Bárcenas, contigo empezó todo
Dos preferentistas increparon este viernes al expresidente de Bankia, Rodrigo Rato, a su llegada a los juzgados de Plaza de Castilla y han tratado de abalanzarse sobre él llamándole «chorizo». A mi modo de ver, el insulto es de lo más suave teniendo en cuenta la gravedad de las acusaciones contra el antaño todopoderoso exvicepresidente del Gobierno y exdirector gerente del FMI.
Acusado de varios delitos fiscales, blanqueo de capitales y corrupción entre particulares, Rato prestó declaración junto al abogado Domingo Plazas, quien fuera administrador de Kradonara 2001, empresa considerada epicentro del entramado societario del expresidente de Bankia y que era propiedad al 100% de Vivaway LTD, de la que también era titular Rato a pesar de que fuese constituida en el Reino Unido y administrada desde el paraíso fiscal de Guernsey.
El juez investiga los movimientos de capitales ejecutados por Kradonara 2001, que recibió del extranjero 6,5 millones de euros, de los que algo más de 3 millones los obtuvo a través de Vivaway.
El juez ha citado además a otros dos investigados y a otros tantos testigos cuya identidad se desconoce, en la instrucción de esta pieza separada del caso Rato. En fin, que a pesar de la vida tranquila que lleva Rato, parecida a la tranquilidad existencial de Fèlix Millet y su compinche Jordi Montull, esta es la tercera vez que comparece ante el juez.
Su comparecencia coincide con el derrumbe del decorado que hasta hoy escondía la mugre que está a punto de liquidar las posibilidades del PP de formar gobierno.
Los múltiples casos de presunta corrupción que acechan al PP en Valencia (con Rita Barberá y los concejales del PP en el Ayuntamiento al frente) o en Madrid (Francisco Granados, encarcelado, e Ignacio González), lo que ya provocó la dimisión de Esperanza Aguirre, aunque fuera con trampa, demuestran que el entorno del PP no es trigo limpio. Con Bárcenas empezó todo.
No sólo se trata de la financiación de un partido político, delito que debemos considerar bastante grave, aunque la culpa sea del legislador, pues ha dejado pasar tres décadas sin aprobar una ley de partidos como dios manda, sino del provecho personal ilícito de algunos políticos.
Sin embrago, la utilización partidista de los casos de corrupción impide discernir lo real de lo inventado, lo delictivo de la simple insidia.
Lo cierto es que los casos de corrupción se han triplicado en España en los últimos cinco años. Lo constató el ministro de las estampitas, Jorge Fernández Díaz, que en una comparecencia informativa dio cuenta de la evolución de la criminalidad relacionada con las prácticas de corrupción y el crimen organizado.
Según los datos proporcionados por el ministro en funciones, quien se vanaglorió de la eficacia policial sin darse cuenta de que lo realmente grave es que existan tal cantidad de casos relacionados con la corrupción política, los hechos delictivos detectados y perseguidos fueron 366 en 2010 y 1.108 el año pasado.
El número de detenidos por estos hechos fue de 389 en 2010 y de 2.442 el año pasado. En el 2014 se registró un número aún más elevado de detenidos, 2.743. Un desastre, sin duda, cuya incidencia social fue la pista donde aterrizaron Podemos y Ciudadanos.
Este tétrico panorama está hundiendo a Mariano Rajoy. El talante gallego del presidente del Gobierno en funciones parece que en esta ocasión no le va a servir para zafarse de la carga de la corrupción.
Es demasiado pesada y le está aplastando. Ganó las elecciones, pero su relativa victoria electoral se está pudriendo en una ciénaga llena de cadáveres aún vivientes en el PP. Algunos dirigentes populares creen que la salvación consiste en esperar al fracaso de Pedro Sánchez en su intento de formar Gobierno para poder repetir las elecciones. Háganme caso y no lo den por visto.