Argentina: así estaría España con Podemos en el poder
Argentina, castigada por la inflación y el conflicto social, envía señales de lo que significaría la llegada de Pablo Iglesias al poder
Regresar a Buenos Aires es para mi un ejercicio psicoanalítico. Se mezclan emociones contradictorias almacenadas en mis cinco años de estadía en la ciudad. Me reencuentro con amigos viejos que me dan pistar certeras de lo que ocurre y me inquieren sobre España, a la que conocen bien.
Mucha curiosidad sobre Podemos. Probablemente están prejuiciados por la herencia peronista de Cristina Kirchner. El país en bancarrota, la sociedad fragmentada, enfrentada irreconciliablemente, y la inflación desbocada.
Cenamos con periodistas. Todo giró alertando sobre los peligros de los populismos que ellos conocen muy bien. Me preguntan por Pablo Iglesias y su compañera sentimental y número dos de Podemos, Irene Montero. Me dicen, “¡pero es una reedición actualizada de los orígenes del Peronismo!” Sonrío. No pueden creer que todavía defiendan el régimen venezolano. Curiosidad por Manuela Carmena y su supervivencia en un entorno podemita. Por Ada Colau y su gobierno en un entorno secesionista. Les interesa mucho la crisis del PSOE y las posibilidades que tienen de recuperar el espacio electoral cedido a Podemos.
Intento reconducir la conversación al territorio de la Argentina, que es el que le interesa a esta crónica.
Néstor Kirchner y su mujer Cristina Fernández ocuparon sucesivamente la presidencia de Argentina desde 2003 hasta 2015, en una carrera de relevos que estaba pensada para un recorrido más largo. El fallecimiento repentino de Néstor Kirchner el 10 de diciembre de 2010 impidió la progresión.
Argentina es un país mucho más caro que cualquier europeo. Sus índices de pobreza y exclusión social son incomprensibles con la riqueza natural de la Argentina. Hay una desconfianza compartida y reciproca entre los consumidores y los bancos, recuerdo del default del 2002 y de los corralitos aplicados por los últimos tiempos de Cristina Kirchner.
Los bancos, incluidos los de matriz española, maltratan a sus clientes resignados. Sus escasas sucursales se parecen mucho más a la cola de un ambulatorio que a una oficina bancaria. Cumplir la ley es una odisea, porque realizar una transferencia legal, que ahora es posible, al exterior tiene más trabas que sacar la plata clandestina por un servicio financiero, a espaldas de la hacienda argentina.
Argentina es un país mucho más caro que cualquier europeo
Está siendo una semana poliédrica y condensada en la Argentina.
El gobierno de Mauricio Macri hizo el lunes balance de los resultados de la amnistía fiscal. Al cierre, los argentinos blanquearon 116.800 millones de dólares. Un tercio del producto interior bruto nada menos. También hicieron las paces con el fisco, 57.000 inmuebles que los argentinos tenían en el exterior sin declarar. La mayoría en Uruguay y Miami. Sin apenas pagar nada, quienes se acogieron al blanqueo, han conseguido que el gobierno se felicite por este importante retorno de capital. Aquí no ha pasado nada.
Esta misma semana, el magistrado Claudio Bonadío dictó el segundo auto de procesamiento contra la ex presidenta Cristina Kirchner y sus dos hijos, Máximo y Florencia, por la causa llamada Los Sauces. Tiene abiertas otras que en conjunto pueden significar condenas de decenas de años de cárcel por delitos de corrupción.
El magistrado Bonadío ha promovido embargos por valor de 130 millones de pesos, unos ocho millones de dólares al cambio actual. Muchos expertos penalistas vaticinan que será un milagro que Cristina y sus dos hijos no acaben “en cana”, que es como se le dice a la cárcel en el argot de la delincuencia.
El juez Bonadío ha promovido embargos por valor de 8 millones de dólares contra Cristina Kirchner
El asunto es tan serio que el juez Bonadío califica a la ex presidenta como jefa de una banda de malhechores integrada además por sus dos hijos. Las cifras de lo obtenido de forma ilícita desde la época en que Néstor Kirchner, marido de Cristina ya fallecido, era presidente de gobierno de la provincia de Santa Cruz, alcanzarían cientos de millones de dólares.
Para completar una semana tan densa, el jueves se celebró una huelga general convocada por los sindicatos peronistas que tuvo un recorrido notable en casi todo el país.
Las relaciones de los sindicatos con el gobierno de Macri están prácticamente rotas, sobre todo después de que el presidente de la república se refiriera a los líderes sindicales como “mafiosos” y que se conociera que Mauricio Macri, en el último consejo de gobierno afirmará que: “o los llevamos presos (por los líderes sindicales) o nos voltean”.
