Artur Carulla, un soberanista de ‘paraíso fiscal’

Sabe muy bien que la patria y el dinero son vasos comunicantes; y, aunque proclama una transversalidad vocacional, vive pegado a las estribaciones soberanistas de CiU, la federación gobernante. Artur Carulla, presidenciable frustrado del Cercle d’Economia, es uno de los seis hermanos Carulla Font –Lluís, Jordi, Montserrat, Mariona, Aurelia y el propio Artur– hijos de Lluís Carulla Canals, fundador de Agrolimen, un conglomerado rampante, crecido a la sombra de socios como Procter & Gamble o Borden, dotado de 150 sociedades desparramadas en más de 100 países, con más de 20 centros de producción (en China, Rusia, Ucrania, Irán, Emiratos Árabes, México o Kenia), una plantilla de 7.000 empleados y una facturación superior a 2.000 millones de euros.

En un mundo sin matices, no solo hay que serlo, sino parecerlo. Se apunta al blanco o negro; se juega al todo o nada. El delito fiscal de los Carulla, o su simple presunción, es un arma arrojadiza, como el clembuterol del ciclista Alberto Contador. Aquí no vale el Código Olivencia. La carga de la prueba amenaza con abrir viejas heridas en el entorno familiar de los Carulla; puede convertir al mismo presidente de Agrolimen en testigo de cargo.

El juzgado estudia detenidamente el mercado exterior de Agrolimen, donde trabaja con firmas holandesas, como Venelpark y Merimare Investments Amsterdam, y con sociedades creadas en Costa Rica, Uruguay, Belice o Antillas Holandesa. Los Carulla centralizaron su administración en manos de sociedades, causantes de la investigación abierta. En el año 2009, “repatriaron” sus filiales americanas para ubicarlas en su sede de la avenida Diagonal de Barcelona y esta unificación supuso transmisiones accionariales.

La Agrolimen paralela es la que tiene ahora un saldo pendiente en los juzgados. Y los técnicos de Hacienda son así de precisos: “En la transmisión de paquetes accionariales de Agrolimen, los Carulla tomaron un atajo que les permitió defraudar al Fisco”. Muchas de estas decisiones se tomaron bajo la batuta de Artur Carulla, poco después de que Jaume Tomás (marido de Mariona, la presidenta de Palau) decidiera retirarse a causa de las presiones de sus cuñados.

Tomás, yerno del pionero y ex presidente de Fira Barcelona, fue en vida la imagen de la eficiencia y el preferido de Lluís Carulla Canals. En la etapa del Pacto del Majestic, Tomás fue propuesto como ministro catalán, pero eligió quedarse en Agrolimen. Cuando Narcís Serra decidió dejar la presidencia del MNAC, la Fundación Carulla quiso elevar en el cargo a Mariona Carulla. Pero Tomás lo frenó y, de paso, ayudó a su ex esposa, Mariona, a convertirse en la vicepresidenta de Orfeo Català, antes de llenar el vacío de Millet hijo. Después de la desaparición de su suegro, Tomás apostó y perdió. El día que se cumplía su edad de jubilación tuvo que dejar su cargo en Agrolimen y sus propios cuñados (Lluís y Artur) le obligaron a renunciar a su vocalía en el consejo de administración del BBVA.

Agrolimen es un entramado societario cuya consolidación generó cerca de 200 millones de euros en plusvalías tácitas que escaparon al control del fisco disparando las alarmas de la Agencia Tributaria. Las primeras pesquisas recayeron sobre Jordi Carulla (hermano de Artur), cuyos abogados, Emilio Zegrí y Fermín Morales, basaron la defensa en la inexistencia de un expediente tributario. De entrada, tampoco hubo informe de la unidad de delito tributario ni querella de la Fiscalía. Pero Hacienda no da puntada sin hilo. Lanzó el órdago Carulla hace casi dos años y, ahora, a la vuelta del tórrido verano que ha devastado bosques enteros, la Justicia mueve ficha. El titular del Juzgado número cuatro de Barcelona, Josep Maria Miquel Porras, encargado del caso, ha enviado requerimientos a los bancos que trabajan con la familia Carulla, pero ha recibido la callada por respuesta. Cuando el asunto parecía olvidado, la Inspección retoma la pista de la distracción de fondos en paraísos fiscales. Su contumacia resulta extenuante y sus funcionarios le cuelgan al affaire este apéndice interrogativo: ¿Reinvierten en Catalunya sus beneficios los dueños de Agrolimen? ¿O prefieren la eficiencia global del dinero caliente?

Artur, la cabeza visible del grupo alimentario, es uno de los pocos empresarios catalanes que ha manifestado abiertamente su independentismo. Sin embargo, después del encontronazo judicial, le será difícil compaginar su perfil de emprendedor acerado con el interés general del país.

En el terreno de los símbolos, Agrolimen, es una empresa nacional. Es una compañía marcada por su fundador, Carulla Canals, integrante de la generación de oro (los Millet i Maristany o Cendrós, entre otros, fundadores de Òmnium) que, en el tiempo de silencio, fueron capaces de responder a Vicens Vives (¿Dónde está la clase dirigente?) a golpe de talonario y de compromiso político. Pero el turno de los forjadores es historia y, más allá de su indiscutible trayectoria de éxito, Agrolimen es hoy una corporación secuestrada por el funcionalismo de su segunda generación, a la espera del tercer turno: 19 primos hermanos, hijos de los Carulla Font (nietos del fundador), tenedores de paquetes accionariales menores que se debaten entre el paseo en catamarán y la implicación en el negocio. La sucesión parece asegurada y el mismo Artur Carulla limita su función de presidente en la figura de Joan Cornudella, un consejero delegado con plenos poderes.

La empresa familiar catalana es carne de consultor. Agrolimen no podía ser una excepción; y no lo ha sido, gracias al concurso de proveedores de inteligencia emocional, como KPMG o Garrigues, inspiradores de los protocolos que gobiernan también en otros entornos paralelos, como Puig, Nutrexpa, Planeta, Mango, Uriach, Molins o Esteve, almas gemelas unidas entre sí por la fobia compartida hacia los mercados bursátiles.

En el mundo de los dueños absolutos, la sociedad anónima está mal vista. La cotización de las empresas en mercados al contado es el gran enemigo. La comandita empequeñece el futuro de la economía catalana en la medida en que dificulta la internacionalización y el tamaño de las empresas. Pero en los negocios, el volumen y el valor no dificultan la tasa de retorno.

Además, el objetivo de obtener altos beneficios se compagina fácilmente con el entorno cultural y societario de las empresas, a través de los patronatos, un terreno bien labrado por los Carulla. Como todo gran patrimonio familiar que se precie, los dueños de Agrolimen rinden culto a su creador en la Fundación Lluís Carulla, con sede en l’Espluga de Francolí, situada muy cerca del Monasterio de Poblet y a tiro de piedra de las madreselvas de Milmanda, una fortaleza militar medieval convertida en bodega, que ha cambiado sus escudos de armas por el cultivo de la viña.

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