Bipartidismo allí = Procés aquí
El dichoso procés nunca ha ido de verdadera independencia, sino de blindar la hegemonía de unas élites tan enrocadas como deterioradas, y que constituyen la cutreversión catalana del bipartidismo: la sociovergencia
¿Mienten todos los políticos? ¿Y los periodistas? Andan revueltas las aguas estos días a la salud de Antonio García Ferreras y esos audios con el excomisario Villarejo, donde el Gran Timonel de La Sexta expresa su perplejidad y hasta sus dudas sobre una noticia de OKDiario que le parece “burda” y poco creíble. De ahí, Podemos en bloque infiere que La Sexta (¡La Sexta!) ha hecho de ariete y alcantarilla a sabiendas contra Pablo Iglesias. Permítaseme discrepar. En décadas de periodismo, mayormente político, yo me he visto alguna vez en la misma posición que Ferreras, olisqueando una noticia y/o una fuente de información como quien huele un yogur caducado en la nevera. ¿Me lo como? ¿No me lo como?
La información política (no digamos la que está relacionada con la corrupción) suele estar en muy pocas manos y poner muy difícil aquello que te enseñan en las escuelas de Periodismo: que nada es “verdad” si no lo has contrastado con dos fuentes independientes. Sea. Pero, ¿y si esas fuentes no existen o no son viables? Pongamos que sólo Nicolás Maduro y/o Pablo Iglesias pueden confirmarte con total seguridad si el primero pagó al segundo una considerable mordida en un paraíso fiscal de las Granadinas. ¿Qué haces?
El procedimiento habitual -que no necesariamente el ideal…- suele consistir en publicar lo que sabes, o crees que sabes, y dar al interesado la posibilidad de réplica. Precisamente en la Sexta (¡la Sexta!) no es donde más se ha silenciado a las voces de Podemos, que yo recuerde. Unas voces que, por cierto, no se lo piensan dos veces antes de acusar sin pruebas de todo lo que se les ocurre (para empezar, de fascistas a sueldo del Ibex35…) a todos los demás.
Urge irse tomando este país y todo lo que contiene un poquito más en serio
Urge irse tomando este país y todo lo que contiene un poquito más en serio. La política y el periodismo, por su propia naturaleza, dan un amplio margen para barrer para casa, a veces incluso sin casa y sin escoba. Pero mentir a sabiendas, descaradamente y con un propósito de exagerada manipulación, debería encender más alarmas de las que en general aquí enciende. Y eso vale para Ferreras, para Iglesias y para todo hijo de este vecindario.
Los apóstoles del retorno en España al bipartidismo de toda la vida, como si aquí no hubiera pasado nada en los últimos quince años, coinciden sospechosamente con los que predican que en esos mismos quince años en Cataluña “en el fondo no ha pasado nada” y además “ya se ve que no va a pasar”. ¿Pasar el qué? ¿Una independencia física tangible? Para eso no hacían falta bolas de cristal, algunos lo venimos diciendo desde el primer día: Cataluña se independizará de España el día que las ranas críen pelo y además vayan al barbero. Porque no se han dado nunca, ni un solo momento, las condiciones para afirmar seriamente otra cosa. Ni ahora, ni cuando los que ahora reconocen que eso es así, afirmaban enfáticos lo contrario.
¿Y si fuese más prudente atender a los que llevan, llevamos, mucho tiempo diciendo exactamente lo mismo? A saber, que el dichoso procés nunca ha ido de verdadera independencia, sino de blindar la hegemonía de unas élites tan enrocadas como deterioradas, y que constituyen la cutreversión catalana del bipartidismo: la sociovergencia. Un reparto territorial del poder, los recursos y la influencia siempre entre los mismos, desde hace muchísimos años, que no admite intrusos ni vigías. Si intentas adentrarte en la ciénaga con un cubo y una linterna, van todos a por ti. “Es como si nos hubieran entrado a robar en casa”, se lamentaba Marta Ferrusola la primera vez que vio a un socialista de presidente de la Generalitat. La misma sensación que tienen los otros si ven a un no socialista pintando algo en sus feudos del Ayuntamiento de Barcelona, la Diputación, el cinturón rojo…
Yo ya no sé qué más decir para que se entienda que enfrentarse al procés, plantarle cara, era y es mucho más que oponerse a la independencia de Cataluña. Igual que plantar cara al bipartidismo era y es bastante más que pedir un pedazo del pastel. Es plantear un cambio de enfoque, de paradigma, de reglas del juego. Es tratar de abrir senderos limpios en la ciénaga.
Plantar cara al bipartidismo era y es bastante más que pedir un pedazo del pastel
Una de las cosas a las que aún no me acostumbro, en mi relativamente reciente condición de diputada en el Parlamento catalán, es al hecho de que, siéndolo por un grupo parlamentario relativamente pequeño ahora mismo, con limitada capacidad de decisión, no dé abasto a recibir llamadas de gente que me, nos, quiere contar asuntos sin atender, injusticias sin denunciar, lados oscuros de la fuerza con los que saben que no se va a atrever nadie más.
Sea para liderar una regulación seria de la prostitución que de verdad haga imposible la trata, sea para que la Sanidad pública catalana asuma el compromiso de financiar un medicamento para el cáncer que las familias no pueden pagar y el ministerio se niega a meter en la cartera de servicios porque es muy caro, sea para no permitir que avasallar los derechos de las familias que reclaman el 25 por ciento de español en las aulas sea demasiado fácil y quede impune. Por no hablar de los ancianos muertos en las residencias, el 3 per cent con bata blanca, las purgas políticas de los Mossos d’Esquadra, los más de dos años de cortes en la Meridiana y las vejaciones a los vecinos, etc, etc, etc.
¿Me creerán si les digo que me, nos, llama gente que no sólo no vota a nuestro partido sino que es o ha sido de otro, a veces con alto cargo y todo, pero no confía para nada en los oficialmente “suyos” para controlar que ciertas cosas no salgan de madre y/o salgan a la luz? ¿O dirán que me lo invento? Que levanten la mano los que quieren seguir eternamente como estamos ahora mismo…de verdad.