Arabia Saudí, el AVE, oportunidades y contrastes

 

Seguramente para resistir mejor la crisis es necesario la expansión internacional de las empresas. Con este artículo inicio una serie en la que analizaré algunos países que ofrecen grandes oportunidades todavía sin explotar por muchas empresas españolas.

El primero es Arabia Saudí, de actualidad empresarial debido al gran contrato que se adjudicó un consorcio español para conectar con el AVE la Meca y Medina por 6.736 millones de euros. El gran volumen financiero que supone este proyecto tendrá un impacto de arrastre para muchas empresas hacia un mercado casi olvidado por desconocimiento del país.

En 2010, Arabia Saudí fue el primer cliente de España en Oriente Medio, con un aumento de un 19% respecto al año 2009. A nivel mundial, Arabia Saudí es el vigésimo sexto cliente y el décimo tercer proveedor de España.

Los principales sectores de interés son equipos para la manipulación de fluidos de tratamiento y desalinización de agua, la producción de energía y materiales de construcción, además de equipos sanitarios y educativos.

Respecto a los productos de consumo, los de mayor interés son revestimientos, pavimentos cerámicos, mobiliario de hogar y oficina, iluminación, textil-hogar, productos de alimentación y productos farmacéuticos y de laboratorio.

El reino de Arabia Saudí es la mayor economía en Oriente Medio y en el Norte de África con el 25% de participación en el conjunto del PIB árabe. Sus perspectivas, según todos los informes económicos, son optimistas en todos los sectores.

Por otra parte, se han relajado leyes como la de inversión extranjera que permite ahora el 100% de propiedad extranjera en los proyectos y bienes, y la repatriación del 100% de los beneficios. El crecimiento anual del 18% en el sector bancario y el aumento de la actividad crediticia también lo hacen un mercado muy atractivo.

Arabia Saudí vive tiempos de grandes cambios empujados por una situación regional y una demanda de reformas. Este país fundado en 1932, situado estratégicamente entre el Mar rojo y el Golfo Pérsico, ha podido convivir entre las tradiciones más conservadoras y la tecnología más puntera.

Es difícil entender el país sin comprender el Islam ya que es la cuna de esta religión. Su gran riqueza petrolera, pero con enormes necesidades de desarrollo, combinada con la falta de transparencia lo convierten, al mismo tiempo, en una tierra de oportunidades y desafíos.

En términos de poder económico, político y cultural, Arabia Saudí es, de lejos, el país más influyente en la región. Entre los elementos que le hacen tan atractivo en el ámbito financiero destacan sus fondos, reservas e inversiones internacionales que superaron los 500.000 millones de dólares.

Los estrechos lazos con Occidente, especialmente EEUU, y su papel en la escena mundial está creciendo en la medida en que se involucra en asuntos políticos y su economía juega un papel principal a nivel mundial. Es el primer productor de petróleo y tiene las mayores reservas aseguradas de hidrocarburos.

EEUU predice que la demanda mundial de petróleo aumentará en 2035 hasta 110,6 millones de barriles al día, siendo su nivel actual de 86 millones, lo que significa un aumento del 30%. Arabia Saudí es el único país capaz de producir alrededor de 12 millones de barriles diarios de petróleo.

Los ingresos del crudo dominan su economía, representan el 27,7% del PIB mientras el sector público representó el 23,1% y el sector privado el 47,9%. El gobierno está ejecutando un plan de desarrollo hasta 2014 por valor de 385.000 millones de dólares con el objetivo de mejorar el nivel de vida y diversificar la base productiva de la economía permitiendo una tasa de crecimiento del 5,2% anual.

El plan se centra en infraestructuras, vivienda, educación y transporte. Pero el éxito depende de si el país y las empresas internacionales pueden trabajar. De momento, las compañías han conseguido grandes éxitos como el del proyecto del AVE.

En medio de este contexto donde se mezclan grandes intereses políticos y económicos a Arabia Saudí le llega la hora de las decisiones difíciles: cómo puede conservar su papel de potencia petrolera determinante en los mercados internacionales y ser el aliado estratégico de Occidente en una zona donde se está dibujando una nueva realidad.

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