¡Ay, no me voy a sacar la foto!
Las mujeres sin ocupaciones domésticas familiares no manifiestan diferencias apreciables, en materia de salario y responsabilidad, respecto a los hombres de la misma cualificación y disponibilidad
Ante las cámaras de televisión y los fotógrafos, en el photocall del Fórum sobre Liderazgo Empresarial y Directivo Madrid Leaders Forum, organizado por CEIM (Confederación Empresarial de Madrid), hay tres hombres y una mujer.
De repente, Nadia Calviño, ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, rehúsa el posado y sale del grupo diciendo “Ay, no me voy a sacar la foto”. Finalmente, el posado acaba tomando cuerpo: dos hombres y dos mujeres. La paridad de género.
Más allá del hecho protagonizado por la ministra, más allá de la contradicción que supone la fotografía de Nadia Calviño con sus colegas –mayoritariamente hombres- del ECOFIN; más allá de eso, el gesto de Nadia Calviño banaliza la cuestión de la paridad de género y hace un feo –sonriente y educado- a los organizadores del Fórum empresarial. Sin embargo, el gesto de la ministra invita a hablar de la paridad de género por decreto, también conocida como discriminación positiva.
Paridad y discriminación positiva
Una paridad o discriminación positiva que suele extenderse, entre otros colectivos, a las etnias, los credos, los pueblos o las culturas. El principio de la paridad o discriminación positiva: todos los colectivos tienen derecho a beneficiarse por ley de una serie de cupos y preferencias con el objeto de anular la exclusión y marginación que padecen por el hecho de ser –así, sin matices individuales- un colectivo postergado.
¿Y si ello no fuera cierto? ¿Y si la paridad o discriminación positiva produjera lo contrario de lo que dice buscar? Thomas Sowell, economista y politólogo norteamericano –por cierto, negro-, lo afirma con rotundidad: la discriminación positiva, lejos de resolver la exclusión y la marginación, la fomenta. No sólo lo afirma, sino que, datos en mano, lo prueba (La discriminación positiva en el mundo, 2006)
Queriendo hacer el bien se puede hacer el mal
Thomas Sowell, después de estudiar los casos de la India, Malasia, Sri Lanka, Nigeria y Estados Unidos, concluye que la discriminación positiva, esto es, el establecimiento de grupos preferentes, ofrece más perjuicios que beneficios. El balance del estudio:
- Los miembros de grupos no preferentes, así como los propios grupos no preferentes, se recalifican arbitrariamente como miembros de grupos preferentes para conseguir ventajas.
- Los miembros de grupos no preferentes utilizan individuos que sí lo son para obtener contratos preferentes que empeoran la situación de grupos preferentes que sí necesitan ayudas.
- Los sectores acomodados de los grupos preferentes obtienen beneficios en detrimento de los desfavorecidos del mismo grupo.
- Los desfavorecidos que reciben ayuda son minusvalorados por sus colegas al considerarlos faltos de méritos.
- Desaparece el incentivo y la cultura del esfuerzo al tiempo que aparece la cultura de la beneficencia.
- Emergen resentimientos intergrupales.
En resumen: la deshonestidad, el despilfarro, la ineficacia, la desigualdad, la discriminación y los conflictos intergrupales que ponen en peligro la propia estructura social.
La discriminación positiva o acción afirmativa no es un traspaso de beneficios de un grupo a otro cuyo resultado final es la suma cero –cosa, por lo demás, escasamente productiva y gratificante-, sino un proceso que, además de no aprovechar las posibilidades existentes, acaba siendo de suma negativa. Queriendo hacer el bien se puede hacer el mal.
Oportunidades, trabajo y esfuerzo
Si –pregunta el autor- los negros, chinos y japoneses estadounidenses de las primeras décadas del siglo XX consiguieron llegar a la universidad y al mercado laboral sin el auxilio de la acción afirmativa, si malayos y nigerianos padecieron menos violencia intergrupal antes de las políticas de discriminación positiva impulsadas en dichos países, siendo ello así, ¿por qué no olvidar la acción afirmativa en beneficio de la igualdad de oportunidades, el trabajo y el esfuerzo? ¿Y si los colectivos que liberar no quisieran liberarse por decreto o quisieran hacerlo individualmente a su manera?
¿Por qué hay mujeres que no pueden posar en el `photocall´ empresarial?
Volvamos al posado del photocall -a su mensaje- que abre estas líneas. ¿Por qué hay mujeres que no pueden posar –dejando a un lado a las que no quieran- en el photocall? Porque, no tienen trabajo más allá del hogar.
Cosa que nos remite a otra pregunta: ¿por qué la tasa de empleo y actividad, así como el salario y el acceso a los puestos de alta responsabilidad, es menor en la mujer que en el hombre?
Un par de variables y un detalle.
La primera variable explica la menor tasa de empleo femenino: muchas mujeres escogen voluntariamente –por razones varias en las que no me detendré aquí– no competir en el mercado de trabajo y dedicarse a las ocupaciones domésticas.
La segunda variable explica el menor salario y acceso a puestos de alta responsabilidad de la mujer: muchas mujeres se incorporan todavía al mercado laboral con una inferior cualificación profesional, cosa que les conduce a trabajar en algunos sectores de baja remuneración; muchas mujeres suelen elegir trabajos compatibles con alguna ocupación doméstica y ello dificulta una entrega laboral completa –dedicación, horarios, desplazamientos, viajes– que tiene su traducción en términos de salario y responsabilidad.
El detalle: las mujeres sin ocupaciones domésticas familiares no manifiestan diferencias apreciables, en materia de salario y responsabilidad, respecto a los hombres de la misma cualificación y disponibilidad.
El feminismo contra la mujer
Hay que democratizar el discurso feminista en favor de la mujer. Ello pasa, en primer lugar, por desvelar tópicos. Y pasa, en segundo lugar, por reconocer y legalizar el derecho a decidir de la mujer.
La imposición feminista pone en evidencia las características de un integrismo que se empeña en elaborar un proyecto de “ingeniería social deliberada” (Eric Hobsbawm) que criminaliza y excluye a quien piensa distinto. Un integrismo feminista que acaba perjudicando a quien asegura querer liberar y emancipar. Acaba perjudicando a la mujer
El feminismo no debería imponer, por decreto político-ideológico, su modelo de liberación y emancipación a las mujeres económica y profesionalmente no privilegiadas que no lo quieran.