Aparecen nuevas líneas en Catalunya
Prosiguen los mensajes contradictorios por parte de Artur Mas y de su entorno político, ejemplarmente incapaz de finezza y tan propenso como mal dotado para la improvisación jurídica. Con algunas imbricaciones, la Assemblea Nacional de Catalunya ha prefigurado para 2015 un pronunciamiento unilateral de independencia con rasgos de golpismo no siempre soft y el dudoso aval histórico de la intentona de Prats de Motlló por parte de Macià o las turbulencias de octubre de 1934.
Fluctúa la intensidad de la postura de Mas. Lo más reciente es que “sacará las urnas” a la calle, bajo cualquier circunstancia. O todo o nada. Es un extremo difícilmente compatible con el diálogo. Lo irrefutable es que las urnas las pone la ley o son un fraude. Hasta ahora, el soberanismo ha ido fijando líneas rojas según su proyecto o sus intereses, pero algo está cambiando en el mapa de la Catalunya actual. Ya nadie tiene el monopolio de las líneas rojas, o de lo contrario entramos en la regresión.
Una línea refractaria al secesionismo se ha ido perfilando con la actitud de empresarios como Lara, Josep Lluís Bonet de Freixenet o Lluís Bassat entre otros, en coincidencia significativa con declaraciones hechas por el Cercle d’Economia o Foment del Treball. Para una sociedad como la catalana, tan vinculada a la economía productiva y a la iniciativa privada, lo que digan los empresarios tiene notoria importancia.
Con clásicas pausas democristianas, Duran Lleida parece definitivamente empeñado en ejercer desde dentro toda su influencia para frenar la ola secesionista. Cada vez explicita con mayor claridad sus reticencias ante los errores tácticos del gobierno de la Generalitat y la sumisión a ERC, un abrazo fatal para Convergència.
En su carta semanal más reciente, Duran comienza atacando a ERC por defender el chavismo. Por parte de Unió, habla de “acción política” que no dependa siempre de la coalición. No existe continuidad entre CiU y ERC: de hecho, ERC quiere ser la alternativa a CiU. Aboga por una consulta legal sobre el derecho a decidir, a sabiendas de que es impracticable. El mal menor serían unas elecciones plebiscitarias, con contenido electoral muy definido y –dice Duran- “sobre todo evitar volver a comenzar de nuevo”.
En Convergència, el conseller Santi Vila parece encabezar una estrategia moderada de cortafuegos. Defiende un catalanismo liberal, no soberanista y partidario de reajustarse a la realidad, con pactos posibilistas con el gobierno de Mariano Rajoy. Entre líneas, su crítica a ERC es frontal. Sus apoyos no están contabilizados pero cuenta a su favor con el vértigo que en Convergència generan la pujanza de ERC y los delirios de la ANC.
De otra naturaleza es una línea que se va perfilando en sectores muy diversos de la sociedad y que puede concretarse en breve tiempo con la presentación pública de una organización paraguas –una OP, como suele decirse- que articule las iniciativas adversas a la secesión.
A buen ritmo se están dando a conocer organizaciones en activo, plataformas digitales, redes universitarias, clubs de opinión y núcleos profesionales que, sin interconexión orgánica y con estrategias heterogéneas, van a pactar un consenso de mínimos para oponerse al independentismo de forma más eficaz, con más presencia. Quizá se acelere la erosión de los tótems y tabúes del soberanismo.