Bankia y el Barça, dos gotas de agua
Cuando Joan Laporta dejó el Barça, pese a los títulos logrados y a tener en su equipo a un economista reconocido como Xavier Sala-Martín, las cuentas de la entidad futbolística fueron objeto de apasionado debate.
El abogado que dirigió al club blaugrana traspasó al nuevo equipo directivo un estado contable según el cual su último año de gestión se había saldado con unos beneficios de 11 millones de euros. Nada más llegar Sandro Rosell a la presidencia, el nuevo rector del Barça pidió una reformulación a los auditores.
El dimitido Rosell y su vicepresidente económico, Javier Faus, presentaron un balance del ejercicio anterior a su llegada con unas pérdidas de 77 millones de euros. De acuerdo con aquella polémica, la asamblea de compromisarios decidió emprender una llamada acción de responsabilidad contra los antiguos gestores. Unos años más tarde, la justicia ha resuelto que ni eran ganancias de 11 millones ni pérdidas de 77. Según los jueces se perdieron, en realidad, 26 millones de euros.
Es curioso que a Laporta y a Rato les haya pasado lo mismo con sus cuentas
La similitud con lo sucedido en Bankia es notable y curiosa entre un equipo gestor que sale y otro que llega. Rodrigo Rato presentó unas cuentas finales con unos beneficios de 309 millones de euros. Él fue presidente de la antigua caja de ahorros, el que la sacó a bolsa y el que con su prestigio de estadista internacional (llegó a dirigir el Fondo Monetario Internacional) vendió aquel banco entre los ahorradores e inversores institucionales que se convirtieron en pobres accionistas. Nada tiene esto que ver con el uso de las Visa Black, que ése es otro debate en el que parece difícil que nadie mueva un dedo a favor de Rato.
Nada más aterrizar en Bankia, el hombre designado por el Gobierno para pilotar la entidad bajo tutela pública, José Ignacio Goirigolzarri, reformuló las cuentas anteriores. De los 309 millones de beneficio pasó a unas pérdidas de 2.979 millones. Nada que ver entre unas y otras, como es evidente. Algunos, incluso, se preguntarán cómo puede pasarse de una cifra a la otra con tanta facilidad. La respuesta es fácil: pura ingeniería contable. Aunque unas cuentas deben, por esencia, reflejar la imagen fiel de una entidad o empresa, dependiendo de cómo se realicen algunas provisiones, se contabilicen y amorticen activos, etcétera, etcétera, los resultados poco o nada tienen que ver.
Ha llegado el Banco de España con un informe pericial y le dice al juez que investiga lo sucedido entonces que ni Rato ni Goirigolzarri tenían razón. O sea, que ni la situación era para lanzar cohetes ni para descender a las mazmorras de la contabilidad. Que en todo, como casi siempre, existen términos medios y un plus de razonabilidad en la equidistancia entre posturas.
Ni calvo ni con tres pelucas, al final. Poco importa que la sede central de Bankia esté en Madrid. En esta ocasión su similitud con el Barça es más que obvia.