Brexit: No culpemos a los ‘chavs’
Ha ocurrido. El Reino Unido ha decidido dejar la Unión Europea, y eso tiene unas consecuencias enormes, para el propio país y para el resto de estados europeos. Al margen de la reacción inmediata de los mercados, lo que se abre ahora es una negociación muy dura con el gobierno británico, de un irresponsable David Cameron, que planteó el referéndum puramente por cuestiones electoralistas, para decidir qué se paga y cómo se comercia ahora con los británicos.
No es ninguna tontería. La mitad de su comercio es con Europa, tanto respecto a sus importaciones como a sus exportaciones. Hasta ocho de sus diez primeros socios comerciales son países europeos. Y los aranceles, sí, existen. Se paga por poder exportar. Y la Unión Europea no se lo va a poner fácil a Londres. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz tiene claro que el Reino Unido debe ahora asumir todas las consecuencias. «Si se va, se va», aseguraba a Economía Digital hace unas semanas.
Las alternativas no son muchas y ninguna es la deseada por el Partido Conservador, ahora en el gobierno. Puede optar por un acuerdo similar al de Noruega, con altos aranceles, y miembro del Espacio Económico Europeo; un acuerdo como el de Suiza, que negocia con cada país, con pactos unilaterales, uno por uno; también puede elegir establecer acuerdos concretos de libre comercio. Lo que parece una quimera es que el Reino Unido se enroque y busque en el pasado, actualizando el viejo imperio con los países de la Commonwealth.
Ahora queda otra cosa: ¿a quién culpabilizamos de este desastre? Por supuesto Cameron tiene una alta responsabilidad. Pero también se acusa al Partido Laborista, por su posición no precisamente activa durante la campaña, a excepción del ex premier Gordon Brown. Es fácil culpar a los laboristas.
Y es que en el Reino Unido de clase trabajadora –ya no lo son, porque no tienen industrias en las que trabajar—es donde ha triunfado el Brexit. El Reino Unido es, en realidad, dos países muy diferentes. El norte está destrozado, con millones de personas que viven del subsidio, porque no pueden hacer grandes cosas. Esa es la verdad. No tienen turismo, por ejemplo, como si lo tiene el sur de España, con unas infraestructuras, además, envidiables para los británicos.
Lo más sorprendente es que se acusa a esos británicos, pobres, con pocas posibilidades de futuro, con menor educación que la media, de llevar al país fuera de la Unión Europea. Y es cierto que están menos preparados. ¿Pero qué salida se les ha dado? El Partido Conservador, lo primero que hizo al llegar al Gobierno, en el primer mandato de Cameron, y en el segundo, es recortar los subsidios sociales, porque entendía que había un abuso, y había que despertar a todos esos británicos, considerados de segunda categoría. Se les llama, despectivamente, Chavs, y se han recreado en ellos con series televisivas como Little Britain.
El analista Owen Jones lo ha escrito en Chavs, la demonización de la clase obrera, un libro esencial para entender lo que ha ocurrido en el Reino Unido en los últimos treinta años. Esos británicos que han votado por el Brexit ya no son los trabajadores de la industria, sencillamente porque no existe. «Las últimas tres décadas han presenciado el espectacular surgimiento de una nueva clase obrera del sector servicios. Sus trabajos son más limpios y menos duros físicamente, pero a menudo de un estatus inferior, precarios y mal pagados», apunta Chavs.
Eso en el caso de los que tienen trabajo. Lo que ha ocurrido, sigue Jones, citando a Eilís Lawlor, de la Fundación por una Nueva Economía, es que han desaparecido los trabajos cualificados. «Hemos asistido a una polarización del mercado de trabajo, a medida que los empleos manufactureros son reemplazados por trabajos peor pagados en el sector servicios».
Otros, apunta Jones, lo llaman la economía tipo ‘reloj de arena’: empleos muy bien pagados en un extremo y un número creciente de trabajos mal pagados y no cualificados en el otro. Los empleos de nivel medio, en cambio, van menguando. Lo fácil es atacar a los laboristas, superados por el cambio, precisamente, por el mundo laboral y las políticas de los conservadores, que apostaron sin remisión por el sector servicios, y criticar a los Chavs por que tienen peor educación y hacen caso de los tabloides.
¿Pero quién les puede facilitar un cambio en su situación? Y lo más preocupante, ¿A quién le interesa que se encuentren, realmente, en otra situación? Cameron ya no lo hará. Ha dimitido, y será deberá otro miembro del Partido Conservador, porque su fracaso ha sido evidente.