Breve postal de Grecia, entre el brexit y el 26J
Temperatura estival y un magnífico cielo azul a mitad de junio ha de ser necesariamente una bendición para un país como Grecia que tiene el turismo como tabla de salvación y como fundamental fuente de ingresos.
No nos engañemos: entre los refugiados y su crisis política, el brexit y otras incertidumbres políticas como las repetidas elecciones españolas, los problemas económicos griegos han semidesaparecido momentáneamente de los titulares pero puede ser un espejismo.
Por determinados signos externos fácilmente perceptibles en una estancia de seis horas (algunos hacemos estas estupideces por no faltar a una cita de trabajo) intuimos que poco cambian las cosas por muchas amenazas, nuevos gobiernos, rescates, levantamientos populares… que se vayan sucediendo en este país.
¿El famoso metro al centro de Atenas? En huelga como, al parecer, el 50% del tiempo en las últimas tres semanas. ¿La picaresca? En su punto si atendemos a los intentos reiterados (ida y vuelta) de los taxistas por cobrar por encima del precio fijo marcado del aeropuerto al centro de Atenas, y viceversa.
Es que la circulación en Atenas es como mínimo pintoresca: los semáforos al parecer cambian en el subconsciente del conductor mucho antes que en la realidad de las luces; los motoristas insisten en desconocer qué es un casco y las luces de los vehículos se resisten a encenderse en los numerosos túneles en este trayecto del aeropuerto al centro.
Reunión en la asociación de bancos griegos. ¿Pueden ustedes pensar en un sector más fracasado en la economía helena? Pues no ha sido suficiente para cambiar a su director general que permanece, como si nada hubiera pasado, en su puesto desde hace más de 20 años y ganando prestigio en la esfera europea donde representa a una de las asociaciones nacionales bancarias que más cargos y responsabilidades acumulan a nivel continental.
Aparentemente, tampoco ha sucedido nada para los burgueses apáticos y conversadores que dejan pasar el tiempo en los cafés de Kolonaki o para las tiendas de lujo en los alrededores de Syntagma. Todo sigue abierto como hace décadas sin signos de la travesía del infierno por la que está pasando este país.
En otras zonas más populares no se observan los abundantes locales vacíos que todavía se ven en casi cualquier calle de las ciudades españolas. La adaptación del medio al estado de cosas parece muy conseguida pero ha de ser otro espejismo ya que la seriedad y profundidad de la crisis, y la reducción de poder adquisitivo de grandes capas de población griega es enorme y está fuera de duda.
La abundante afluencia de clientes en la reputada tienda de kombolois (los rosarios de juego todavía tan utilizados por los hombres griegos) de la calle Amerikis, nos termina de confirmar que los griegos están dispuestos a adaptarse a lo que sea en un decidido «business as usual».
Cambian para seguir igual, casi como un adorno incómodo e innecesario de un continente que se obstina en no cerrar los temas, o mejor en complicárselos. La crisis griega, como el euroescepticismo británico, la ingobernabilidad italiana, el inmovilismo económico francés, la sobriedad asceta alemana y ahora este círculo vicioso español configuran postales que los visitantes intentan analizar comprendiendo bien poco.