Ayuso y Feijóo: jabalí y elefante
Feijóo se muestra tan dispuesto a mecer a Sánchez en su oscilante trompa como capaz, llegado el caso de máximo desespero, de montarse al PSOE a lomos
Anda más de un comentarista afilando su tóxico aguijón en busca de desavenencias en el PP donde clavarlo a gran profundidad y producir un escozor por lo menos similar al ocasionado por las constantes refriegas de la coalición gubernamental. ¿No sufre el PSOE por las estocadas de sus socios? ¿Han dejado de interesar las connivencias con VOX después de la mayoría absoluta en las elecciones andaluzas?
Nada, nada, sacamos punta al letal aguijón, con lo que funcionó la última vez: la guerra Ayuso-Casado, que acabó con la vida política de Pablo el efímero. A diferencia de Casado, segundón de nacimiento, Feijóo posee dos capacidades, a las que los del oficio llamarían virtudes, poco comunes. La primera es la experiencia, la segunda, la inteligencia política.
Experiencia en el mando, no en el cuarto de oficiales. El mando supremo. Siempre recordaré lo que me dijo un político convergente, que en la mejor época del partido fue elevado a un puesto con mando real, que ni el mismo Pujol tenía fácil soslayar. “Sabes qué me ocurre, Xavier, que después de tantos años consultándolo todo con el jefe, ahora se me hace muy difícil tomar decisiones por mí mismo”.
Pues eso. Esa es por ejemplo, la diferencia entre un ministro y un presidente de comunidad autónoma, que el primero debe lidiar con los vigilantes de La Moncloa mientras el segundo es el rey moro incontestado de su taifa.
Experiencia de mando real, no vicario pues, además de inteligencia. Pero, vamos a ver, ¿en qué diablos consiste la inteligencia política? Muy sencillo, en la capacidad de ver la segunda derivada de una situación. La primera derivada la observa y prevé, no cualquiera, porque los hay que solamente ascienden a base de incansables lametazos en las posaderas de la superioridad, y con eso les basta y sobra. No cualquiera es capaz de un análisis primario, pero sí un buen número de políticos así como de postulantes y politólogos.
Ahora bien, la segunda derivada… eso es para agudezas mayores. Grandes talentos políticos. También empresariales, en la cúpula de las grandes compañías que tienen en común la lucha permanente con sus rivales de casa y de enfrente. Ay, la segunda derivada… Se trata de una cualidad poco común, comparable a la de los actores, que pasan o no pasan la batería. Los agraciados cruzan el escenario y atraen sin hacer nada la mirada del público. A los demás se les distrae la platea. La segunda derivada no depende de un análisis, no se trata de ajedrez. Se ve o no se ve. Como los artistas. Se tiene o no se tiene.
La ves o no la ves, la segunda derivada. Y si la ves, si la ves bien y con claridad, ya puedes prescindir de la mayoría de las demás cualidades que encantan a todo político y encandilan a su público. Ni empatía, ni oratoria ni similares o asimiladas. Con la segunda derivada basta y sobra para llegar a la cumbre o muy cerca. Observen a Montilla. Observen a Rajoy. No encontrarán andaluz más desaborío que el que llegó a presidir la Generalitat gracias a esa sagacidad. Ya han topado con otros gallegos poco habladores, y maestros por demás en discursos de pocas y nada expresivas palabras.
Susana Díaz, pongamos por caso, poseía el tipo de experiencia de Feijóo, pero creía que jugando a grandes damas y polluelos sin cresta conseguiría eliminar a cualquier rival del tablero. Despreció a Sánchez y perdió. Perdieron ella y todos los que no supieron leer las consecuencias en el PSOE del giro de la militancia hacia la rebeldía. Rebeldía de salón, pero rebeldía al cabo, que llevó en volandas al actual primer ministro hasta la Moncloa de sus sueños.
Pues eso, a lo que íbamos, que Feijóo posee las dos cualidades, experiencia y esa mezcla específica de inteligencia e intuición. Es por ello que no va a caer en batallas internas. En vez de enfrentarse a la rebelde Ayuso. En vez de dar ocasión de cebarse a los aguijones periodísticos, adapta la situación a su conveniencia.
Uno puede permitirse dar paso, e incluso pábulo a un jabalí, mientras no le tema
¿Qué Ayuso quiere hacer la guerra contra el ahorro energético por su cuenta y a su manera? Adelante pues. Ancha es la política e inescrutables sus caminos. Siempre está bien disponer de jabalíes que arremetan contra el Gobierno de frente y sin desmayo, con motivo o sin motivo. Sus electores, y buena parte de los de Vox, adoran las embestidas de la furia opositora aunque no conduzcan a ninguna parte.
Ahora bien, uno puede permitirse dar paso, e incluso pábulo a un jabalí, mientras no le tema. Un lobo, pongamos por caso, enfrentado a un jabalí… mal asunto. En cambio un elefante. Eso es otra cosa.
Feijóo se muestra tan dispuesto a mecer a Sánchez en su oscilante trompa como capaz, llegado el caso de máximo desespero, de montarse al PSOE a lomos. Para luego, claro está, llegado el momento propicio, despeñarlo o aplastarlo bajo una de sus patas.
Y sin más derivadas o especificaciones, que podrían resultar ofensivas para la avispada inteligencia del lector, les dejo aquí anonadados ante el pedazo de político que Pedro Sánchez tiene enfrente.