ETA sucumbe
El fin de la banda terrorista marca el triunfo de la democracia y pone fin a una lucha obsoleta que ha ido sucumbiendo paulatinamente
Aunque sus liquidadores oficiales no lo admitan, ETA ha sido derrotada. Derrotada en primer lugar por la sociedad, en segundo por la firmeza y la eficacia del Estado, y en tercero por las matanzas indiscriminadas perpetradas por el terrorismo islamista global.
Todas esas derrotas podrían ser coyunturales si no fuera por una que las precede en calado: la derrota moral; el oprobio; la unánime calificación de banda de asesinos desalmados que merecen y reciben.
ETA no se limitó al terrorismo por voluntad propia; sino por falta de medios mayores
Por mucho ceremonial con el que pretendan envolver el certificado de liquidación, nunca se quitarán de encima la condena por la ignominia de sus asesinatos. Ni ellos, ni sus cómplices, ni sus encubridores, por numerosos que en un tiempo llegaran a ser.
Desde el punto de vista de los ideólogos y los cabecillas de las organizaciones terroristas, su mortífera actividad es una forma de guerra. Si pudieran luchar con un ejército, lo harían.
Si por lo menos tuvieran capacidad para montar una guerrilla, la mantendrían. No se limitan, pues, al terrorismo por voluntad propia; sino por falta de medios mayores.
El contexto europeo no es válido
Si nos asomamos al siglo XX y a nuestro entorno europeo, el terrorismo ha conseguido su objetivo en Irlanda e Israel. Que Éamon de Valera fuera condenado a muerte por los británicos y le sacara luego de la prisión un comando no le impidió llegar a presidir Irlanda.
Que David Ben-Gurion fuera coorganizador del mortífero atentado contra el hotel Rey David en 1946, ayudó a convertirle en uno de los héroes fundadores de Israel, junto a Menachem Beguin, el ejecutor de la mortífera operación.
A pesar de ello, tanto a su propio juicio como al de la Gran Bretaña contra la que de Valera y Ben-Gurion se enfrentaron, sus víctimas fueron necesarias para conseguir un Estado independiente. Las respectivas victorias las han dado por buenas.
El paralelismo, al que se agarran tanto los defensores de los asesinos como quienes atribuyen sólo la victoria a las fuerzas de seguridad, no es pertinente.
Hay que ir más allá del binomio que justifica o maldice la violencia según el resultado. Hubiera o no hubiera conseguido algo, la condena a ETA no debe ir tan ligada a la derrota policial como a su obcecación asesina en democracia.
Sin entrar en el debate sobre la justificación de la violencia y la guerra a lo largo de la historia, es evidente que los contextos y los tiempos son muy distintos.
Terrorismo sin apoyo
Después de que Gandhi, Mandela y Luther King, los tres héroes del siglo XX, demostraran la eficacia de la no-violencia en la consecución de grandes objetivos, matar por motivos políticos es algo mucho más execrable. En un contexto democrático, el terrorismo es una aberración.
El gran éxito de España frente a ETA consistió en achicar el apoyo social. Los mismos matarifes que durante el franquismo suscitaban aplauso, toparon en los noventa con la indignación de millones de manifestantes.
Esta es la primera, la principal, la gran derrota del terrorismo etarra.
El ingreso de todos los vascos en el círculo de los demócratas es lo que significa la disolución de ETA
Hasta los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998, el IRA contó siempre con la complicidad más o menos indisimulada del resto de irlandeses, vivieran en Irlanda o en la diáspora. ETA fue perdiendo sus apoyos.
Los guerrilleros del Viet Cong no ganaron la guerra del Vietnam frente a la más portentosa maquinaria de guerra que han visto los siglos. Los engranajes de esta maquinaria fueron paralizados por el fortísimo rechazo social de los occidentales a la monstruosidad e inutilidad de tanta devastación.
Victoria democrática
¿Continuaría matando ETA, como asegura José Ignacio Torreblanca en El País, de haber creído que conseguiría algo?
Aún suponiendo que la frase de un máximo dirigente del PNV a los gudaris, “unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces” no fuera cierta, lo que es mucho suponer, hay que tener cuidado con este tipo de afirmaciones.
En el fondo, quienes así opinan acusan a la izquierda radical, y en menor grado a todo el nacionalismo vasco, de haber renunciado a la violencia por incapacidad, no por abrazar los valores comunes a nuestra civilización.
Eso mismo, el ingreso de todos los vascos en el círculo de los demócratas es lo que significa la disolución de ETA.