Arrufat o el despiste de la izquierda independentista anticapitalista
En una entrevista concedida a un rotativo catalán, el exdiputado de la CUP Quim Arrufat ha explicado que probablemente no acudirá a votar el 20D pero que, en caso de hacerlo, votaría la lista encabezada por Xavier Domènech porque ésta es la única candidatura que defiende el referéndum y puede provocar los necesarios cambios democráticos en España que permitan desencallar la situación catalana. Sorprendente, ¿no les parece?
Pero lo más sorprendente de la entrevista es que Arrufat diga que su segunda opción sería votar a Gabriel Rufián, el candidato de ERC, aunque él no comprenda «por qué va a Madrid», dando a entender que los soberanistas catalanes no deberían participar en las elecciones españolas. Oída la entrevista, la sensación que da este joven profesor (porque ahora está contratado por la UB, aunque supongo que está mal pagado como la mayoría de falsos profesores asociados) es la que daría alguien que defendiese un pensamiento pre-político.
¿Espera o no espera algo de Madrid, Quim Arrufat? Porque si la justificación para decidirse a votar a En Comú Podem es que sólo ellos pueden desencallar la situación, es injusto el reproche a ERC. Ellos podrían decirle lo mismo y replicarle que en Madrid sí que se va a decidir algo en relación con Cataluña. Lo mismo podría decirle Francesc Homs, el candidato de DiL.
Ambos podrían pedirle el voto con el argumento de que las mayorías que se fragüen en Madrid sólo estarán condicionadas de verdad por la presencia fuerte y rutilante del independentismo. Pero no, Arrufat antes se cortaría la mano que votar por Rufián o Homs. En la mentalidad de algunos militantes de la CUP, especialmente del sector joven, cualquier soberanista es peor que un señor que, como Domènech, no apueste por la independencia y en cambio vuelva a repetir el «apoyaré» zapaterista en versión referéndum.
Claro está que Arrufat dice ser, como Domènech, heredero de Pi i Margall, que, aunque les duela a los dos, siento comunicarles que pertenece más a la tradición de Miquel Iceta que a la del catalanismo de izquierdas. La izquierda independentista, y eso se lo podrían contar los viejos que constituyeron el PSAN y sus derivados, le debe mucho más a Narcís Roca i Farreras y a Valentí Almirall (como se lo podría corroborar el profesor Josep Pich) que al prócer del republicanismo federal, por muy catalán que fuera. Por lo menos esta fue la interpretación canónica que durante muchos años sostuvieron los dirigentes e intelectuales independentistas. Por ejemplo, Josep Ferrer, Félix Cucurull o Eva Serra.
El embrollo en el que andamos metidos en Cataluña desde el 27S tiene que ver con las posiciones de Arrufat y de un buen número de dirigentes de la CUP, cuya tradición política está desligada del soberanismo de izquierdas de este país. Que Albano-Dante Fachín sea una especie de peronista que habla catalán hasta cierto punto se puede entender: él está criado en una tradición ideológica que nada tiene que ver con la izquierda independentista. Ahora bien, que un militante de la CUP se le parezca como una gota de agua quiere decir que algo les pasa.
Los que crearon el PSAN en 1968 podían haberse apuntado al PSUC cuando salieron del FNC, el primer partido independentista de izquierdas posterior a 1939, si lo que querían era reivindicarse como comunistas. Eran comunistas pero no se apuntaron al PSUC porque eran, precisamente, independentistas catalanes. Lo explicó muy bien hace algunos años Josep Ferrer (un señor con la cabeza muy bien amueblada que sin embargo en los años posteriores a 1980 dejó la política y se dedicó a sus quehaceres privados en el departamento de publicaciones del Parlamento de Cataluña) en el libro Per l’alliberament nacional i de classe, publicado en 1978 y que cuesta un poco de encontrar.
Al final uno tiene la impresión de que la joven izquierda independentista no sabe en qué país vive o quiere vivir. Se lo podría contar la actual diputada Gabriela Serra, por lo menos desde el punto de vista nacional, porque desde 1977, cuando era militante del Movimiento Comunista de Cataluña (MCC), ese partido maoísta que montaron unos vascos desgajados de ETA, se unió al Partido Carlista y a algunos independientes para crear una «agrupación de electores» y presentarse a las elecciones generales de 1977 con el nombre precisamente de Candidatura d’Unitat Popular pel Socialisme (CUPS). Mi amiga Gabriela está en el negocio de la política incluso antes que el presidente Artur Mas.
Ese grupo de gente, que sólo obtuvo 12.040 votos y ningún diputado, dio su apoyo a Lluís M. Xirinachs, que sí salió elegido senador, aunque después se integrase en el grupo de senadores de la Entesa dels Catalans, la exitosa candidatura que contó con el apoyo de comunistas, socialistas y nacionalistas de ERC, además de contar con el apoyo de Estat Català, FNC y un nutrido grupo de independientes de izquierda.
Ahí no estaban los pujolistas, que se presentaron por su cuenta. Y sin embargo, a los de la CUPS de entonces, la Entesa les sabía a poco. Hay gente que lleva años equivocándose y aún se atreve a dar lecciones desde el atril del Parlamento.
No es país para viejos con memoria. Ver a los jóvenes de hoy en día argumentando lo mismo que antaño sólo puede tener una justificación. Nadie sabe nada y los más listos de la clase sobreviven porque el anonimato, aunque parezca imposible en tiempos de Internet, encubre la estupidez.