En el horizonte se encuentran ya las elecciones parciales legislativas que se celebrarán en octubre. Aunque todavía no está definido el liderazgo en el peronismo que sucederá al de Cristina Kirchner, se consideran como una segunda vuelta de las presidenciales que llevaron a Mauricio Macri a la presidencia de la república y a la expresidenta a someterse a los tribunales.
Las relaciones de los sindicatos con el gobierno de Macri están prácticamente rotas
Vayamos por partes.
Independientemente de las motivaciones políticas de la huelga general, no faltan razones para el descontento de una gran parte de la ciudadanía. Pero no se puede ignorar que las raíces están en el anterior gobierno peronista.
En los últimos meses, las tarifas de agua, gas y electricidad han sufrido aumentos que en muchos casos superan el 300%. Es cierto que el populismo de Cristina Kirchner tenía subvencionados a ricos y pobres que apenas pagaban por estos servicios básicos un puñado de pesos. Puro electoralismo.
Pero es verdad también que subidas tan grandes y tan rápidas han sembrado el descontento en capas muy importes de la población.
Los precios de los productos básicos, leche, pan y los de la cesta de la compra más elemental, duplican en muchos casos el precio de esos productos en España. La inflación en el 2016 rondó el 50%, la mayor de toda Latinoamérica con excepción de la tragedia de Venezuela. Y los precios no paran de subir mientras los salarios no pedalean al mismo ritmo.
La obstinación de mantener artificialmente el precio del dólar en el entorno de los 16 pesos hace que las exportaciones a precios descompensados hayan caído estrepitosamente y, con esto, el índice de la producción industrial, con una balanza comercial negativa por el precio prohibitivo de las exportaciones. Argentina compra mucho en el exterior, porque resulta barato y no puede vender a los precios que produce traducidos al dólar.
Los precios de la cesta de la compra más elemental duplican en muchos casos la de España
El desempleo está creciendo al igual que los índices de pobreza. Y el país está en plena negociación de salarios –aquí los convenios se llaman paritarias- con el primer conflicto surgido por las huelgas de los maestros a los que seguirán una cadena interminable.
Al poner en la balanza esta situación de las economías domésticas con los resultados de la operación de amnistía fiscal, la consecuencia no puede ser otra que la indignación.
Las esperanzas que habían surgido por el cambio político que puso fin a un largo periodo de peronismo kirchnerista se están amortiguando y Mauricio Macri, a pesar de las noticias de los sucesivos procesamientos de “la señora”, que es como se refieren a Cristina Kirchner en televisión con sorna, tiene agotado su periodo de gracia. Tiene que conseguir resultados en poco tiempo.
Para hacer más complicado este análisis, hay que poner en la coctelera el desprestigio de los líderes sindicales a los que aludía Macri como mafiosos. Los principales jefes de los distintos gremios llevan más de 30 años manejando el sindicalismo argentino. Se sabe que casi todos son millonarios, porque han administrado con autocomplacencia los inmensos fondos y subvenciones que han manejado en la época peronista, entre ellos las “obras sociales” o servicios de asistencia médica y social, que manejan con escaso control.
El peronismo siempre ha devorado los gobiernos cuando no han estado en ellos. Las huelgas pusieron contra las cuerdas el primer gobierno de la democracia de Raúl Alfonsín, mientras peleaba con una mano con la inflación disparada en un país en bancarrota, como dejaron los militares de balance de la dictadura, y los intentos sucesivos de nuevos golpes de Estado de los “carapintadas”, como se conocía entonces a los militares que protagonizaban continuas “asonadas”.
El peronismo siempre ha devorado los gobiernos cuando no han estado en ellos
Fernando De La Rúa, presidente después de Carlos Saúl Menen, tuvo que salir huyendo de la Casa Rosada en helicóptero para escapar de los manifestantes que le acechaban. Los peronistas no tienen piedad cuando no están en el gobierno.
En la prensa argentina hay muchas alusiones y advertencias sobre el paralelismo existente entre el peronismo y Podemos. Parece como si quisieran mandar avisos de lo que significaría la llegada de Pablo Iglesias e Irene Montero al poder en España.
Para ambientar esta crónica, visité en los últimos días el museo que en honor de Eva Duarte, Evita, que existe en Buenos Aires. Esposa de Juan Domingo Perón y de facto vicepresidenta de la república. El museo santuario de Evita es una evocación que mezcla sus joyas y sus trajes de Chanel con sus labores de ropero parroquial, que todavía genera una devoción casi religiosa entre los peronistas.
Un amigo periodista argentino me gastó una broma: “tengan cuidado con Irene Montero. Tengan cuidado, Evita empezó más despacio”.