Bartomeu vende a Tyssen y frena la estampida de un búfalo ciego

Bartomeu es un constructor de fingers, esos brazos mecánicos que unen la terminal de cualquier aeropuerto con la cabina de los aviones. Josep Maria Bartomeu, nuevo presidente del Barça, fabrica fingers y lo hace tan bien que ha vendido parte de su empresa al Grupo Thyssen, cénit de la metalurgia a nivel mundial. Ha readaptado su grupo. Tiene 50 años cumplidos y es el consejero delegado de Adelte Group (ingeniería para puertos y aeropuertos, líder en soluciones de embarque) y de Equipo Facility Services (mantenimiento de terminales).

En fin, podría decirse que Bartomeu se gana la vida en las salas de espera. En resumen, se ha vendido su división de fingers de aviones y ahora concentra sus esfuerzos en los fingers de las zonas portuarias, de los barcos, sean mercantes o de viajeros.

Le toca gestionar el Barça, tras la salida precipitada de Sandro Rosell, la estampida de un búfalo ciego. La dimisión de Sandro ha sentado como un tiro en la tribuna del Camp Nou poblada de socios veteranos, ahora mudos y convertidos repentinamente en estatuas de sal en el papel del “català emprenyat”. Así no se hace, señor Rosell. La fuga dice muy poco de la sabiduría mercantil y societaria del hijo de Jaume Rosell, antiguo alto cargo del club y socio histórico de Carles Sumarroca. Los Rosell y los Sumarroca son accionistas de Emte; mejor dicho, de la resultante fusionada entre Emte y la Comsa de los Miarnau, emprendedores reusenses, con paraíso perdido en el Salou de la Avenida de los ingleses.

Sandro se va en plena tormenta por el fichaje de Neymar, con el El Mundo anticipando la otra mitad del dinero que ha costado el astro brasileño. Se va el presidente más votado de la historia del club y es relevado ipso facto por Bartomeu. Tres días después, el que se va es Pedro J. Ramírez, aplastado por las pérdidas de su periódico que está siendo salvado por Rajoy a cambio de la cabeza del periodista.

Pero atención, la situación tiene otra lectura: ya no queda ni Pedro J. “El último que cierre la puerta”, escribió Lluís Bassets ante la desertización del papel escrito. A partir de este momento, La Moncloa, que es la que paga los impagados de los periódicos amigos, hará y deshará a su antojo. El Barça es uno de los blancos más apreciados del PP. Mientras, el club flamea banderas en el frente internacional, la España hostil del “Partido Popular o la nada” (en palabras de Cospedal) encara sus cañones hacia el Camp Nou.

Un bombardeo cada pocos años era la receta de Espartero.

La experiencia demuestra que Bartomeu es un buen empresario. Pero ser presidente del Barça no es lo mismo, como demuestra la experiencia reciente: Sandro en la cuneta, Laporta en el olvido, Núñez frente a los tribunales por fraude fiscal, etc. La presidencia del Barça es un oficio para sabios de la politesse. Y, de momento, Bartomeu con los números de Neymar no ha demostrado gran cosa. Su cara de inocencia no basta, porque la industria del balón no es precisamente un sector virginal.

Los que se quedan en la junta cumplen con el estándar de hombres de negocios de verdad. Su potencial supera con creces a la generación punto.com de Ferran Soriano y de su socio Marc Ingla; a la iconografía balompédica del Sandro brasileiro; al editor de libros de texto, Albert Vicens; y a Laporta, el civilista incívico. El turno de Bartomeu, un emprendedor casado y con dos hijos, algo blando en el gesto y dislocado en el arte de la palabra, tiene delante dos patatas calientes: el contrato multimillonario de Messi y la reforma del Estadio. Bertomeu ha mostrado intuición para hacer liquidez vendiendo parte de su empresa y quedándose con la otra parte. Pero no nos engañemos, delante del “català emprenyat”, está a prueba.