Artur Mas después de las europeas
Sea cual sea el resultado de las elecciones europeas los dilemas de Artur Mas no harán sino avanzar hacia la irreversibilidad. La confusión irá en aumento en prueba de que la claridad en la toma de decisiones es lo que fortalece a los gobernantes, estén en la Generalitat o en la Moncloa.
Las últimas extrapolaciones demoscópicas calculan que CiU ahora mismo estaría casi un punto por detrás de ERC. En tal caso, o de producirse un mayor sorpaso republicano, ¿cuál será la reacción interna en Convergència? O se aprieta el acelerador o se busca un desvío.
De producirse el sorpaso, ¿qué haría ERC? ¿A qué balcón puede asomarse Junqueras para iniciar una secesión unilateral? ¿Se sumaría lo que quedase de Convergència y en qué caso se replegaría Unió?
Otra incógnita, desde la encrucijada del mal menor, es calibrar lo que más conviene a Rajoy y a quienes piensan que lo menos malo es parar el proceso secesionista porque divide a la sociedad catalana. ¿Le conviene a Rajoy una CiU debilitada y dispuesta a reducir velocidad o le va mejor una CiU que se desmorona?
La situación es realmente endemoniada. En la más noble de las suposiciones, tiene elementos de lo que se llama dilema corneilliano. En el teatro de Corneille, los personajes afrontan una situación de dilema en el que, sea cual sea la decisión que tomen, habrán de pagar un precio.
Un conflicto previo es el que se genera entre el deseo y la realidad. Los más profundos son los del deber y la pasión. Otros conflictos pueden ser más terrenales: contentar o no a un electorado, mantenerse al frente de un partido, resquebrajar la posición del otro o acabar resquebrajando la propia. Así será para Artur Mas después de las elecciones europeas. Le aguarda el dilema corneilliano, un dilema que sin duda le es conocido por su conocimiento escolar de la literatura francesa.
Una diferencia entre el teatro de Corneille y la actual coyuntura catalana es que los personajes secundarios se crecen: ERC y ANC. Han aparecido nuevos personajes, como Ciutadans. Y hay personajes que actúan entre bastidores, como son los lobbies empresariales.
En fin, tanto el escenario como los camerinos rebosan. Todos van a participar, pero la esencia del dilema corneilliano concierne ahora mismo a la conciencia política de Mas y a su capacidad estratégica, más bien indemostrada por el momento. Algunos observadores detectan flujos de votos en muchas direcciones, algunas inesperadas. Tiene lógica, porque a la sociedad catalana se le ha llevado hasta un horizonte crítico: irse de España o quedarse.
El avance de Ciutadans es un dato de peso, en paralelo con la aparición de plataformas constitucionalistas como Societat Civil Catalana. Tal vez Ciutadans llegue a ser tercera fuerza, por delante del PSC. ¿Y si al final se da un empate entre CiU y ERC? ¿Cómo queda el PP en Catalunya? ¿Cuál será la dimensión del abstencionismo?
Al asumir su dilema corneillano, Mas pudiera optar por apartarse y dar paso a una nueva estrategia convergente, pero también cabe la inmolación. Acaba de reconocer los riesgos de enfrentarse al Estado de Derecho y la Unión Europea le está diciendo por activa y por pasiva que no, que uno no deja de ser parte de un Estado miembro y sigue contando en Bruselas, como si nada hubiese ocurrido.
Una hipótesis es que Mas no resista la tensión del dilema corneillano. Dando un salto de más de dos siglos, podría invocar unos versos de El barco ebrio que probablemente le son familiares: “Oh, que mi quilla estalle! ¡Oh, que yo me hunda en el mar!”.