Así que pasen cinco años 

Si en el 17 el Partido Socialista se situó claramente enfrente de los que buscaban la ruptura de la igualdad de todos ante la ley, ahora el socialismo es colaborador necesario, por no decir imprescindible, de lo que ocurre.

¿Estamos igual ahora que en otoño de 2017, pero a escala española? ¿Es una réplica del procés el desmantelamiento de garantías jurídicas al que estamos asistiendo atónitos en el Congreso de los Diputados? ¿Volverá a ser España la misma después de hacer un corta y pega del código penal para evitar que entren en la cárcel importantes delincuentes del partido de gobierno, de los partidos que dan apoyo al gobierno, y hasta de algún otro partido que, sin estar directamente en el ajo, ya le va bien también que se relajen ciertas cosas, y por eso, mira para otro lado cuando se le proponen mociones de censura? ¿Hay que responder a todo eso como se respondió hace cinco años, para parar el golpe y abrir camino a la primera y por ahora única victoria de un partido seria y eficazmente antiindependentista (lo siento, ahora mismo el PSC no entra en esa categoría….) en las elecciones catalanas, cuando Ciutadans con Inés Arrimadas al frente en Cataluña, y Albert Rivera en Madrid, hizo historia? 

Mucho se ha dicho y se dice aún que aquella esplendorosa victoria del constitucionalismo no aplacado ni abrevado por ningún pacto de poder con el establishment catalán de los últimos cuarenta años “no sirvió de nada” porque al fin y al cabo Arrimadas no fue presidenta, no pudo ni siquiera intentarlo, y encima “nos abandonó”, según algunos, para irse a Madrid a las órdenes y a la vera de Rivera. De nada sirve explicar una y otra vez que otro tanto podría decirse de Salvador Illa: ganó las últimas elecciones (con bastantes menos votos que Arrimadas), tampoco fue candidato a la investidura que se sepa (es de suponer que con las mismas ganas que Arrimadas) y no sé si debemos colegir que su etapa de ministro en Madrid fue una etapa de “abandono” o por lo menos de desentenderse de Cataluña.

Desde luego, su gestión en el ministerio de Sanidad no alivió lo más mínimo la tragedia del Covid-19 para unos 9.000 catalanes muertos en las residencias de mayores, víctimas de unas decisiones del gobierno catalán tan malas como las que en la Comunidad de Madrid tomo Isabel Díaz Ayuso, provocando la dimisión del entonces consejero social que era de Ciudadanos: Alberto Reyero. En Cataluña no dimitió nadie. Ni se ha podido crear una comisión parlamentaria de investigación (solo un vago remedo, casi burla, de la misma) porque el PSC usa sus votos para impedir que se airee en Cataluña lo mismo que le interesa denunciar solo en Madrid. Cosas veredes, Sancho… 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE/Juan Carlos Cárdenas

A dónde quiero ir a parar: sin duda hay fuertes similitudes entre el explosivo escenario de autogolpe institucional del 17 en Cataluña y el que vivimos ahora a escala general, pero hay también un cambio sustantivo. E inquietante. Si en el 17 el Partido Socialista, con sus más y sus menos, así fuese con menos ímpetu que Ciutadans, así fuese mercadeando con cosas como que la aplicación del artículo 155 no incluyera la intervención de TV3, y tal y tal, se situó claramente enfrente de los que buscaban la ruptura de la igualdad de todos ante la ley, de la soberanía nacional y de la convivencia, de todo aquello, en una palabra, que nos protege y que nos une, ahora el socialismo es colaborador necesario, por no decir imprescindible, de lo que ocurre

Lo que ocurre ahora es el pacto del Majestic de Pedro Sánchez. Con el agravante de que José María Aznar se limito a descabezar para siempre al PP como partido de oposición antinacionalista en Cataluña y a ceder un buen racimo de competencias y de tramos del IRPF… No se hablaba todavía de impunidad de delitos ni de bendecir el avasallamiento institucional de media Cataluña por la otra. No descaradamente por lo menos

Llegados a este escenario, en que los dientes de sierra son tornadizos, en que un ciudadano catalán y español no sabe demasiado en quién puede confiar, de los dos grandes partidos que vienen siendo los protagonistas de la Transición y de todo lo que ahora nos pasa, ¿qué podemos y debemos hacer? ¿Cómo se sale del túnel y del lío? 

«Peix al cove»

Miren, les daré una pista: ¿se acuerdan de Jordi Pujol, de su lobby catalán y de su peix al cove? ¿Han visto el garbo que se da ahora mismo ERC -de Bildu mejor ni hablar…- para arrancar concesión tras concesión a sus intereses de partido y de tribu, que no intereses generales, del presunto gobierno de la nación y hasta de la lánguida, inapetente oposición? ¿Han tomado nota de cómo aquí todo el mundo va a lo suyo, y el que venga detrás, que arree? 

Hace falta un peix al cove justo al revés. Un lobby bueno. Una influencia limpia. Alguien a quien mirar a los ojos con la absoluta seguridad de que no va a vender nunca más Cataluña -ni por supuesto ningún palmo de España- a cambio de ventajas de partido o personales

Alguien que apriete las tuercas flojas y hasta podridas del sistema (empezando por la ley electoral y el pasteleo de jueces y medios de comunicación públicos…) en beneficio de TODOS, para variar. Una legión de abogados del Estado de Derecho y de luchadores por la libertad y la igualdad. Serán (seremos) pocos o (seremos) muchos, pero con estar seguro de lo que son (somos), será (seremos) suficientes…