Arde Barcelona

Las calles de Barcelona arden pero Javier Cercas gana el premio Planeta, me alegro y entristezco porque el fuego empaña la celebración

Arden las calles de Barcelona cuando empiezo este artículo. Arden ante la estupefacción de muchos, el desasosiego de otros y la incertidumbre y la preocupación de todos. Arden porque algunos descerebrados, violentos, cobardes y sectarios se han creído de verdad que la calle es suya y que no hay nada ni nadie que les pueda impedir hacer, a ellos, lo que les dé la gana con lo que es de todos.

Arden las esquinas porque no hay un gobierno capaz en Cataluña, ni tampoco hay decisión política ni liderazgo que sepa canalizar la natural frustración y cabreo ante una sentencia que, haya sido lo desproporcionada que haya sido para algunos, no hubiera, nunca, satisfecho a nadie.

Para los votantes independentistas con una mirada inocua ante lo que sucedió en otoño de 2017 cualquier condena que comportara prisión hubiera sido per sé un motivo de queja y confrontación.

Para otros, aquellos a los que sí que les parecía que aquel gobierno legítimo actuó deslegitimamente y, ante eso, el gobierno del Estado español no podía permitir desoír la también legitimidad de la mitad de la ciudadanía no independentista, esta condena con penas de prisión altas les deja descolocados en sus argumentos en defensa de la Justicia española.

Y para otros, los menos, aunque no los más silenciosos, la condena es frugal ante el «golpe de Estado» que, según ellos, se cometió. No sé… no sé… Vienen tiempos convulsos en los que ya han empezado a arder los ideales que deberían ser siempre blasones incombustibles en defensa de la democracia.

En esta noche triste del martes de 15 de octubre arde Barcelona con miles de manifestantes en las calles y algunos violentos quemando todo aquello que se les pone delante… Y,  en medio de ese caos desconocido en esta Cataluña de orden que hasta ahora crecía y se enriquecía, una noticia inesperada. Inesperada y positiva. Muy positiva.

Javier Cercas es un precipicio inmenso de sensatez, pasión, buena pluma, conocimiento, compromiso, beligerancia y sabiduría

Javier Cercas ha ganado el premio Planeta de este año con la novela Terra Alta. Por un momento, un solo instante profundo e intenso, Barcelona ya no se quema. Todo se detiene, las imágenes del fuego desaparecen y mi memoria revive con placer las lecturas que desde mi juventud temprana me ha regalado la pluma de Javier Cercas.

Empiezo el recorrido en un tren frenético con El móvil y ya no paro. Me detengo para saborear los lugares comunes de El vientre de la ballena, voy con la exitosa Soldados de Salamina, y sigo… y me apeo en la estación con Anatomía de un instante, y vuelvo a subir para no dejar ya el ferrocarril de riqueza literaria en el que me transporta siempre Javier Cercas en sus novelas.

Me sumerjo en la generación perdida por la heroína de las Leyes de la frontera ubicada en esa Girona (tan distinta a la de ahora) que vio crecer al autor, continuo con  la desmesura y desfachatez de El impostor y sucumbo ante la cruel paradoja del destino en la realidad idealista y equivocada de El monarca de las sombras.

Y es un no parar. Una continua cascada de buenos y lúcidos momentos compartidos con el autor de esta desconocida nueva ficción ganadora del último Planeta y bautizada como Terra alta.

Javier Cercas es un precipicio inmenso de sensatez, pasión, buena pluma, conocimiento, compromiso, beligerancia y sabiduría. De Cercas me gusta todo: lo que piensa y lo que dice, como lo piensa y como lo dice incluso el cuando lo piensa dice y cuando lo dice. En esta noche ardiente de sinrazones este instante que me vincula de nuevo con Javier Cercas es un oasis. Un espejismo fugaz y reconfortante.

En este 15 de octubre arden calles en Barcelona pero Cercas ha ganado el Planeta y me alegro por él y por nosotros. Y acto seguido me entristezco por él y por nosotros porque esta noche de incendios, enfrentamientos, cargas y golpes ha empañado una velada histórica llena de prestigio en la que no hemos podido hacernos eco del grito: “Felicidades Javi, ¡muchas felicidades!”.

Barcelona sigue ardiendo.

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