Brexit y Gibraltar: cuatro versiones
El Peñón es un hueso que algunos gobernantes echan al fiero toro hispano de vez en cuando, a falta de algo mejor para satisfacer sus instintos
Dos versiones en España, dos en Gran Bretaña. En el Reino Unido, los enemigos de Theresa May, sean de derechas o de izquierdas, destacan la humillación que ha sufrido el orgullo británico por su carta de compromiso de entregar la llave de las futuras negociaciones europeas sobre el Peñón a España (en caso de haberlas, claro).
Theresa May ha firmado una carta de compromiso que da cierta voz a España
En España, los enemigos de Pedro Sánchez, todos de derechas, hablan de humillación por haber cedido ante unos compromisos que son papel mojado, porque no están en el tratado. Los tratados vinculan, las declaraciones y las cartas, no.
O puede que sí, porque hablando de Gibraltar, todo es verdad y es mentira. En Londres, obligada a desdecirse de posición inicial de total rechazo a las pretensiones españolas, Theresa May ha firmado una carta de compromiso que da cierta voz a España.
En España, un Pedro Sánchez exultante exhibe el triple compromiso como un gran triunfo de España ante la pérfida Albión, al tiempo que acusa a Casado y Rivera de antipatrióticos.
Pedro Sánchez clama que el acuerdo obtenido con Gran Bretaña es un triunfo histórico
En realidad, el compromiso es sólo doble, porque consiste en una declaración de los 27 más la mencionada carta británica. El reconocimiento de que España tiene algo que decir o que vetar está puesto por escrito. Pero no está incluido en el tratado.
Sánchez sostiene que lo obtenido es histórico. May replica que España no ha obtenido lo que quería. Sánchez necesitaba un triunfo político pasajero. Sus colegas europeos han aprobado una declaración. May ha mandado una carta. Todos satisfechos, la caja de los truenos del tratado no se abre por Gibraltar.
El ‘Finantial Times’ ironiza con las pretensiones españolas sobre Gibraltar
Todo es verdad y es mentira. Verdad que los negociadores europeos, concentrados en el apartado territorial en un asunto de gran calado como la integridad del Reino Unido en Irlanda, descuidaron Gibraltar.
Tal vez de no haber habido cambios en el Gobierno la diplomacia española hubiera vigilado el tema más de cerca. Incierto que el PP hubiera conseguido mejor resultado.
Gibraltar es un tema recurrente, no una auténtica exigencia estratégica sino una espina; no un asunto serio sino una reivindicación de consumo interior, un hueso que algunos gobernantes echan al fiero toro hispano de vez en cuando, a falta de algo mejor para satisfacer sus instintos. El Finantial Times incluso ironiza sobre las pretensiones españolas.
La tensión en el mar de Azov sí es un episodio de un conflicto real. Las necesidades de recuperar popularidad de Putin y del presidente ucraniano enervan la situación, cierto, pero allí existe enfrentamiento y lucha territorial no resuelta.
En cambio, todo el pescado gibraltareño está vendido desde hace siglos. Visto desde Europa, Gibraltar es un asunto de poca monta. No es previsible que se vaya en algo serio, ni siquiera para las partes en desacuerdo.
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Digan lo que digan los medios y los analistas, el caso es que el funambulista Sánchez ha pasado bien la maroma en este episodio. Desde un punto de vista electoral, obtiene rédito y ventaja.
Zarpazo felino a la derecha. No es verdad que haya perdido una oportunidad única. No es verdad que haya ganado. Es verdad que suma votos. Si no fuera porqué no pocos sentimientos patrios se sulfurarían, la cosa daría para un sainete.
En el tratado del brexit, España no ha tenido ni voz ni voto. Lo de siempre. Sin comerlo ni beberlo, España cedió Gibraltar y Menorca a Inglaterra en el tratado de Utrech del 1713, negociado entre París y Londres.
La historia del conflicto de Giblatar
Los intentos de reconquistar la Roca manu militari fracasaron. Aunque España recuperó Menorca no tardó en perderla de nuevo. Casi un siglo más tarde, en 1802, franceses e ingleses acordaron la devolución de Menorca a España porque a Napoleón no le convenía tener a la armada inglesa cerca de la costa francesa del sur.
A cambio, compensó a Inglaterra dejando la caribeña Trinidad en sus manos. España, sin comerlo ni beberlo. En los siglos XVIII y XVIII, la capacidad negociadora de España en la escena europea era nula. En los tiempos actuales ha mejorado, pero no tanto como se pretende.
Los tratados transforman realidades, las declaraciones no suelen hacerlo. En Gibraltar no cambiará nada, pero Sánchez ha quedado bien ante la parroquia local porque España ha sido menos ninguneada por europeos e ingleses que entonces.