Antes un Xavier Trias que una docena de Artur Mas
Por lo general no ensalzo a los políticos. Me parece que la condición de lo público lleva implícita una mochila de crítica, que aunque les cueste admitirlo es consustancial al empleo. En el actual momento hay pocas razones para congratularse con ningún político de casi ningún ámbito.
Son pocos los políticos barceloneses que además sean buenos gestores, tanto en la izquierda como en la derecha. Saben más de tacticismo electoral o de gobernar con las encuestas que de resolver con eficacia los problemas de sus representados. Por lo general, la mayoría acumulan carreras políticas en las que casi nunca hay un hito en el que fijarse o recordar, no digamos ya algo con lo que pasar a la posteridad.
Artur Mas fue un mal gestor de empresa durante su escaso paso por la empresa privada, en concreto una peletera de los Prenafeta llamada Tipel, donde ejerció de director de expansión. El grupo cosechó un sonoro fracaso y de sus iniciativas de aquella época no prosperó ninguna. Luego ya se profesionalizó en la política y la historia es sobradamente conocida. Los últimos episodios se narran por sí mismos.
Jordi Pujol, que fue un buen político, también fue un mal gestor, aunque se le notaba menos. Lo fue en la empresa privada, donde llevó un banco a la quiebra, y nunca destacó por haber construido una administración más eficaz y competitiva que el resto. Al contrario, reprodujo miméticamente los grandes horrores acumulados durante siglos por la administración central del Estado, aunque eso sí con gente del país.
La cosa se pone peor si fijamos el punto de vista en Madrid, donde los dos últimos presidentes del Gobierno ni tan siquiera han conocido el sector privado. Ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy han pasado jamás por una empresa que no sea pública o parapública. Por tanto, su conocimiento de los procesos de gestión y la filosofía de búsqueda de competitividad sólo les llega a través de lo que lean.
Hay, quizás, un político que es matizadamente distinto en Barcelona. Me refiero a su alcalde, Xavier Trias. Desde sus inicios en la medicina, pasando por la gestión hospitalaria, el dirigente de CDC ha dejado bastante buena impresión allí por donde ha transitado. Capacitado para el pacto, negociador infatigable, Trias tiene más virtudes como político que defectos.
Lo está volviendo a hacer en el consistorio barcelonés. Con una mayoría débil e insuficiente, el primer edil ha conseguido abundar en una de las herencias de la etapa socialista de gestión: una administración saneada. Adoptó, antes de que fuera norma legal para todos los municipios, el sistema europeo de contabilidad y sigue pagando a los proveedores en un tiempo récord.
Se le atribuye, junto a Josep Laporte, el diseño del mapa sanitario catalán (otrora admirado). Siempre desde un perfil más discreto que estridente, sin perseguir obsesivamente el reconomiento público que en muchas ocasiones le beneficia por pura decantación, Trias emerge ahora como un alcalde sensato, aunque es una personalidad política en vías de extinción.
Esta semana convocó al mundo económico a la Cámara de Comercio de Barcelona para hablar claro, como a él le gusta hacer a menudo: congelación de impuestos y serio trabajo en la recuperación de las finanzas municipales. Juegos de Invierno, ya sé verá; Barcelona World (el sueño de Mas para tapar la pérdida de Eurovegas), no pondría “ni un duro” en ese proyecto; hasta se rió de su ya tradicional dificultad para comunicarse oralmente de manera fluida.
Mientras Trias mantiene una postura de trabajo constante en la administración local de la capital catalana, Mas sigue sin resolver los problemas de gestión en su ámbito, la Generalitat. Los técnicos son incluso del mismo partido, pero ven cómo se trabaja con seriedad a un lado de la Plaça Sant Jaume y se deja morir de inanición el otro lado. ¿La razón? “Cuando estás pidiendo dinero a Madrid y te presentas como víctima de la falta de recursos no interesa arreglar los problemas propios que tienes dentro porque minimizas la queja”, explica un alto miembro del partido que gobierna en los dos ámbitos.
Como ciudadanos, una vergüenza. Como ciudadanos ya acostumbrados a cierta sodomía política, una más. Por eso, que quede alguna gente seria en política como el alcalde de la ciudad es una mínima garantía de sostenibilidad del sistema democrático. ¡Lástima que con ese activo y expertís político acumulado no tenga 20 años menos! Por desgracia, los más jóvenes en su partido son bastante bisoños, faltos de humildad, excesivamente profesionales de la política de bajo vuelo, poco o nada austeros en lo personal e ilusos vendedores de humo en la feria de las vanidades.
TRATAMIENTO SEMANAL DE CHOQUE:
– – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –
>> Supositorio matinal: A los grupos políticos de la oposición municipal en Barcelona, que parecen dispuestos a obstaculizar la definitiva privatización de los servicios funerarios de la capital. Ahora, la empresa Mèmora, controlada por el fondo de capital riesgo 3i, posee el 85% del capital de la empresa. Al municipio, le queda en sus manos el 15% restante de la propiedad. La operación supondría para las arcas municipales unos 28 millones de euros de ingresos, consignables en el presupuesto de 2014. Pero sea por pose o por impostura, los grupos de la oposición parecen dispuestos a interferir en una operación que liberalizaría de forma definitiva un negocio aún muy vinculado a tasas y precios públicos.
>> Supositorio nocturno: A Germà Gordó, Francesc Homs y Felip Puig. Los tres consejeros de Mas llevan meses preparándose para sustituir al presidente si eso fuera necesario e, incluso, para abrir una línea sucesoria en el partido. Tienen tantas ganas los tres que no dudan en lanzarse, convenientemente envuelta, toda la porquería que conocen unos de otros. La peor parte se la lleva Gordó, que justamente por su formación jurídica ha sido (y es) el más prudente de todos con respecto a sus asuntos. La batalla se antoja divertida cuando empiece a cobrar forma pública.