Área Metropolitana de Barcelona: el debate pendiente
El desmesurado precio del alquiler en Barcelona obliga a la administración a plantear medidas de acción en clave metropolitana
Para los habitantes de Barcelona el precio del alquiler es una autentica tragedia.
Es una de las ciudades más caras del Área Metropolitana por detrás de Sant Cugat , Castelldefels y Tiana, con un alquiler medio que prácticamente dobla el de ciudades como Terrassa y todo ello con indicadores de crecimiento anual que agregados se sitúan en el entorno del 18% entre 2013 y 2017.
Las razones de todo ello son obvias: el porcentaje de vivienda de alquiler sobre el total es muy bajo y la reserva de vivienda pública escasa, de lo cual se deduce que los criterios de competitividad que mantienen estables los precios son frágiles.
Planificar la vivienda en clave metropolitana comporta nuevas obligaciones respecto a los servicios públicos
Dado que la capacidad para construir vivienda social en Barcelona es limitada, parece lógico suponer que lo realmente sensato seria un acuerdo global entre el conjunto de los municipios metropolitanos para acordar una política común de vivienda.
Este acuerdo no es fácil si en paralelo no existe un programa de ampliación del transporte público que permita una mejor movilidad, dado que la deslocalización de la vivienda incrementa las distancias con el lugar de trabajo.
Planificar la vivienda social en clave metropolitana comporta, además, nuevas obligaciones en materia de servicios públicos. Y esto a menudo altera el equilibrio presupuestario de los municipios, muy especialmente cuando la nueva ley de racionalización y sostenibilidad de las administraciones locales (RSAL) fija con criterios muy restrictivos el marco competencial de cada ayuntamiento.
La ampliación de la ciudad
La gestión territorial de la Gran Barcelona no es, pues, terreno para decisiones unidireccionales.
Cualquier política concreta, como la de vivienda, implica automáticamente la necesidad de afrontar políticas paralelas en otros ámbitos, en este caso en movilidad, servicios sociales, educativos y sanitarios, lo que comporta amplios ajustes presupuestarios.
Este tipo de correlaciones son inevitables y marcan una frontera clara entre la gestión parcial o integral de un zona metropolitana que es percibida por la mayoría de sus ciudadanos como una única realidad urbana.
La consolidación de programas de desarrollo económico, la creación de centros de innovación y la progresiva evolución de la economía tradicional basada en la fabricación de bienes tangibles es una más dinámica que se articula alrededor de la economía de los intangibles, debe realizarse a escala metropolitana.
Y así podríamos seguir en terrenos tan diversos como la cultura y las industrias que la acompañan, el transporte público y sus modernas alternativas colaborativas, la gestión medioambiental, los centros de logística y distribución…
Aunque el marketing de una empresa tienda a utilizar el nombre de Barcelona como banderín de atracción comunicativa, tener la sede en una de las ciudades que la rodean puede ser beneficioso y no únicamente por razones económicas.
La progresivas deslocalizaciones de la industria tradicional lo demuestran y cada vez son más las que trabajan en el campo digital y creativo que lo hacen con normalidad.
El papel de la política
Imaginemos el potencial de una Gran Barcelona Metropolitana Activa como organismo gestor de planes de formación ocupacional, desarrollo de empresas y aceleradora de start-ups a escala metropolitana. Ello no limita necesariamente las políticas municipales pero multiplica exponencialmente su eficiencia global.
Ahora, casi a contracorriente, cada ayuntamiento hace la guerra por su lado lo que significa que los conflictos, y también las oportunidades, existentes en el municipio vecino no les afectan directamente.
Barcelona ejerce sobre sus municipios colindantes un papel multiplicador en términos financieros y comunicativos
Los problemas de Barcelona no pueden solucionarse con políticas que afecten únicamente a su territorio administrativo, del mismo modo que los municipios colindantes no pueden renunciar al papel multiplicador que Barcelona ejerce en términos financieros y comunicativos. Este es el gran debate pendiente.
Hasta el momento el Área Metropolitana de Barcelona es una organización capacitada para gestionar economías a escala y un espacio privilegiado para analizar y observar tendencias globales pero no dispone de la institucionalización necesaria para tomar decisiones políticas.
La falta de experiencias en este terreno genera desconfianzas y recelos sobre la estabilidad de los gobiernos locales y sobre todo un escenario de potencial lucha partidista por la hegemonía política en el principal territorio de Cataluña. Que estas percepciones problemáticas existan no debe extrañarnos, sino incentivarnos para corregirlas a muy corto plazo.