Bloqueo en el independentismo

Dualidades de opiniones: la cuestión es distinguir entre los que quieren un acuerdo con España y los que siguen reivindicando que hay romper con España

En democracia las hegemonías no se imponen por la vía de la fuerza sino que se ganan con el apoyo de la opinión pública, el voto de los ciudadanos y los errores de los adversarios políticos.

En poco de menos de diez años, tan solo una década, se ha ido debilitando la hegemonía del independentismo político a medida que se iba descubriendo su incapacidad para articular una propuesta política democrática capaz de cambiar las dinámicas conservadoras del estado español.

No hay día en que alguien próximo al independentismo político no se lamente de la oportunidad perdida: “nunca tendremos tanto a nuestro favor: crisis económica, corrupción política, el PP en el gobierno, dos millones trescientos mil ciudadanos movilizados y la oposición dividida”.

Los partidos independentistas parecen sugerir a sus electores que olviden sus batallas internas

Este lamento sincero expresa hasta qué punto el independentismo político se consume en la melancolía; lo que pudo haber sido y no fue. Su imagen se asemeja a la obra de Francisco de Goya El coloso, en la que el gigante observa, al final del horizonte, una tierra desolada y lunar.

El aggiornamento, la puesta al día, se centra en rentabilizar al máximo lo poco que queda de su estrategia para romper con España. De esa llama ya solo quedan las brasas.

La estrategia se basa en agitar esas brasas y depende del resultado de las sentencias del juicio, de conseguir ser imprescindibles para la gobernabilidad de España, de volver a ser capaces de trazar una nueva mayoría parlamentaria en las próximas elecciones autonómicas, de conseguir internacionalizar el conflicto con un buen resultado en las elecciones europeas, y dirimir quién es el soberano del independentismo, si Junqueras o Puigdemont.

Los partidos independentistas parecen sugerir a sus electores que olviden sus batallas internas, por muy improductivas que sean, y que se centren en votarlos simplemente  porque son cien por cien independentistas.

Santi Vila o Carles Campuzano tienen todo el derecho a reivindicar una salida para el independentismo

La idea es que, si bien antes se debía distinguir entre los que querían el referéndum del 1 de octubre y los que se oponían a él, ahora la cuestión es distinguir entre los que quieren un acuerdo con España, posponiendo sine die la independencia, y los que siguen reivindicando que hay que negociar la salida de España lo antes posible.

La historia advierte que cuando un movimiento, sea de derechas o de izquierdas, se centra en proclamar la pureza ideológica, la incorruptibilidad de sus convicciones y hace un constante llamamiento a la virtud pública de sus militantes, significa que ha llegado el momento de cambiar de partido, pues se dirige a los extremos y hacia una radicalidad inoperativa para modificar la realidad.

La decisión de un grupo de destacados políticos del Pdecat de señalar la necesidad de volver a la política, a influir en Madrid y a recobrar la estabilidad institucional para lograr encontrar una vía a las reivindicaciones del independentismo se desaprueba con la dureza por los que siguen abogando por una salida vía Bruselas.

Santi Vila, Carles Campuzano, Marta Pascal o Jordi Xuclà, entre otros, tienen todo el derecho a reivindicar una salida para el independentismo que no quede subordinado a las pasiones del momento.

La hegemonía independentista

Su visión parte de una serie de premisas que acabarán siendo necesarias para hacer política en Cataluña en los próximos años: advertir que la pureza del independentismo es contraria a la dinámica de las sociedades abiertas ya que impide ampliar su base social, entender que el diálogo con España es imperativo para abrir nuevos avances en el autogobierno y que es necesario el retorno a la política en Cataluña para generar estabilidad institucional y confianza con los ciudadanos.

Estas premisas demuestran que la hegemonía independentista ya solo podrá mantenerse si los independentistas extremos empiezan a considerar adaptarse a un planteamiento donde sus ideas han de subordinarse a la tozuda realidad.

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