Breve cuento de Navidad bruselense, o una alegoría de los fondos europeos
Dos dignatarios, un español y un alemán, se ven obligados a compartir una habitación de hotel en las vísperas de una negociación sobre los fondos europeos
Quisieron las inclemencias invernales bruselenses que se produjera un corte general de suministro eléctrico en la ciudad, que obligó a realojar a un grupo de representantes de alto nivel de los Estados Miembros, que se habían desplazado a la capital belga, para participar en una cumbre técnica en vísperas de Navidad. Y quiso además la fortuna que hubiese escasez de hoteles que reunieran las condiciones mínimas para poder acomodar tanto a los dignatarios como a su no tan escaso séquito, por lo que, dada la escasez de habitaciones disponibles, le tocó en protocolario sorteo compartir a un representante español una suite doble con su homólogo alemán.
Después de una copiosa y generosamente regada cena de trabajo en el restaurante del hotel, se retiraron los representantes a sus habitaciones ya de madrugada, en busca de un sueño reparador de los excesos de la velada, para poder enfrentarse en buena forma a las maratonianas negociaciones del día siguiente.
Ocupó el alemán la cama King Size ubicada en el dormitorio propiamente dicho, y español se echó a dormir en el sofá-cama de la sala contigua. No tardaron ambos en caer en brazos de Morfeo, a lo que ayudaron no poco los favores de Dionisio en las horas previas, por lo que tanto el teutón como el carpetovetónico se pusieron a roncar en cacofónico dueto.
No habrían pasado sino un par de horas cuando se despertó algo sobresaltado el alemán por lo que le parecieron gemidos de su compañero de habitación:
+¿Qué te pasa, Paco? -Preguntó preocupado el germano-.
-Que con tanto vino tengo un dolor de cabeza insoportable… -contestó el español-.
+Pues saca un analgésico de mi maletín y tómatelo -replicó el alemán-.
-Gracias, Otto, pero estoy tan molido y no puedo ni moverme, ya se pasará -respondió el español-.
Así fue transcurriendo la noche; el alemán esforzándose en volverse a dormir, sólo para ser despertado al cabo de un rato por los lamentos del español, repitiéndose cada vez el mismo diálogo, con idéntico resultado.
Exasperado, agotado, y con los nervios de punta, llamó a pocas horas del canto del gallo el tal Otto al tal Paco:
+Paco, necesito consultar unos datos para mañana; ¿serías tan amable de acercarme mi maletín?.
-Claro, ¡de inmediato! -respondió el español-.
Maletín en ristre y en pijama, se presentó solícito el español en el aposento del alemán:
-Aquí lo tienes, Otto. ¿Hay alguna otra cosa en la que te pueda ayudar? -dijo deferente Paco-.
+Pues sí, la verdad: coge por favor un ibuprofeno del portafolios, y trágatelo de una vez, pedazo de acémila-.
Lo cual hizo prestamente el español sin rechistar, gracias a lo cual pudieron ambos conciliar el sueño, y llegar en buena disposición, frescos cual rosa y capullo, a la reunión en la que se iba a acordar la vinculación de las reformas laborales, fiscales y de pensiones, con los fondos europeos de recuperación.