Borrell vs Puigdemont, la batalla en Europa que no se ha librado
El protagonismo de Borrell enerva a los independentistas porque fue el ministro de Exteriores que más claro tuvo la necesidad de fijar la posición española en el exterior
Josep Borrell emergió el pasado martes en el Parlamento Europeo con un gran discurso en el que huía de la equidistancia, habló de la responsabilidad de Europa y marco las líneas entre el límite del bien y el límite del mal. En las crisis europeas estábamos acostumbrados a ver las grandes figuras nacionales que convertían a los líderes comunitarios en jíbaros políticos. Quizás porque competir contra Mitterrand, Khol, Chirac, Sarkozy y, como no, contra Merkel era una quimera, quizás porque Bruselas en realidad nunca se creyó su papel, pero en esta ocasión es diferente.
La intervención de Zelenski en el Parlamento Europeo colocó al mismo en el centro de la política mundial, jamás el hemiciclo de la Place de Luxembourg había tenido un protagonismo equivalente al del Capitolio en Washington o de las Casas del Parlamento en Londres. Nunca una presidencia de la comisión, encarnada por Ursula Von Der Leyen, había proyectado un poder político y una firmeza equiparable a la de la presidencia de la República francesa o el Canciller alemán.
Zelenski habló al Parlamento Europeo y su voz llego a todo el continente. Previamente Josep Borrell, alto representante de la UE para asuntos exteriores, había fijado las líneas inequívocas de una política exterior común de la Unión. Por primera vez todos los países tenían una posición única en materia exterior y de defensa y Borrell dejó claro en que contexto Zelenski intervendría.
El protagonismo de Borrell enerva a los independentistas porque fue el ministro de Exteriores que más claro tuvo la necesidad de fijar la posición española en el exterior en relación al intento de separación protagonizado por Junqueras, Puigdemont y sus secuaces. Borrell es el catalán más influyente que ha habido jamás en Bruselas. Piqué, a principios del siglo XX, fue ministro de exteriores y su cargo se ejerció durante un semestre de presidencia española pero su papel no es equiparable al de Borrell, importante como ministro y aún más importante como Alto representante.
Mientras Borrell luce credenciales de catalán europeísta y no independentista, Puigdemont, un ser molesto para la administración europea y huérfano de apoyos políticos en Europa hasta el extremo de que no tiene grupo político, intenta modificar su posición y mantiene un ruidoso silencio durante la crisis actual. La relación tóxica de Puigdemont con Rusia viene de lejos y le ha convertido en un apestado en Bruselas, la primera vez que supimos de la sumisión de Puigdemont al Kremlin fue por los intentos de Víctor Tarradellas, ex jefe de relaciones exteriores de Convergencia Democrática, el partido de Pujol, Mas y Puigdemont, que intento que el ejército ruso desembarcara en Cataluña para apoyar la secesión. Sobre ese posible desembarco Tarradellas habló con Puigdemont y también con Madi, el aceite de todas las mayonesas independentistas.
El Parlamento europeo aprobó el pasado otoño investigar las relaciones de Puigdemont con Moscú, dicha petición tuvo el apoyo de 494 parlamentarios y la oposición de 103, entre ellos ERC, Podemos y el PNV. La petición de investigar los contactos del independentismo catalán con el Kremlin son consecuencia de la publicación en el New York Times de un amplio reportaje sobre los vínculos entre el expresidente catalán con el entorno de Putin, las reuniones con un presunto espía residente en Barcelona, y al que TV3 ha entrevistado, Dimitrenko, las visitas del jefe de oficina del expresidente, Josep Luis Alay para visitar medios de comunicación como el Komsomolskaya Pravda en el centro de las campañas de intoxicación desestabilizadoras de los estados miembros de la UE, las reuniones con políticos de Rusia Unida, el partido de Putin, etc.
No hay un duelo Borrell-Puigdemont como intentan presentar los medios de comunicación afines al independentismo y nostálgicos del protagonismo de su movimiento. Borrell es una figura clave, el otro es, a lo sumo, el muñeco más pequeño del interior de una matrioska. Borrell hace, sin ser esa su misión un gran favor a la causa de la normalidad en Cataluña al ser un catalán, contrario a la separación y protagonista de un momento de extrema dignidad de la Unión Europa, a su vez Puigdemont es víctima de sus desvaríos y de sus malas compañías. Un personaje que primero suscito interés y hoy es un paria que nunca elige bien sus compañías.
Es difícil pensar que Borrell, socialista, apruebe la relación estrecha que Pedro Sánchez mantiene con aquellos que son colaboradores y cómplices de Moscú, pero lo más importante es que aunque desde la salida de Borrell del Palacio de Santa Cruz el Estado español dejo de dar la batalla contra el independentismo. Esa batalla España no la ha perdido porque a pesar de que ni Laya ni Albares han hecho nada los errores del independentismo, el mayor de ellos convertirse en títeres de Moscú, les han hecho el trabajo.