Apariencia, pura apariencia

En la mañana de ayer, tomando un café con un colaborador, me explicó una imagen que me pareció como poco ocurrente: «¿Sabes lo primero que hace una familia cuando viene a menos?» No, le dije. «Pues aparentar», me contestó.

Recordaba en otra reunión por la tarde esta conversación cuando mi interlocutor intentaba describirme la situación que está viviendo hoy Cataluña, sus instituciones, sus grupos dirigentes…

Junts pel Sí ha durado como coalición electoral algo más que un suspiro; el pacto de gobierno fraguado con la CUP se tambalea cada dos por tres; el president Puigdemont no lidera su partido y, si no cambia el viento, la fuerza en la que milita se encamina hacia otra derrota electoral; las finanzas tienen algo más que un agujero negro… pero si Madrid no nos lo impidiera con su contumacia habitual y alcanzáramos en un plis plas (o en 18 meses) la independencia con nuestra brillante labia y sabiduría, Cataluña estaría en la vanguardia de Europa, sin duda el lugar que nos corresponde por nuestras virtudes innatas.

O sea, lo de esas familias que un día fueron y luego iniciaron un lento pero inexorable declive, la primera medida a tomar es… seguir aparentando que nada ha ocurrido.

Al fin y al cabo, esa actitud es la que entrenamos con ahínco cada día. Fíjense si no en la aún Convergència. Ha perdido peso electoral, escaños, viejos líderes como Jordi Pujol están en un descrédito absoluto, las sedes embargadas por su responsabilidad como posibles beneficiarios del saqueo del Palau…

Pero he aquí, que de la noche a la mañana, se decide construir sobre sus cenizas un nuevo partido, cuyos promotores son los mismos que ya lo dirigían, menos los caídos, lógicamente, por el camino; que se proclama una candidatura para las próximas elecciones generales cuyo cabeza de lista es el mismo que ya perdió votos y escaños en las anteriores, y que se dice sin rubor que será fuertemente «convergente» como insistiendo en que el viaje no será muy largo…  

En definitiva, apariencia, pura apariencia y poca sustancia. La política catalana hace años que vive de ensoñaciones, como aburrida de su propia realidad.