad de Rajoy. Peor aún, también han explotado los más elementales principios de la decencia.
La reacción del PP
El miedo a la izquierda es el causante universal de los comportamientos virtuosos de la derecha. Este miedo, que encerraba a las alimañas en sus guaridas, ha desaparecido.
Cuando el poder desfallece, las cloacas se soliviantan para tomar el poder. No lo conseguirán, porque su fuerza es tan demoledora que el principio de la jerarquía es demasiado frágil entre las sabandijas.
Tras Rajoy, que es un gobernante pasivo, vendrá un gobernante activo. Conviene al PP relevarle cuanto antes mejor.
El motín lo desencadenó Cristóbal Montoro con su muy bien calculado bombazo contra el encarcelamiento de los líderes independentistas. La siguiente bomba, la de Cifuentes y los principios, no es obra suya pero le favorece.
El PP deberá tomar una decisión muy grave en las próximas semanas.
O mantiene a Rajoy y sigue hundiéndose en los sondeos, o sea aupando a Albert Rivera. O le obliga a dimitir y pone a otro con el encargo de abrir un nuevo ciclo que contenga la hemorragia.
Motín de corta o de larga duración pero con todos los ingredientes para triunfar.