Barcelona inquieta
La pregunta es, ¿puede tejer Barcelona un nuevo y flamante cesto con estos mimbres?
Barcelona está inquieta. En contraste con la consideración superlativa con la que el mundo la mira, la autoestima de la ciudad anda cerca de los suelos. Ya va siendo hora de recuperarla, lo cual sólo será posible mediante proyectos específicos, grandes estrategias, que signifiquen un nuevo impulso.
Se acercan las elecciones municipales, pero hay algo más importante que su resultado: la capacidad de consenso y fortaleza de gobierno, ausente en la legislatura que fenece y por eso mismo aún más imprescindible en la próxima.
La ciudad parece despertar de un letargo que comenzó con la crisis
Es buena señal que la inquietud se esté traduciendo en debate ciudadano. Están naciendo numerosos foros de debate, que despiertan un interés inaudito y una inesperada y positiva capacidad de convocatoria.
Más allá de las instituciones y los gobiernos, la ciudad se impacienta, como si pretendiera despertar de un letargo que comenzó con la crisis y ya va durando demasiado.
Pero los partidos van a su bola, mucho más centrados en buscar nombres de relumbre que incrementen sus posibilidades de tracción electoral que en las propias necesidades de la ciudad y las subsiguientes propuestas. Veamos.
La única lista con posibilidades de competir con Colau es la de ERC
De siete grupos políticos, que ya son muchos, podemos pasar a ocho. De ellos, solamente tres disponen de candidato consolidado. Ada Colau, la alcaldesa, cuenta con su experiencia, los resortes del poder y la atomización de los rivales para repetir mandato. Parece además que su equipo se está abriendo a sectores que van más allá de sus votantes.
Entre las demás listas, la única con posibilidades de competir con la alcaldesa en votos es la de ERC, que a fin de incrementarlas, ha intercambiado los puestos entre Alfred Bosch y Ernest Maragall.
Manuel Valls está librando una batalla para que los populares se unan a su candidatura
El apellido Maragall es sin duda el más ilustre de una ciudad que su abuelo y su hermano contribuyeron como pocos a proyectar. Veremos si eso basta, si la nostalgia se complementa o no con un programa convincente de relanzamiento.
Manuel Valls, por su parte, está librando una batalla previa que consiste en convencer a los populares de que se sumen a su candidatura. Si no lo consigue, sus posibilidades de conquistar la alcaldía son más que remotas. Cuenta a su favor con dos cartas.
Una, que tiene margen para una candidatura personal sin contar con C’s, cuyos dirigentes no tiene otro remedio que apoyarle por más que les ningunee. Y dos, que por primera vez el PP podría no alcanzar el 5% y quedar fuera del consistorio, por lo que deben calibrar la decisión con sumo tiento.
Si el PP no se saca un fichaje estrella de la chistera no será por falta de chistera sino porque ni con varita mágica encuentra una liebre atlética dispuesta a una incierta aventura. Ay, los nombres. Ay, los nombres en sustitución de los proyectos.
Jaume Collboni puede correr la misma suerte que Alfred Bosch y el sempiterno Alberto Fernández Díaz como cabeza de lista decapitado por su partido en aras de los votos.
¿Les suena el nombre de Mertixell Batet, la ministra del asunto catalán? Pues ya están sobre aviso si el PSC, por disposición de Pedro Sánchez, la sitúa de sopetón al frente de su candidatura. Ay, los nombres en sustitución de la experiencia.
Hablando de nombres, la amalgama PDECat-Crida baraja tantos que marean a quienes los proponen y se anulan entre ellos. Mientras no se pongan de acuerdo, y está por ver si lo consiguen, irán perdiendo posibilidades. Ante el abismo que se acerca, incluso hay quien habla de rescatar a Xavier Trias. Ay, los nombres.
Un nuevo proyecto para Barcelona
Donde sí lo tienen claro es en la ANC, que apoyan la primarias como movimiento anti partidos y van a presentar candidatura propia. Jordi Graupera, otro desconocido al sur de la Plaça Sant Jaume, cuenta con algunas opciones de superar el 5% a costa principalmente del PDECat. En cuanto a la CUP, ahí sí que los nombres y la voluntad de influencia son lo de menos.
Por si éramos pocos y estábamos poco enemistados, la abuela se ha puesto a parir outsiders. La pregunta es, ¿puede tejer Barcelona un nuevo y flamante cesto con estos mimbres?
La respuesta no depende de los mimbres sino de la ciudadanía, de si el empuje ciudadano es no es suficiente para obligarles a consensuar y ejecutar un proyecto que devuelva la ilusión y el orgullo a la joya de Cataluña.