Botellas de champagne en Wall Street

El baño de sangre demócrata en las elecciones celebradas este martes en EEUU han agotado las botellas de Roderer y Pol Roger en Wall Street.

La toma de posesión republicana del Senado se traduce, entre otras muchas ventajas, en la toma de control del poderoso comité del Senado sobre banca, vivienda y asuntos urbanos (El Comité Bancario del Senado).

Este comité tiene jurisdicción sobre asuntos bancarios, controles de precios, la promoción y controles sobre exportaciones y la política monetaria federal. Desde la primera semana de enero de 2015, los nuevos amos del Senado se centrarán en disminuir las regulaciones bancarias, música para los oídos de Wall Street.

El romance de Wall Street con Barack Obama ya se había marchitado antes de las elecciones presidenciales de 2012. Según el centro para la política responsable, las elecciones intermedias del 4 de noviembre marcan un récord en las contribuciones del sector financiero al partido republicano, con un apoyo de 78 millones de dólares, no incluyendo aportaciones indirectas.

En 2012, Wall Street apoyó a Mitt Romney, el candidato republicano y fundador de Bain Capital, con 61 millones de dólares en contribuciones directas y solo contribuyó en 16,7 millones de dólares al cofre de los demócratas.

La principal queja de Wall Street en contra de Obama es la muy odiada, por ellos, ley de reforma financiera Dodd-Frank que limita las especulaciones bancarias y le pone límites a los auto-denominados amos del universo.

La ley de reforma financiera de Wall Street y protección al consumidor Dodd-Frank tiene como objetivo principal separar a la banca comercial de la banca de inversiones, así como monitorizar las actividades bancarias para proteger a la ciudadanía de los rescates financieros a los bancos considerados demasiado grandes para quebrar. Al firmarla, el 21 de Julio de 2010, Obama se convirtió en el enemigo número uno de la calle.

Dodd-Frank es la ley de reforma bancaria mas agresiva desde que Franklin D. Roosevelt instituyera reformas para salvar al país de la gran depresión de los años 30. Roosevelt, unos de los más hábiles presidentes demócratas del siglo XX, firmó la brillante ley Glass-Steagall, o la ley de la banca de 1933, que limitó las actividades de los bancos comerciales en el mercado de valores y las afiliaciones entre la banca comercial y el sector financiero especulativo.

Esta ley protegió la estabilidad de la banca norteamericana durante siete décadas, hasta 1999, cuando las útiles provisiones de separación bancaria fueron neutralizadas por la ley Gramm-Leach-Bliley (GLBA). La gran crisis de 2008 no sucedió por casualidad, ni salió del aire.

Un objetivo de Wall Street es la derogación de la ley Dodd-Frank y con la toma republicana del control absoluto del Congreso ese sueño se ve más cerca. La derogación de las leyes de separación bancaria, más un regreso a los días de expansión cuantitativa de inyecciones masivas de divisas al mercado por parte de la Reserva Federal, es el sueño dorado de Wall Street. Esto no sucederá mientras Obama ocupe el Despacho Oval. El presidente de la Reserva Federal lo nombra la Casa Blanca.

La victoria republicana del 4 de noviembre es también motivo de alegría para los sectores de defensa y energía, las industrias que son mascotas del partido conservador y clientes mimados de Wall Street. Los republicanos empezarán a promover leyes ambientales menos severas y a bloquear en el congreso las leyes pro-ambientales más estrictas de los demócratas. De ser efectiva, la estrategia resultaría con menos costos de cumplimiento regulatorio para el sector de energía, con la consiguiente revalorización de sus acciones.

En medio del regocijo, Wall Street haría bien en recordar lo siguiente: si el contingente republicano en el Congreso no negocia con Barack Obama y con sus colegas demócratas, los nuevos vencedores serán vistos por la nación como intransigentes y castigados en las próximas elecciones. El electorado estadounidense es rápido a la hora de cambiar lealtades. La otra nota de sobriedad: Obama controla el veto presidencial. Esta arma es capaz de hacer un jaque mate a los movimientos mas hábiles del Congreso.

En resumen, los resultados de las elecciones del 4 de noviembre no perturban el sueño de los ocupantes de Wall Street. Como dice una frase de moda: “todo es bueno”, por ahora.



Abogada estadounidense, doctorada en jurisprudencia norteamericana