¡Arriba España!
La política tiene siempre algo de ritual. Esta semana PSOE y Ciudadanos han escenificado un acuerdo político que, de entrada, es un brindis al sol, porque a pesar de la solemnidad de la presentación, está claro que los 130 diputados que reúnen estos dos partidos son insuficientes para tirar adelante el acuerdo de legislatura.
La política española sigue empeñada en actuar como si los problemas si resolviesen en un plató de televisión en vez de debatirlos en el Congreso de los Diputados.
Lo cierto es que Sánchez y Rivera rubricaron un acuerdo de legislatura que presentaron en un documento de 66 páginas. El título de ese documento, Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso, tiene la virtud de eludir la grandilocuencia habitual en estos casos, aunque cabría discutirle la idoneidad de considerar reformista lo que, en realidad, no lo es.
Dejando a un lado que eso de autocalificarse «de progreso» esté un poco demodé porque las doctrinas de las causas finales no casan con el mundo actual, el reformismo al que alude el acuerdo se debería demostrar andando.
El acuerdo entre PSOE y Ciudadanos es un pacto nacionalista para defender España ante Europa y las exigencias de los soberanistas catalanes.
Lo bueno de ese acuerdo es, precisamente, que muestra a las claras cuál es el proyecto nacional que defienden los socialistas y los liberal-conservadores españoles. Lo diré de otra manera. Cuando en ese acuerdo de legislatura se aborda la «reforma del sistema democrático para reforzar los derechos y libertades» prescindiendo de lo que está ocurriendo en Cataluña, el mensaje está claro.
La España imaginada por PSOE y Ciudadanos es una ficción. En el mundo red de hoy en día, puesto que todos los poderes están interconectados, para ser eficaces se necesita que los centros de decisión sean proporcionados con las realidades que rigen.
Intentar formar gobierno en España prescindiendo de esa filosofía, que es la que sostiene el soberanismo catalanista, es como si los mandatarios europeos hubiesen decidido quedarse sentados a esperar que el Reino Unido decidiese no largarse unilateralmente de la UE.
Para evitar el conocido «Brexit», la UE agotó todos los recursos negociadores. PSOE y Ciudadanos, en cambio, miran para otro lado cuando se trata de discutir algo parecido.
La realidad está ahí. Cataluña tiene un gobierno catalán declaradamente independentista que tiene el apoyo de 72 de los 135 diputados del Parlamento y parece que PSOE y Ciudadanos le respondan con el grito mitológico de ¡Santiago y cierra, España! de las Navas de Tolosa.
En esa batalla ganaron los cristianos, es verdad. Ganaron los españoles, al decir de muchos. Es absurdo tratar de repetir la hazaña si lo que se pretende es construir el futuro. De seguir así, el enfrentamiento está servido.
El PSOE necesita el asidero de Podemos para minimizar los costes de su alianza con Ciudadanos. Pero Podemos le ha dado con la puerta en las narices. Aunque el partido lila se haya olvidado del referéndum cuando ha expuesto las razones por las cuales sus diputados votarán en contra de la investidura de Sánchez, la distancia entre PSOE y Podemos es cada vez más insalvable.
La Secretaría Política de Podemos, que encabeza Íñigo Errejón, presentó el jueves pasado un documento interno que detallaba las ocho razones por las que el partido rechaza el acuerdo suscrito por el PSOE y Ciudadanos.
La formación lila calificó ese plan de «lesivo para los derechos de las mayorías sociales» y se quejó de que «mientras trabajábamos [con el PSOE] para un acuerdo en materia de política económica que permitiera mirar a la mayoría, en la sala de al lado se redactaba la política económica del señor Garicano«, de corte liberal. ¿Qué interés puede tener Podemos en alimentar un programa, llamémosle «centrista», que, además, no disipa la humareda que invade Cataluña? ¡Ninguno!
A finales del mes pasado publiqué en esta misma sección el artículo ¡Socorro, España en quiebra! Perdónenme la auto cita pero es que en ese artículo servidor glosaba el comunicado de la Fundación España Constitucional con el que antiguos gerifaltes de UCD, PSOE y PP se manifestaban a favor de la gran coalición.
Estamos en ello, no lo duden. El pacto entre PSOE y Ciudadanos no tiene futuro a pesar de que vaya envuelto con celofán «centrista» que gusta tanto al IBEX 35 español como al unionismo inmovilista con base en Cataluña.
Mientras 220 diputados voten en contra de la investidura de Pedro Sánchez, tener 130 diputados a favor no le sitúa por delante de los 123 diputados que sacó el PP. Rivera y Sánchez rindieron tributo incluso a los símbolos al anunciar su pacto bajo El abrazo, un lienzo de Juan Genovés que para muchos es el emblema de la Transición, escrito con esa mayúscula de la idolatría.
De momento, sin embargo, ritual y votos no sirven para nada, excepto para alimentar el deseo. Por eso vaticino que lo que tiene recorrido es el relato (el deseo) puesto encima de la mesa por Ciudadanos. Es probable que tengan que cambiar los actores para que de pronto aparezca un Mario Monti hispánico que zurza la gran coalición que evite nuevas elecciones.