Anverso y reverso del ‘procés’: cursilería y violencia
El ‘procés’ representa la fuerza de lo vulgar, el espejo en el que los pretendidos revolucionarios nunca se hubieran querido mirar
Como era previsible, la conmemoración del referéndum ilegal y antidemocrático del 1 de octubre de 2017 ha mostrado la doble cara –anverso y reverso- de la soi-disant revolución de la sonrisa secesionista en Cataluña. En el anverso, la cursilería. En el reverso, la violencia. Vayamos por partes.
Según señala la tradición filológica, la palabra “cursi” surgiría en el siglo XIX y caracterizaría –la cita es de Enrique Tierno Galván– a “aquellos señoritos de la nueva clase media” que “todo lo saben y todo lo miran con superioridad desdeñosa”. Cosa que implica una “cierta seguridad en sí mismo y afán de notoriedad”.
Se podría definir cursi como “alguien que pretende ser elegante y refinado sin conseguirlo
Por su parte, la Real Academia de la Lengua Española, que admite la palabra en 1869, define el término “cursi” como la “persona que presume de fina y elegante sin serlo” y todo aquello que “con apariencia de elegancia o riqueza es ridículo y de mal gusto”.
Posteriormente, en 1964, añade: “dícese de los artistas y escritores, o de sus obras, cuando, en vano, pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados”.
Finalmente, la última edición del DRAE habla de quien “pretende ser elegante y refinado sin conseguirlo” y de una cosa “que, con apariencia de elegancia o riqueza, es pretenciosa o de mal gusto”.
El independentismo pretende ser lo que no es (tolerante y democrático)
Los intérpretes de la Real Academia de la Lengua afirman que “ser cursi” es “presumir ser algo sin serlo”. O querer ser lo que se quiere ser sin serlo. En definitiva, lo “cursi” es aparentar.
Al respecto María Moliner, en su celebrado Diccionario de uso del español, define lo cursi como lo “que pretende ser elegante, refinado o exquisito, pero resulta ser afectado, remilgado y ridículo”.
Del diccionario a la calle, el secesionismo se muestra y exhibe como una manifestación de lo cursi, que pretende ser lo que no es (democrático, tolerante, abierto, cosmopolita).
Y peor aún: es lo que aparenta (afán de notoriedad, lo sabe todo sin saber nada y todo lo mira con superioridad desdeñosa: el “pueblo de Cataluña”, “derecho a decidir”, “mandato democrático”, “derecho de autodeterminación”) y que se presenta tal como es (afectado, remilgado y ridículo: canciones, bailes, castellers, desayunos, polvos de colores, bengalas, procesiones, antorchas pancartas, placas conmemorativas).
La fuerza de lo cursi. La fuerza de lo vulgar. Lo cursi como escudo protector. Se me dirá que soy benévolo. Que me quedo en la superficie o en lo estético.
Que tachar lo que ocurre con el “procés” de cursi es inapropiado o indulgente. Pero, lo cursi es el espejo que refleja el “procés”. El espejo desmitificador en el que nunca se hubieran querido mirar estos pretendidos revolucionarios o salvadores de la patria.
El papel de Torra en el aniversario del 1O
Docenas de imágenes valen más que mil palabras: cortes en las vías del AVE, en los carriles de las autopistas y en las calles, barreras de neumáticos pintados de amarillo, ocupación de la delegación de la Generalitat en Girona para arriar la bandera española e izar la estelada, bloqueo de algún edificio, encadenados en la puerta de la Bolsa de Barcelona, la universidad también es nuestra y sigan contando sin olvidar, el empapelamiento de pueblos y ciudades y, claro está, los lacitos.
Y las consignas: “El pueblo manda, el gobierno obedece”. Y “sin desobediencia no hay independencia”.
Y Quim Torra, después de apelar a la «consciencia colectiva de los catalanes”, después de asegurar que el “1-O fue la semilla constituyente de la república catalana”, después de reclamar la ‘voluntad eléctrica’ perdida; después de todo eso, concluye que “vosotros, amigos del CDR, apretáis y hacéis bien en apretar”.
Según cuentan algunas crónicas, Torra “recibió un sonoro aplauso”. Finalmente, Torra se acerca a los representantes de los CDR y les dice: “no tengáis miedo… tenéis que acompañarnos y nosotros estaremos. Hay que ir a una”.
Si los sueños de la razón producen monstruos, imagínense ustedes los monstruos que producen los delirios nacionalistas.