Artur Mas, Friedrich Nietzsche, y el último mohicano

 

Friedrich Nietzsche escribía hacía 1886 que “solo lo que se hace por amor acontece más allá del bien y del mal”. Después de ver a nuestro (le votemos o no, es nuestro) president Artur Mas entrando y/o escapando como mínimo dos veces en una semana por las puertas de atrás, en Reus y Girona, debemos dudar ya no tanto de su capacidad para enfrentarse a la actual situación económica y social, sino incluso de su amor al país.

Hace cerca de 20 años, Michael Mann dirigió en 1992 la adaptación de la novela de James Feminore Cooper El último mohicano. En ella, el joven guerrero, Uncass, está llamado a ser el heredero y continuador de la tribu mohicana de la familia algonquina. En una escena épica, con una excelente banda sonora de fondo, muere en una lucha contra su enemigo, el indio de la tribu Hurón Magua. Minutos más tarde, el padre de Uncass mata a Magua y se convierte en el último mohicano.

Uncass nos enseñó que su lucha, sin lugar a dudas por amor, estaba más allá del bien y del mal. Mas entrando y/o huyendo por la puerta de atrás nos envía el mensaje de que, directamente, no quiere luchar. Por lo tanto, no tiene amor por lo que hace y se esconde cual cobarde de sus actos. Entre Uncass y Mas muchos recordaremos al president Pujol, cuando en una escena que está grabada en mi retina, bajó de un coche mientras le zarandeaban. Ganó el respeto de mucha gente. Viendo las actuaciones de Mas no dudo de que muchos verán al anciano Pujol como el último mohicano. Una constatación grave sin lugar a dudas para el actual jefe del Ejecutivo catalán.

Artur Mas dijo rodearse de los mejores. Pero analicemos dos consejerías claves: Economia i Coneixement, con el conseller Mas-Colell más preparado para enseñar que para ejecutar; o Empresa i Ocupació, con el conseller Mena que, la verdad, uno cree que en su vida ha bajado al ruedo empresarial. El primero es incapaz de articular una defensa para explicar el retraso en las pagas extras de los funcionarios. Se refugia en el tan manido: “No nos pagan, luego no podemos pagar”. Este discurso en cualquier empresa sería un argumento tan ridículo que daría vergüenza hasta rebatirlo. El segundo, Mena, se pasa el día presentando planes y dando lecciones de teoría mientras su incapacidad manifiesta, fuera del ámbito docente, le deja en evidencia en cada paso y declaración.

El president Artur Mas prometió los mejores. Pero, seamos francos, se ha rodeado de un grupo de excelentes profesores de universidad, y supongo excelentes personas, que en su vida no han sabido qué es sufrir, ni se han enfrentado a un problema social y, encima, ni entienden, ni quieren entender que para salir de esta situación es necesario colocarse más allá del bien y del mal. Dicho de otra manera, ponerle amor. Mucho amor.

Amor a lo que se quiere hacer, amor a lo que hay que decidir, amor al trabajo, amor a largas reuniones, amor a enfrentarse a los problemas, amor al diálogo, amor a tomar decisiones, amor a hacerse respetar, amor a uno mismo, amor a salir por la puerta de delante sin nada que ocultar, amor a buscar soluciones, amor a ser transparente. Todos esos amores que, como diría aquella canción juvenil, son amores que matan pero que nos permiten afrontar una situación extraordinaria con las mejores garantías.

En vez de salir por la puerta trasera, Mas debería abrir la de delante y liderar un país. Tomar decisiones claras, y no a escondidas. Huir de las reuniones fingidas y estúpidas con unos y otros. Seamos francos: cuando uno hace dos reuniones y no se avanza, ¿para qué hacer la tercera? Un president tiene que dar la cara ante la gente, y no sólo en entrevistas “simpáticas” con Mònica Terribas. Debe conocer qué pasa, ir a un comedor social, y ayudar a fregar los platos, pasearse por un juzgado mercantil y escuchar voces, ir a cenar la noche antes de un deshaucio a la casa afectada, ir a una empresa y explicar a los trabajadores por qué ese mes no se cobra. Debe, en definitiva, patear la calle, y si es necesario no dormir, como mucha gente en este país. Eso es amor a un país. Y para eso hacen falta líderes de verdad, no líderes que salen por la puerta de atrás, como si la cosa no fuera con él.

Uncass murió luchando, pero quedó en el recuerdo por todas sus acciones y valor. Artur Mas si sigue por este camino acabara engullido en su despacho presidencial sin poder ni tan siquiera salir a tomar un café. Mas allá del bien y del mal era una feroz crítica a la moral de los pensadores de su época, a la falta de sentido crítico alguno de los autodenominados moralistas y su pasiva aceptación de la moral establecida. Nada diferente a la actuación de Artur Mas: falta de sentido crítico y aceptación de las cosas sin ofrecer lucha, huyendo por las cañerías sin demostrar la autoridad de un president.

Dudo de que alguien le pase esta columna a Mas. Porque me da la sensación, además, de que su cuerpo de asesores verán en ella algún tipo de sectarismo por mi parte, como decía Nietzsche con esa visión moralina de la realidad. Pero president, lamento indicarle que está escrita desde el amor porque es la única manera de poder navegar más allá del bien y del mal. Y no se equivoque, ahora es lo que toca.

Y acabo. No hay duda de que el equipo teórico que acompaña a Artur Mas no es la mejor compañía. A buena hora pensó en teóricos para enfrentarse a un problema práctico. Seguramente saben mucho de economía y de dar lecciones. Pero ahora, que nadie se olvide, hace falta gente que sepa de qué va la vida, y sobre todo que la hayan vivido intensamente. Por eso tiene que dar ya un golpe de autoridad, como cambiar el Govern. Si lo piensa verá que es la única alternativa para que siga habiendo mohicanos. Si sigue así, nadie dudará de que la historia dirá que el último mohicano fue aquel hombre ahora anciano que un día se bajo de un coche zarandeado.