Antoni Freixa: los oscuros negocios del abogado de Sandro

Es arte y parte. La renuncia de Sandro Rosell en la presidencia del Barça ha destapado los negocios incompatibles de su abogado. La dimisión es una prueba de que el ex presidente no podía meter dinero del Barça en Brasil sin quemarse las manos. Su espantada sitúa contra las cuerdas a Antoni Freixa, el responsable del área jurídica del club, que tenía contratados (por cuenta del Barça) los servicios del asesor externo, Ángel Segarra.

A estas alturas de la película, todo el mundo sabe que Ángel Segarra y Freixa comparten sede y teléfono en Diagonal 530, el despacho que diseñó la estrategia legal del fichaje de Neymar. Verde y con asas; blanco y en botella: Freixa se subcontrataba a sí mismo, por mucho que diga que él y Segarra no son socios. Facturaba sus servicios al club siendo directivo. Los facturaba a otro nombre, claro.

Según Freixa, esta coincidencia de despacho “no vulnera el código ético del club”, un criterio que él atribuye a la Comisión de Ética y Transparencia del Barça. No vulnera, pero confirma el socorrido latinajo: excusatio non petita, accusatio manifesta, una locución de origen medieval, traducible por “quien se excusa se acusa”. O bien, todo aquel que se disculpa de una falta, sin que nadie le haya pedido tales disculpas, se está señalando como autor de la falta.

¿Qué nos importa ahora del código ético? Si Freixa y Segarra diseñaron la estrategia financiera del fichaje del astro brasileño, atravesaron la fina membrana que separa la normalidad de la ilegalidad. Con este triste balance: a Rosell se le acusa de distracción de fondos y al club de delito fiscal. ¡Qué código ético ni qué niño muerto! Si perpetraron un posible delito societario, que lo aclaren cuanto antes.

Los asuntos brasileños de Rosell siempre han dado qué pensar. Estallaron cuando se supo que una empresa de la que Sandro fue accionista había sido acusada por la Fiscalía de Brasil por desvío de fondos. Una acusación no presupone un delito. Parece truculento, pero es un simple presunto. Eso sí, hace daño a los ojos.

La operación Neymar se aprobó con la firma del director general, Antoni Rossich, y de Laura Anguera, directora de los servicios jurídicos del club. En estos casos, más de dos son legión, y ya hemos mencionado a más de cinco. Cinco del club, pero entre intermediarios, propietarios indirectos de Neymar y fundaciones interpuestas suman una cincuentena las personas las que participaron en la compra.

El sigilo del vicepresidente económico, Javier Faus, tampoco ayuda. Faus es un experto en operaciones de financiación y salida a bolsa de empresas. Y estaremos de acuerdo en que un ejecutivo del capital riesgo está deslegitimado para llevar la tesorería del Barça. Su empresa, Meridia Capital, está especializada en la financiación del sector hotelero desde que Faus compró y revendió (un pase impecable) el edificio del Hotel Ars de Villa Olímpica. Faus no puede llevar la tesorería del club, de la misma manera que Sandro Rosell no podía ser presidente si mantenía alguna relación con la compra-venta de futbolistas. Cuando accedió a la presidencia, Rosell prometió haberse desvinculado del trading, pero su dimisión ha abierto demasiados interrogantes.

El Barça es un club acostumbrado a los encontronazos judiciales. Por sus oficinas han pasado las mejores togas de la ciudad: Antrach, un antiguo laboralista formado en el despacho de Albert Fina y que evolucionó hacia el derecho mercantil pegado a los tacones de Núñez. Otro ejemplo es Josep Maria Coronas, letrado del Estado del Departamento de Economía de la Generalitat, hacedor de estatutos, representatividades corporativas y demás argucias de la llamada democracia futbolística. El futuro del Barça, no conviene olvidarlo, depende de sus compromisarios, una asamblea censitaria que conculca el sufragio universal de los socios.

Existe otro letrado más, casi por encima de todos: Juan Ignacio Brugueras, el abogado de Josep Lluís Núñez, el ex presidente del Barça procesado por delito fiscal y condenado a varios años de cárcel, que no cumplirá por razones de edad. Y mucho más: el propio Joan Laporta es abogado; un lawyer con malas pulgas, como recuerda uno de los letrados de Diagonal 530 a quien el ex presidente acorraló a improperios en la marquesina del conserje del edificio.

En el boulevard de los letrados no se pone el sol. Cuando a un abogado le llama el Barça, significa que una demanda ha entrado en el Reparto, lo que antes era el Juez de Guardia. Éste le asignará un magistrado de Primera Instancia encargado de las diligencias, el tramo más lento de la máquina procesal.

De la misma forma que un buen telefonista es el mejor periodista, puede decirse que un buen procurador es el mejor jurista; domina los tiempos, embarra o desembarra y, cuando le conviene, consigue apartar al juez que no le gusta, como ha ocurrido con Elpidio y Garzón. La justicia española (especialmente la justicia universal de Ruíz-Gallardón) es el paraíso de la triquiñuela.