Bolonia
Finalmente, el ministro Wert toma una decisión con la que estoy de acuerdo. Facilitar de forma progresiva y voluntaria que las universidades del Estado se homologuen con las europeas en cuanto al modelo de estudios de Bolonia. Este modelo fue en toda Europa, menos en España, de tres cursos de graduación y dos de máster.
Las universidades y las instituciones catalanas se habían pronunciado ya en época del consejero Solà a favor del modelo mayoritario en Europa. Pero el PSOE haciéndose eco de los sectores más retrógrados de la cúpula universitaria optó por 4 1.
Los argumentos eran pueriles y totalmente proteccionistas: evitar que los alumnos españoles se escaparan a Europa a hacer los másters. Nunca los argumentos eran que la universidad española ponía barreras de hecho a que vinieran alumnos europeos a hacerlos aquí. Una constatación, pues, de la falta de autoestima sobre la capacidad de atracción de la universidad española ante el mercado global de estudiantes.
Este 4 1 a la vez condenaba a los alumnos a una carga académica superior a la europea y a tener dificultades de homologación cuando circularan por Europa. Vaya, parecía la versión moderna de la resolución de Felipe II prohibiendo los estudios en el extranjero; o el fantástico invento del ancho español de vía férrea, con la excusa de evitar las invasiones y que todavía está comportando dificultades de exportación a los sectores industrial y agrícola.
Espero que en Cataluña, si somos coherentes con lo que se había pedido, se avance rápido hacia el modelo europeo. Las críticas genéricas sobre Bolonia son ridículas. El tema de la privatización es una solemne tontería. La actual universidad con estructuras de gobernanza del antiguo régimen es la que ya se ha «vendido» hace tiempo a las grandes corporaciones que forman la casta.
Los grandes bancos y las grandes empresas no necesitan Bolonia porque han creado puertas giratorias con la aristocracia universitaria. En cambio, si se aplicara bien Bolonia, que no se hace, se debería avanzar hacia un modelo de universidad dual y profesionalizadora.
Curiosamente, la carrera de medicina es de las pocas que desde el primer curso va ligada a prácticas hospitalarias crecientes. No entiendo que lo que es bueno para los médicos, porque de su formación profesional dependen vidas, no sea bueno para los maestros, los abogados, los economistas o los arqueólogos.
Para poder dualizar la universidad se necesitan todas las empresas públicas y privadas; y como la mayor parte de los puestos de trabajo están en escuelas, ayuntamientos, juzgados y pymes industriales y de servicios, es aquí donde la práctica se debería desarrollar sistemáticamente a lo largo de la carrera. Y no como ahora, donde es una burla que al final del grado se justifiquen 200 horas ridículas y sin comprobación real del aprendizaje; y con ello se justifique la profesionalización.
Pero lo mismo se podría decir de los proyectos fin de carrera, másters o doctorados. Muchos países nórdicos vinculan estas etapas a necesidades reales de la sociedad, sean canalizadas por entes públicos o por empresas privadas. De esta manera, tanto la administración pública como el tejido empresarial se ven nutridos de una transferencia de conocimientos en especie. Y al mismo tiempo la inversión monetaria que ha hecho el erario público y la de tiempo que ha hecho cada estudiante, retornan a la sociedad en innovación, mejora y garantía de empleabilidad personal.
¿Tanto cuesta entender esto? Hay quienes no lo quieren entender. Por un lado, la cacicada clanista de algunos modelos de facultad donde muchos de los que tienen plaza, en el mejor de los casos, se dedican a hacer papeles para el currículum abandonando responsabilidades de docencia o de gestión y delegan el trabajo de más peso a profesores asociados que están cobrando 400 euros brutos. Y, por otro, la demagogia izquierdista de algunas minorías estudiantiles que encuentran capitalista todo lo que sea salir del antiguo régimen. Por eso, como decía el filme de los años 70: Los extremeños se tocan.