¿Carles Puigdemont cambia de rasante?

Carles Puigdemont sorprendió a propios y extraños con su cambio de discurso en la entrevista concedida a TV3

Como si se hubiera empapado del lúcido libro de Josep Martí Blanch Cómo ganamos el proceso y perdimos la república, publicado por ED Libros, o como si la severidad teutona y sus claras admoniciones le hubieran convencido de que más le vale ser buen chico, Carles Puigdemont se ha vuelto «procesista».

La perseverancia y el no surrender del líder indiscutido del independentismo eran el asidero de cuantos clamaban por no aflojar y tildaban la recuperación de la autonomía de claudicación.

Hay que desobedecer e investir a Puigdemont. Si el presidente del Parlament, Roger Torrent, no se atreve, que dimita.

Otros, muy dispuestos a ingresar en las lúgubres mazmorras españolas a cambio de allanar el camino de la república, tomarán el relieve. Presos por oleadas. Hasta que revienten las cárceles y la legalidad quede desbordada por las multitudes.

La confusión soberanista

El éxito de la precisamente multitudinaria manifestación del domingo debería de haber impulsado el independentismo por la ladera de la confrontación. Nuevas elecciones. «Puigdemont president».

Pues bien, por el glacial silencio de los analistas y los tuiteros del proceso, se diría que en la tensa entrevista que el mismo día le hizo Vicent Sanchis para TV3, Puigdemont echó por tierra las ilusiones de los irreductibles.

¿Cambio de rasante? Lo dijo muy claro: «prioridad, formar Govern; poner fin al 155». Retorno a la casilla de salida.

Manifestación del domingo en Barcelona "por los derechos y libertades" / EFE

Manifestación del domingo en Barcelona «por los derechos y libertades». EFE

Sintiéndolo mucho –se le notaba y el periodista tuvo que arrancarle las palabras clave con fórceps— Puigdemont acepta, al fin, las condiciones del vencedor.

Candidato viable, por supuesto que independentista pero obediente aunque desafiante, no sin antes agotar los plazos a fin de poner un poco más en evidencia la intransigencia de las autoridades españolas.

Tan falto de argumentos anduvo el exiliado, que cimentó su negativa a repetir autonómicas en la nula credibilidad del gobierno español cuando afirmó que éste es su objetivo –la vuelta a la normalidad institucional— y no otro.

Cuando Madrid niega que desee nuevos comicios lo hace con la aviesa intención de que caigamos en la trampa de repetirlos, a ver si sale de una vez el resultado que tanto ansían.

El pulso de Puigdemont

¿Por qué no dijo Puigdemont que la Generalitat en manos independentistas es el mejor instrumento de la resistencia? ¿Por qué se calló algo tan obvio?

Porque ya les daba suficiente disgusto a los que se amparaban en su anterior empecinamiento para acusar de traidores a los partidarios de formar gobierno.

Sintiéndolo mucho, Puigdemont acepta al fin las condiciones del vencedor

Los plazos que prometió agotar con artimañas y propuestas aún no reveladas no irán tan destinados a consolar a los irreductibles por el disgusto como a poner en aprietos a Mariano Rajoy.

Puigdemont pretende ingresar en la normalidad azuzando la inestabilidad política española. Lo que sea para que el PNV no apruebe los presupuestos.

Sin embargo, de ahí el interrogante en el título, se guardó un as en la manga por si le convenía volver a cambiar de opinión.

No piensa renunciar a su acta de diputado. Según como, ello podría convertir en inviable su prioridad, pero entonces habría que entender que la prioridad no es formar Govern, sino él mismo.

Las causas del cambio

Si Puigdemont no abdica de sus propias palabras, este pulso, de una enorme transcendencia, lo habrán ganado Oriol Junqueras y el Pdecat. Mejor dicho, lo habrá ganado el principio de realidad.

¿A santo de qué el cambio de rasante? Por descontado que los jueces son más celosos de su independencia en unos países que en otros. Ya sabemos que el conflicto no pasa de asunto interno.

Pero Angela Merkel ha acallado las voces más críticas con España, al tiempo que desde su gobierno salía la recomendación explícita –léase instrucción a Puigdemont— de que no se repitieran las autonómicas catalanas. Desescalar.

Puigdemont sigue en Berlín a la espera de su extradición a España / EFE

Puigdemont sigue en Berlín a la espera de su extradición a España / EFE

Es probable que si Puigdemont o sus perspicaces abogados no calcularan que las posibilidades de no ser extraditado, por menor que fuera el delito, dependen en buena parte de su comportamiento, el cambio de rasante no se hubiera anunciado.

De haber conseguido Puigdemont regresar a su seguro refugio belga —seguro porque los políticos flamencos le protegen, digan lo que digan los jueces— seguiría en el no surrender.

Es sólo una hipótesis. Pero no negarán que la explicación es plausible. Si dan con otra que encaje mejor, hágannosla saber. Los lectores de Economía Digital y este humilde analista de guardia se lo agradecerán.

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