Ayuso en Nueva York
Ayuso y el alcalde de Nueva York encarnan una forma de hacer política fuera de las convenciones de sus respectivos partidos, incluso desde el enfrentamiento a sus establishment respectivos
La reunión del viernes entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el alcalde de Nueva York no es, o al menos no sólo, un evento de relaciones públicas. La carga simbólica es considerable, en mi opinión. En principio podría parecer que una española liberal-conservadora y un demócrata urbano estadounidense no tienen mucho en común. Sin embargo, ambos encarnan una forma de hacer política fuera de las convenciones de sus respectivos partidos, incluso desde el enfrentamiento a sus establishment respectivos, y sintonizar directamente con el electorado.
Ayuso ha rentabilizado esa disidencia controlada en una fulgurante carrera política a nivel nacional. Hay una máxima entre los banqueros de Wall Street que dice “nunca hagas predicciones, especialmente sobre el futuro”. Pues bien, yo me la voy a saltar, y auguro que Eric Adams tiene un futuro brillante en la política nacional estadounidense.
Aunque los neoyorquinos suelen tener una idea un tanto inflada de la importancia de su ciudad en el mundo, podría parecer excesivo pensar que los eventos recientes en la política municipal de la ciudad traen lecciones aplicables no sólo al contexto nacional en Estados Unidos, sino incluso internacionalmente. Sin embargo, lo voy a intentar.
La alcaldía de Nueva York tiene una importancia desproporcionada en la política estadounidense. Con un presupuesto de 100.000 millones de dólares, más de diez mil por habitante, su propio impuesto sobre la renta y amplios poderes públicos, Nueva York se parece más a un califato semi independiente que a un municipio tradicional.
La política de Nueva York ha seguido la pauta de polarización geográfica del resto del país. Como la mayoría de grandes urbes, el partido demócrata siempre ha predominado, pero en los últimos años la posibilidad de una victoria republicana en las elecciones a la alcaldía parece tan remota que la alcaldía se decide de facto en las primarias del partido demócrata.
En los últimos años la posibilidad de una victoria republicana en las elecciones a la alcaldía de Nueva York parece tan remota que se decide de facto en las primarias del partido demócrata
El año pasado, las primarias neoyorquinas tuvieron lugar en plena eclosión Woke del progresismo norteamericano. Como era previsible, los poderes fácticos dentro del partido demócrata local (los apparatchiks demócratas, los poderosos sindicatos de trabajadores públicos, el New York Times), todos ellos miembros de las clases PMC (professional-managerial class) y cada vez más desconectados del electorado de clase trabajadora, se decantaron por candidatos exquisitamente Woke, o al menos conversos razonablemente plausibles a la nueva religión secular, y en particular al dogma de que la policía no era una solución sino un problema, a resolver mediante el recorte de su personal y presupuesto.
La campaña fue entretenida, y el Wokismo demostró sobradamente su capacidad de dar espectáculo, incluyendo revueltas del personal de campaña de algunos candidatos Woke por su insuficiente Wokismo, y apparatchiks de reciente conversión al feminismo de línea dura metoo-izados a mitad de campaña. Sin embargo, desde el primer momento los sondeos indicaban una fuerte desconexión entre los votantes, particularmente los trabajadores de color, y el discurso Woke. La cháchara inane de “defund the police” era particularmente impopular en vecindarios donde la tasa de delincuencia se había disparado durante la pandemia.
El resultado fue demoledor. El ganador fue un policía negro ignorado por completo por las élites del partido, que arrasó en las zonas de clase trabajadora negra e hispana. Los candidatos Woke de las clases profesionales quedaban muy atrás, incapaces de atraer votos fuera de los vecindarios de profesionales pudientes en Brooklyn.
Al haber triunfado sin el apoyo del establishment demócrata, Eric Adams asume la alcaldía con un margen de maniobra inusual
Al haber triunfado sin el apoyo del establishment demócrata, Eric Adams asume la alcaldía con un margen de maniobra inusual. No debe nada a ninguno de los estamentos que controlan de facto la política de partido único en la ciudad: apparatchiks de partido, activistas profesionales, y los sindicatos de unos servicios públicos que describiría caritativamente como sobredimensionados e ineficaces.
Este margen le ha permitido entrar de lleno en el frente político más candente del momento: la educación pública, que en EEUU es una competencia municipal. Los sindicatos de maestros en las grandes ciudades demócratas utilizaron su poder político para cerrar a cal y canto las escuelas, en muchos casos desde el principio de la pandemia hasta otoño del año pasado. La chapuza del “aprendizaje a distancia” ha causado una verdadera crisis académica y de salud mental entre los alumnos, que entre los más vulnerables adquiere tintes catastróficos.
Los sindicatos de maestros en las grandes ciudades demócratas utilizaron su poder político para cerrar a cal y canto las escuelas
En respuesta al runrún sindical sobre posibles cierres por la variante Omicron, Eric Adams ha dejado muy claro que, a diferencia de su predecesor, no tolerará más cierres de escuelas. Por si fuera poco, el nuevo canciller del departamento de educación neoyorquino, designado por Adams, acaba de tomar posesión de su cargo con una espectacular andanada retórica contra la burocracia e ineficiencia de las escuelas públicas neoyorquinas, que gastan ya casi cuarenta mil dólares por alumno y año sin los resultado que cabría esperar de semejante presupuesto.
El futuro inmediato del partido demócrata es poco prometedor. Encaminan las elecciones de 2022 como el partido de la inflación, las majaderías Woke y los cierres escolares; es difícil decidir qué es más impopular entre el electorado. Pero un desastre electoral podría tener su rayito de luz, abriendo el camino a candidatos como Eric Adams, que rompan el monopolio de las clases medias universitarias en el partido y le permitan reconectar con los trabajadores.