El icono barcelonés de las mil caras

La torre Glòries, anteriormente conocida como torre Agbar, se ha convertido en un símbolo de Barcelona y su modernidad pese a los bandazos sobre su futuro

Desentrañar las claves de por qué un edificio se convierte en un icono de su ciudad y de su tiempo es una tarea apasionante porque implica descubrir los secretos de una seducción colectiva.

Incluso antes de su finalización, torre Glòries (antes torre Agbar) despertó tal interés que el Ayuntamiento de Barcelona la utilizó como nuevo símbolo de la ciudad en sus pancartas promocionales. Se erigió como el icono de lo que quería ser Barcelona: una ciudad moderna, tecnológica y global.

La historia de la torre arranca en 2001: Agbar buscaba un emplazamiento para su nueva sede, deseaba poseer un edificio emblemático y representativo, que proyectara fortaleza. La promoción del inmueble corrió a cargo de Layetana, una promotora ambiciosa y altamente profesionalizada, con ganas de cambiar el perfil de Barcelona.

El encargo arquitectónico se realizó al insigne atelier de Jean Nouvel, en colaboración con el eficiente equipo barcelonés b720.

Los barceloneses admiramos la torre Agbar en la distancia, pues era inexpugnable

La torre fue ocupada por el equipo de Agbar durante años. Y los barceloneses seguimos admirándola en la distancia, pero sin prestarle demasiada atención, pues era inexpugnable para cualquiera que no trabajara en Agbar o que no fuera explícitamente invitado a descubrirla.

En 2013 apareció en la prensa la noticia de que la torre sería adquirida por Emin Capital, un grupo inversor sin track record conocido, que declaraba su intención de convertirla en un hotel. Agbar, propietario de la torre, ni afirmaba ni desmentía la información, que fue publicada por todos los medios, sin excepción.

Barcelona presenta su candidatura para la Agencia del Medicamento (EMA). La Torre Agbar acogería la EMA en la capital catalana. EFE/ED/arc

El hotel que pudo ser y no fue

Para los que nos dedicamos al real estate en Barcelona, la noticia constituyó un bombazo en toda regla. Abracé con pasión la idea de que el edificio se convirtiera en hotel, me pareció una oportunidad maravillosa para descentralizar la presión turística que soportaban determinados puntos calientes de la ciudad.

Siempre he visualizado la torre como la mejor puerta de entrada que podía tener el distrito 22@, una zona de oficinas que albergaba algunas de las mejores empresas de la ciudad, pero que carecía de hoteles singulares, que ejercieran de elementos dinamizadores de un nuevo eje turístico.

La conversión en hotel –que el urbanismo barcelonés posibilitaba sin dificultades– también significaría que los barceloneses pudiéramos hacernos nuestro el edificio: celebraríamos banquetes de boda, convenciones empresariales, o simplemente, podríamos disfrutar de un sencillo café en sus instalaciones.

Cadenas hoteleras de primer nivel, como Hyatt y Westmont, se interesaron por la Torre Glòries

Empezaron a insinuarse diversas cadenas de primer nivel interesadas en explotar el hotel. Primero sonó Hyatt, tiempo después, surgió el nombre de Westmont.

También trascendieron aspectos del eventual futuro proyecto hotelero: habría un mirador en el último piso, varios restaurantes y un gran espacio para eventos en las plantas bajo rasante. Viví con esta ensoñación varios meses.

Pasó el tiempo. En 2015, Ada Colau llegó al ayuntamiento, y con ella, la célebre moratoria de licencias hoteleras.

Las cadenas interesadas en la torre desaparecieron del mapa, horrorizadas, y consecuentemente, la adquisición por parte de Emin Capital quedó en suspenso.

A principios de 2017 surgió una nueva noticia en prensa: el mago del real estate (Merlin), adquirió el edificio más mágico de la ciudad, con la voluntad de mantener el edificio en su uso original (oficinas).

Finalmente, Agbar confirmó la noticia: vendía el edificio porque, de nuevo, quería cambiar de sede. Esta vez, deseaba emplazarse en un edificio modesto. La torre ya no encajaba, había a quien le parecía prepotente, altiva, demasiado bella…

La ministra de sanidad, Dolors Montserrat, durante la presentación este miércoles en Bruselas de la candidatura de Barcelona para albergar la sede de la Agencia Europea del Medicamento. /EFE

La ministra Dolors Montserrat en la presentación de la candidatura de Barcelona para albergar la sede de la EMA. EFE

La Agencia Europea del Medicamento que tampoco fue

Tras estas peripecias, y ya siendo propiedad de Merlin, la torre vivió con intensidad un nuevo episodio de la historia de Barcelona: se erigió como el edificio designado para albergar la sede de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), en el caso que Barcelona fuera la ciudad elegida para substituir a Londres, ciudad que la EMA debía abandonar a raíz del brexit.

En un momento político sumamente enrarecido, las tres administraciones supieron ponerse de acuerdo en lo básico y presentar en tiempo récord una candidatura atractiva.

Se presentó una propuesta que ponía en valor el lifestyle mediterráneo y se lucía el ecosistema científico de primer nivel que ya residía en nuestra ciudad. Para rematar, se exhibía la torre, un edificio icónico, que tiene el mar a sus pies, y que de noche brilla con los colores del Barça, uno de los símbolos globales más valorados.

El descarte de Barcelona para albergar la EMA no fue culpa ni del independentismo ni del Gobierno

Una encuesta interna entre la eminente plantilla de científicos de la EMA evidenciaba que contábamos con su complicidad. A nadie le extrañaba que tuvieran ganas de envolverse en la suavidad de nuestro clima y fantaseasen con surfear los domingos de invierno en nuestra preciosa playa urbana. Entre el equipo que tenía que abandonar Londres, Barcelona ganaba por goleada.

Inesperadamente, Amsterdam sacó a relucir una candidatura imbatible a nivel técnico, además de contar son el firme compromiso del gobierno holandés de realizar inversiones millonarias en investigación médica y farmacéutica.

A pesar de lo mucho que se escribió en su día al respecto, el descarte de Barcelona para albergar la sede de la EMA no fue culpa ni del movimiento independentista ni tampoco de la supuesta frialdad del gobierno español a la hora de defender Barcelona.

Sencillamente, hubo una candidatura mejor.

Alejada la oportunidad de la EMA, se abre un nuevo escenario para la torre: albergar empresas de nuestro tejido internacionales que busquen sede en el sur de Europa.

En eso estamos.

Cómo me gusta mi trabajo.

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