Lo que pretende Montoro
El ministro de Hacienda ha causado revuelo con sus declaraciones respecto a la malversación del Govern para organizar el 1-O
¿Orgullo herido? ¿Despecho ante el humillante ninguneo al que le someten los advenedizos Zoido y Llarena? Más bien cálculo.
Cálculo político, y de calado. “Cuando el PP se recuperó de la debacle del 2018, Cristóbal Montoro todavía estaba ahí”, espera que pueda decirse.
Una figura de peso
Junto al propio Rajoy, Montoro es el único veterano con mando entre los pesos pesados del PP. Rajoy ya se cuidó de que no hubiera ministros con trayectoria y luz propia en sus gobiernos.
Sus ministros están de paso porque no tienen peso. Montoro es otro asunto. Con Montoro, Rajoy hizo una excepción a su propia norma. Será porqué necesitaba algo de solidez que contrarrestara la liviandad de sus gabinetes.
Dos nombres parecen contradecir la afirmación anterior. La Vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría y a la ministra de defensa María Dolores de Cospedal, número dos del partido.
Ninguna de las dos ha mostrado capacidad de encaramarse o de sobrevivir al margen de Rajoy. Enfrentadas o no, son piezas de Rajoy. Son sombras de Rajoy ligadas a Rajoy. Montoro no.
Mariano Rajoy habla ante los medios durante su visita a las obras de la Autovía A-32 / EFE
La guerra particular del ministro
Mediante la desorbitada contundencia de sus declaraciones, Montoro se ha situado en el centro del escenario como deseaba. Por eso, en vez de constatar por ejemplo que en Hacienda no consta un solo gasto con destino al 1-O –afirmación que bastaba para vindicarse sin ocasionar mayores sobresaltos— ha salido por la tremenda.
Ahí está, desafiando a todo el mundo, con la firmeza de una roca y la eficiencia del funcionario intachable. A ver, no quién se le enfrenta, sino cuál de los que le acusan de mentir consigue demostrarlo.
Montoro desafía a todo el mundo con la firmeza de una roca
En cierta ocasión, el político catalán que más poder ha ostentado en la democracia hispana me regaló en privado una lección magistral que siempre he tenido en cuenta.
Si no quieres dar palos de cegato como analista, debes aprender a distinguir entre los políticos capaces de deducir lo que de manera inmediata se deriva de sus actos y los que ven más allá.
Los buenos políticos, que los hay pero muy pocos, cuentan con atributos muy dispares, algunos son recios y tienen ideas, otros son o parecen inconsistentes pero todos, honrados o ladrones, taimados u honestos, con dotes de mando o sin ellas, sean líderes o seguidores, todos los buenos de verdad son capaces de ver la segunda derivada. No la primera, la segunda derivada.
Angela Merkel se prepara para recibir a Emmanuel Macron en Berlín / EFE
Nadar a contracorriente
Cierto. Los políticos bregan y medran, pero, ¡ay!, qué pocos tienen el don de ver más allá de la primera derivada. Montoro es uno de ellos.
Cuando menos se le esperaba, el hombre lanza un mensaje demoledor: Las malas noticias para quienes confunden justicia con venganza, política con aniquilación del rival, no sólo vienen de Alemania.
De pronto, la manada que avanza en tropel, y que según el estruendo de sus propias pisadas ya ha había pasado por encima del desaire teutón, se detiene, levanta la cabeza, husmea.
Albert Rivera sabe oler la carnaza a distancia como todas las hienas bien entrenadas
Como a buen seguro calculó Montoro, la reacción instintiva no consiste en desviarse un milímetro de la trayectoria sino en allanarle.
¡A por Montoro! Todos a una le arrollamos. Y si cae Rajoy, mejor que mejor. No por inútil como solemos decir sino por mandón. El primero en hincar el diente, como no podía ser menos, ha sido Albert Rivera.
Como todas las hienas bien entrenadas, sabe oler la carnaza a distancia y se lanza a por ella. Todavía no he acabado destrozar a la Cifuentes a bocados y, oh milagro, oh dioses generosos, ya puedo ir abriendo mis portentosas fauces para tragarme un montadito de Montoro.
El ministro de Hacienda tiene atrapado a Rajoy con sus declaraciones
Cuidado jovencito, replica el interesado, podrías lastimarte los inmaculados colmillos de leche, por algo soy el único hueso que Rajoy no ha conseguido roer.
Por si acaso y con bastante anterioridad, Montoro puso la misma tremenda frase en boca de Rajoy, de manera que le tiene atrapado.
Al mismo tiempo, y aquí la segunda derivada, lanza el primer mensaje de distensión a la central del imperio europeo, sita en Berlín.
En Madrid hay alguien capaz de moderarse según las indicaciones de la superioridad. Si al final la prima de riesgo obligara a contener nuestra furibunda reacción, no se dirá que Montoro no avisó e, incluso contra todos, marcó un paso bastante más pausado y señaló un rumbo mucho más adecuado.