Borrell y la espiral de silencio en Cataluña

Josep Borrell es catalán. Y, además, es un convencido ciudadano español, que, como político, ha contribuido como el primero a la modernización del Estado, al desarrollo de España, y, con ella, Cataluña. Es decir, se puede ser las dos cosas.

Habla en un tono de voz bajo. Con suavidad. Y sus argumentos hay que escucharlos con atención, porque lo más fácil es quedarse con la voz recia y aguerrida del independentista que no duda. Y en Cataluña hay más voces, como la de Borrell, que este martes logró un pleno en una librería de Barcelona en la que presentó su libro, junto al economista Joan Llorach, Las cuentas y los cuentos de la independencia (Los libros de la catarata), en el que desmiente que Cataluña tenga un déficit fiscal de 16.000 millones.

Borrell habló. Y se le escuchó. Aseguró que en Cataluña existe «una espiral de silencio», porque ir en contra de la corriente mayoritaria «es incómodo». El concepto proviene de la socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann. Lo que trata de explicar es que en sociedades concretas se puede crear una corriente de espiral de silencio, en la que, ya sean expertos, o ciudadanos de a pie, se acaban acomodando o adaptando a una corriente dominante que, atención, no necesariamente es la mayoritaria.

Es discutible. Pero hay que atender esa explicación. Lo que ocurre, tal vez, es que determinados colectivos han acabado logrando una dimensión pública mayor. Y, a pocos días de las elecciones del 27 de septiembre, existe la percepción de que una parte de la sociedad catalana no se ha organizado, de que llega tarde a la fiesta.

Porque esa parte argumentos sí tiene. Borrell los expone con claridad, y rebate las cifras del movimiento indepentista una a una. Sin embargo, para la otra parte, eso ya no importa. Ya han tomado una decisión, y han escogido su verdad.

Por eso es empobrecedor el debate en Cataluña. Porque, aunque no existe la agresividad social que se denuncia a veces en el resto de España, sí se han constituido bloques muy sólidos. Por lo menos, uno, el soberanista.

Ocupar los espacios públicos, organizarse, ayudarse mutuamente, buscar complicidades, todo eso lo ha logrado una parte de la sociedad catalana que cree que la independencia es la mejor opción. Prueba de ello es el colectivo Wilson, un grupo de ecomomistas que ejercen de profesores en universidades anglosajonas. Defienden la independencia. ¿Y en el otro lado?