Aquí estoy porque he venido
Asistimos a nivel global a un serio fracaso de las familias políticas clásicas, desde la más socialdemócrata hasta la más conservadora, no ya para derrotar al populismo, sino simplemente para diferenciarse de él
¿Qué va a pasar con Ciutadans?, me pregunta mucha gente. ¿Y si desaparece? Nadie me pregunta qué pasa si desaparece el PP en Cataluña (que poco le ha faltado en las últimas convocatorias electorales…), si desaparece CiU (como efectivamente desapareció) o si desaparecen otras formaciones de nuevo cuño, quizás con más perfil de lobby que de partido político propiamente dicho.
No, la gente, incluso gente que nunca ha votado a Ciutadans, percibe que hay un antes y un después de la aparición de un proyecto así. Que con todas las anomalías y hasta errores que se quieran, mantiene las manos limpias en un momento en que eso no lo puede decir nadie (es el único partido, en toda Cataluña y en toda España, que no se va a beneficiar de la legalización de la malversación…) y que ocupa un lugar insustituible, en el sentido de decir y hacer (mejor o peor) cosas que nadie dice ni hace.
Sin Ciutadans, no es que no se hubiera parado el golpe del 17. Es que PSOE y PP seguirían diciendo: ¿qué golpe? Igual que ahora ven normal eliminar el delito de sedición, contemporizar con el avasallamiento del bilingüismo en las escuelas, la Administración, los hospitales y hasta las tiendas y escaleras de vecinos, y sobre todo, sobre todo, blanquearse la corrupción unos a otros. Como si la corrupción fuera robar en abstracto. Como si cada euro que se desvía de su camino no fuera un euro que hacía falta para Sanidad, Educación, etc.
Vivimos en tiempos de mucho despropósito y desparpajo, por no decir de mucha cara dura. En pocos días hemos visto cómo la Alemania que algunos gustan citar como paraíso penal del independentismo arresta sin contemplaciones a un grupo de golpistas que se querían cargar pues eso, el orden constitucional establecido. Hemos visto el auge y caída de la “republiqueta” bolivariana en Perú y hemos leído tuits de Arnaldo Otegi jaleando a Cristina Kirchner, condenada e inhabilitada por corrupta, prometiéndole el apoyo de “todo el independentismo vasco”.
¿Se acuerdan de cuando la innovadora Constitución liberal de 1812 hablaba de la soberanía de los “españoles de ambos hemisferios”? Ahora parece que tenemos “indepes de ambos hemisferios”, todos ellos de manos ligeras, muy ligeras, a la hora de disponer del erario público para poner en pie graníticas redes clientelares que les permitan, desde recaudar 190.000 euros en diez minutos para montar un canal de TV, hasta mantenerse indefinidamente en el poder por vías no siempre o no del todo democráticas…
«Asistimos a nivel global es a un serio fracaso de las familias políticas clásicas, desde la más socialdemócrata hasta la más conservadora»
A lo que asistimos a nivel global es a un serio fracaso de las familias políticas clásicas, desde la más socialdemócrata hasta la más conservadora, no ya para derrotar al populismo, sino simplemente para diferenciarse de él. Lejos de ello, adquieren sus vicios y su falta de hermosura. Tratan de convencernos de que es consenso lo que no es consenso, de que es justo lo que no es justo, de que están limpias las pocilgas y de que la amistad personal es antes que la justicia. ¿No era a finales de noviembre que le tocaba entrar en prisión a José Antonio Griñán?
Sumo y sigo. ¿Alguien cree que el PSOE o el PP van a permitir que se investigue jamás lo sucedido en las residencias de mayores durante la epidemia de covid? ¿Alguien cree que la Generalitat habría empezado a pagar fármacos oncológicos denegados por el sistema, o que esos mismos fármacos habrían acabado entrando en la cartera de servicios de la Seguridad Social, de no meter el ruido que metió Ciutadans? ¿Creen que alguien más se va a preocupar por ejemplo de los enfermos de ELA cuya ley ha bloqueado y sigue bloqueando el gobierno?
Hablemos también de la Ley del Sí es Sí. Y de la Ley Trans. Yo soy seguramente de las personas de todo mi partido más críticas con esas dos normas, que por lo menos en uno de los dos casos afectan a temas que yo conozco de dolorosa primera mano, en mi entorno más directo y familiar. Si yo estuviera en el grupo parlamentario de Ciudadanos en el Congreso donde de forma colegiada se aprobaron determinadas enmiendas a esas leyes, es posible que yo hubiera defendido otras.
Es posible que incluso hubiera propugnado la abstención en cosas que se han votado a favor. Quien dice en esto, dice en otras cosas, como los estados de alarma de Pedro Sánchez finalmente desautorizados por el Tribunal Constitucional. Pero nunca agradeceré lo bastante a mis valientes compañeros en el Congreso que no rehúyan ni una batalla, ni una trinchera, y que estén siempre allá donde se les necesita, peleando por mejorar la vida de muchísimos ciudadanos catalanes y españoles. O así sea para desempeorarla.
Sin Ciutadans, Cataluña, España y hasta puede que el resto del mundo sería peor.
Sin Ciutadans, Cataluña, España y hasta puede que el resto del mundo sería peor. En todas las instituciones donde Ciutadans recula, se pierde un Ojo de Halcón (como en el tenis), un VAR (como en el fútbol), una mirada implacablemente ingenua, o ingenuamente implacable, una especie de factor Mafalda que mucha falta hacía y hace en un entorno político tan podrido como el que se nos está quedando.
Recuerdo que allá por el 2015, cuando se planteó por primera vez en serio que Ciutadans, el proyecto de Ciutadans nacido por y para Cataluña, diera el salto al resto de España, yo pensé y creo recordar que hasta dije: “Haría falta un partido que sea como la CiU no nacionalista del siglo XXI, que esté en todo pero sin supeditarse a nada, que vigile a los partidos grandes y que corrija el tiro siempre a favor de la libertad para todos, la igualdad de todos ante la ley y la fraternidad entre todos y cada uno”.
¿Que se podía hacer mejor? Seguro. Pero peor habría sido no intentarlo. Y no volverlo a intentar las veces que haga falta. Yo, por lo menos, para eso estoy aquí y por eso he venido.