Bildu y el PNV se necesitan. Que nadie se engañe
Los herederos de Sabino Arana han sido siempre los grandes avalistas del entorno de EH-Bildu y todo el submundo que se mueve alrededor
Son las dos caras de una misma moneda. El ultranacionalismo heredero de la estrategia violenta de ETA y, por oposición, el llamado nacionalismo democrático del PNV. Ambos navegan en la misma embarcación y comparten rumbo y destino: la independencia. Si unos han empuñado el remo con fanatismo los otros se han encargado de sujetar el timón con firmeza. Unos y otros se han necesitado. Pero no por igual. La duda es quién necesita más del otro.
Lo veremos a lo largo de este año 2022 que ahora comenzamos y que anuncia un verdadero cambio en la política vasca si es que finalmente se producen las alianzas con las que unos y otros amagan.
El peso que ERC ejerce en estos momentos sobre el gobierno de Pedro Sánchez tiene a su vez una clara influencia sobre EH-Bildu, que viaja de la mano de los independentistas de Junqueras a la hora de apoyar a los socialistas en el Gobierno. Así que los de Otegi, por sí mismos o por su hermandad con ERC, son ahora una pieza importante de la gobernabilidad del país. Nada menos que socios preferentes en detrimento de un PNV que empieza a sospechar que le quieren segar la hierba debajo de los pies.
Los herederos de Sabino Arana han sido siempre los grandes avalistas del entorno de EH-Bildu y todo el submundo que se mueve alrededor. Su oposición a la “ley de partidos”, clave para acabar con parte del entramado de ETA, el indisimulado gesto de malestar cuando se perfilaba la derrota policial de la banda terrorista y toda la maquinaria de propaganda puesta en marcha para escenificar el fin de la violencia son algunos de los muchos precios que el PNV ha pagado para que el mundo radical entrara en la escena política lo más blanqueado posible.
Al partido de Andoni Ortuzar nunca le ha importado que Arnaldo Otegi, vinculado con el pasado terrorista de ETA, fuera el líder de una formación política que sigue sin condenar los atentados terroristas y con la que se pacta como si nada hubiera ocurrido. Ahí está la foto del brindis navideño de ambos con la entonces secretaria general de los socialistas vascos Idoia Mendía.
Los esfuerzos del PNV han ido encaminados a reforzar su hegemonía política y la del nacionalismo también con el final del terrorismo. Había que hacer un ejercicio de equilibrio para el que los de Sabin Etxea venían entrenando desde hace muchos años: Mantener el control de todo el entramado institucional vasco cediendo parcelas, perfectamente acotadas, para el asueto y disfrute del mundo radical. Dominio en definitiva de la política vasca y presencia condicionante en Madrid con capacidad para quitar y poner gobiernos.
Pero todo esto puede acabarse si, como parece, EH-Bildu encuentra en el PSE-PSOE un agente blanqueador más potente y eficaz. Un posible pacto, ya avanzado, entre los socialistas vascos, EH-Bildu y Podemos podría desalojar al PNV del Gobierno de Ajuria-Enea y mandar a quien siempre se ha considerado “partido guía” a la oposición. Un pacto de ”izquierdas” que iría más allá del relevo al frente del Gobierno autonómico. Sería el fin de la política que hasta ahora ha servido al PNV para convencer a la sociedad vasca de que la integración y aceptación de quienes practicaron la violencia es necesaria para la convivencia.
Solo así se entienden las últimas reacciones que han tenido dirigentes del PNV al enterarse de que David Pla, quien fuera último dirigente político de ETA, pasa a formar parte de la dirección del entramado de Bildu a través de Sortu. Lo que nunca se dijo con Otegi se dice ahora: “Están institucionalizando en su organización aquello que venía siendo conocido y habitual en la izquierda abertzale: la simbiosis entre el brazo político de su lucha y la parte armada terrorista por parte de ETA”. Son palabras de la presidenta del Bizkai Buru Batzar del PNV, Itxaso Atutxa, quien también ha criticado los homenajes a miembros de ETA, la humillación a las víctimas y la falta de reflexión ética y moral para condenar su pasado violento.
La sociedad vasca, como la del resto de España, se está acostumbrando a casi todo desde el punto de vista político. La ética y la moral se infantilizan de manera frívola y se entonan como si fueran parte de la letra de una canción de Pimpinela. El despecho de quien se siente abandonado, traicionado, frente a quien se sabe utilizado. Nosotros sabemos que se necesitan, que son lo mismo.
Pero nos reímos por no llorar.