Aquí paz, y después olvido
La exposición 'artística' del etarra Jon Bienzobas puede ser legal pero no ética
Un terrorista expone sus ‘obras artísticas’ en un espacio público, mientras cumple condena en la cárcel. Y se desata el debate. Las víctimas del terrorismo y el PP vasco denuncian el escándalo. Todos los representantes democráticos menos el alcalde del PNV de Vitoria (que gobierna en su ciudad gracias a EH Bildu) piden la retirada de la muestra. Pero la Audiencia Nacional no ve motivos para desmantelar la exposición. No considera que la muestra provoque humillación o menosprecio a las víctimas. De ahí la polémica.
Porque no se trata de la ley sino de la ética. Es la dignidad democrática. La exposición de los cuadros del etarra Jon Bienzobas en un local municipal de Galdakao donde gobierna Bildu es, en esencia, un insulto para las víctimas. Colectivos como Covite abrieron la vía. El PP vasco escenificó, con una contraprogramacion frente a la casa de cultura municipal, su rechazo. Luego se sumó el gobierno vasco y finalmente, el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Pais Vasco, Juan Luis Ybarra.
Después de que Jon Bienzobas asesinara en su despacho al presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomas y Valiente, en 1996, un ministro del Interior afectado y doliente, como Juan Alberto Belloch, comparecía ante los medios sujetando la foto del etarra minutos después de que el pistolero hubiera descerrajado tres tiros en el rostro de su víctima. Sin contener su rabia, pedía que nos fijáramos bien en su aspecto para que la gente pudiera colaborar en su localización.
Ahora está cumpliendo las cuatro condenas que le impuso la justicia: 266 años por varios asesinatos. Reconvertido en artista. Sin condiciones para reinsertarse. No se arrepiente de su macabro historial. Exponiendo su obra en locales públicos. En el Pais Vasco se siguen viviendo estos episodios vergonzantes gracias a que una parte de la sociedad que vota a EH Bildu (la segunda fuerza política) considera héroes a los asesinos.
Esta exposición nada tiene que ver con la legalidad sino con una iniciativa poco ética tratándose de un asesino no arrepentido. La muestra de su vena artística es, en sí misma, un consentimiento a su propia trayectoria. Íñigo Urkullu ha preguntado a Bildu si tanto les cuesta decir que matar estuvo mal. En realidad es un emplazamiento recurrente que se le viene haciendo a la izquierda abertzale desde que se negó a deslegitimar la violencia de ETA en el parlamento vasco.
Los herederos de Batasuna se han quedado aferrados a su pasado de connivencia con el terrorismo. Pues sí. Les cuesta aceptar que matar estuvo mal (no digamos ya admitir que ETA nunca tuvo que existir, como les requerían desde el PP vasco) porque la admisión de la maldad de los crímenes de la banda les desmontaría todo su chiringuito. Fascinados por las aberraciones del grupo terrorista, que aún mantienen, pretenden imponer el relato del reparto de culpas entre dos bandos imaginarios, la tarifa plana del dolor entre quienes mataron y murieron asesinados.
Banalizar el mal es un peligro latente en nuestra democracia
Es su plan de blanqueamiento de la historia de ETA. “No estamos hablando de arrepentimiento ni de perdón”, sostiene el lehendakari. Pues quizá habría que empezar a exigirlo ¿no? ¿O nos parece normal tener en nuestra sociedad a individuos que están orgullosos de su historia criminal? EH Bildu no avanza a pesar de su retorcimiento dialéctico. Quiere que se cuente que ETA tuvo que existir en defensa propia. Aunque el mayor número de atentados los cometiera en democracia.
Arnaldo Otegi va dando clases de tolerancia. Intentó prohibir que el centro derecha se personara en actos públicos de campaña en Euskadi. Pero salió mal la jugada. No importa. Seguirá repartiendo carnés de patriotas y demócratas. Y aquí paz y después, olvido. Bienzobas, el asesino, expone sus cuadros. Dibujos sin intención, dicen sus amigos. Como si quiere hacer esculturas de Peter Pan. El problema no es lo que hace sino lo que hizo. No es lo que pinta sino que mató.
En el cartel que anuncia la muestra se destaca que “su compromiso le llevó desde muy joven fuera de nuestro pueblo”. ¿Qué compromiso? ¿Matar? Así se manipula la historia. Recibiendo con homenajes a los que van saliendo de la cárcel como si fueran héroes. Si no existe una contra argumentación exigente y democrática para las nuevas generaciones –éstas que ya desconocen quién fue Miguel Ángel Blanco– ETA será equivalente a una ONG.
Banalizar el mal es un peligro latente en nuestra democracia. Nos alertó Hannah Arendt. Quitar importancia al horror padecido podría conducirnos al punto de partida.