Autónomos inteligentes, paro eficiente

A día de hoy, según los últimos datos del Gobierno, hay apenas 1.920.000 autónomos en España. Si consideramos una media de 250 euros mensuales, representan un ingreso teórico –no todos pagan o pueden pagar– al Estado de unos 480 millones de euros al mes. Como referencia, el Estado paga de paro cerca de 3.000 millones de euros al mes, casi seis veces más.

Podemos decirlo sin pudor: hacerse autónomo hoy en España no es inteligente. Es, en el mejor de los casos, una obligación o una imposición para ejercer una actividad. Mientras en países como el Reino Unido, las cuotas comienzan en apenas 12 euros o en Estados Unidos 50 dólares, aquí el desembolso mínimo son 250 euros, cerca de 20 veces más por el mismo servicio. En un mundo global, ser autónomo en España es un fraude. Sin duda, es más inteligente agotar el paro que hacerse autónomo.

Un autónomo inteligente requiere de un gobierno inteligente, y eso es como el chiste sobre la dificultad de coexistir la inteligencia –ojo: que no la eficiencia– en un servicio de inteligencia. Tampoco entraremos a la enésima crítica aburrida a este Gobierno que nunca ha pisado la calle y que desconoce la realidad diaria del ciudadano. Vayamos a los números que, a lo sumo, debe entender de una forma elemental.

El Estado requiere ingresar 480 millones al mes. Con la opción actual, tenemos apenas 1.900.000 autónomos. ¿Cuánta gente accedería a ser autónomo si fuera un precio muy inferior? ¿Cuánta gente desarrolla actividades mínimas de subsistencia como incluso la gestión de casa, dar clases particulares, o pequeñas ventas en internet? ¿Cuántos parados hacen chapuzas? Si esta gente tuviera un sistema flexible con pagos de 30 euros al mes con los que se cubriera un mínimo como la Tesorería General de la Seguridad Social ¿cuántos se darían de alta? Personalmente conozco unos cuantos. Haciendo números, los suficientes para cubrir los 480 millones al mes.

Pero más diligencia aún. Los ingresos directos aumentan pero los indirectos se disparan. No sólo ingresaríamos a una cantidad importante de personas al sistema sino que dotaríamos a otros de unos recursos y liquidez extraordinarios. Los autónomos inteligentes son los que mueven un país inteligente. Los autónomos obligados son los que mantienen un sistema ineficaz. Inteligencia es reducir las cuotas al mes drásticamente, flexibilizar el sistema –alta y bajas por internet según necesidades, como una gestión bancaria— y, cómo no, que el cliente –sí, lectores, el autónomo es un cliente del Estado, no un siervo-– vea la utilidad del sistema y no la obligación del sistema.

Cansados estamos ya de decir que un Estado moderno debe servir a los ciudadanos, no esclavizarlos y tampoco mantenerlos con pagos por nada. Los incentivos a los autónomos deben simultanearse con medidas drásticas en las cotizaciones y en la gestión del paro. Ni un sólo pago más a un parado sin una devolución al Estado. Quien cobre paro debe a diario –sí, a diario, no sellar cada mes– devolver con servicios su ingreso: limpiar calles o bosques, ayudar a ancianos o hacer miles de actividades podemos buscar. Debe saber que le ayudamos, no que le mantenemos.

El Gobierno quiere milagros pero quizás hay soluciones más prácticas. Recurramos a la razón, no a Dios para salvar el país. Reduzcamos al mínimo la cuota de autónomos y pongamos obligaciones a los que cobren paro –recordemos casi 3.000 millones al mes–. No se sorprenderán si en pocos meses bajamos en picado nuestra tasa de paro. Y esos números, para un Gobierno que no pisa la calle, generarán nuevos recursos. Nuevos recursos con los que se pueden atender a los necesitados de verdad, que los hay. Generemos recursos, no mantengamos más sistemas de esclavitud y muchas veces de cachondeo. Seamos un referente, no un retrato divertido de lo que no hay que hacer en el mundo.