Ánimo, Rosell

El plasma de Mariano Rajoy ha sorayizado totalmente el Gobierno. La vicepresidenta Santamaría es la nueva jefa de Montoro y De Guindos. Como si Zapatero hubiera sacado de la probeta el resultado de la combinación genética de Salgado y De la Vega. ¿Qué sabe Soraya de economía? Poco, la verdad. Pero es lista y, sobre todo, la voz de su amo.

A la vicepresidenta, ministra de Presidencia y portavoz del Gobierno sólo le queda ser princesa de Asturias suplente, pero al tiempo.

La prueba de que Rajoy ha dado en el clavo la tuvimos este viernes. Hasta entonces, creía que la ley de transparencia, que inventó Santamaría, era una solemne tontería, pensada para ayudar a la Casa del Rey en su empeño por caer bien a pesar de Urdangarín.

España cuenta con leyes suficientes para fiscalizar los organismos, partidos e instituciones que manejen dinero público. ¿Para qué otra ley? Así que se antojaba un ejercicio inútil contra el latrocinio generalizado, aunque comprensible como estrategia política.

Soraya, toda una mujer hecha y de derechas, habrá leído a Lenin, bolchevique él. Decía que sin repetir las ideas una y otra vez no se consigue nada. Pero que si se abusa, el resultado es infructífero. Así que la manera apropiada para impostar que en España nadie roba –y que cale— es, efectivamente, la ley de transparencia.

La semana termina con los sindicatos y la patronal echando bilis sobre el asunto. La trampa se ha cerrado. Soraya les ha dado donde duele. No piensan explicar qué hacen con el dinero que reciben del erario. He perdido cualquier esperanza en CCOO o UGT después de ayudar al PSOE a convertir Andalucía en un fraude. Pero los creyentes de Juan Rosell estamos a la expectativa.

Sabemos lo que ganan –no sólo el sueldo, sino lo que llevan a casa— Emilio Botín, Francisco González, Isidro Fainé, César Alierta, Antoni Brufau, Salvador Alemany, Ángel Simón, Rafael Villaseca, Florentino Pérez, Ignacio Galán, Ester Alcocer, José Manuel Entrecanales y hasta sus respectivas cortes. Basta con revisar los informes anuales. Son las noticias favoritas de Expansión.

Las retribuciones que pagan CCOO, UGT y CEOE son secretas no, secretísimas. Pero es que son entidades privadas, dicen. Las empresas deben ser ministerios o embajadas, tal vez.

De haber algún periodista en la sala cuando se apeló a lo privadísimos que son, podría haber preguntado: ¿Cuánto ingresáis por cursos de formación y qué empleabilidad tienen? ¿Qué impacto suponen las ayudas sobre el presupuesto? ¿Cuál es la evolución del importe año tras año? ¿Crece o no? Y vuestros afiliados, ¿son más o menos?

Juste encore un effort. Ánimo, Rosell. Dale un par de vueltas más. Puedes impulsar una CEOE cristalina e innovadora.

Italia ha abolido la financiación pública de los partidos y plantea la de este tipo de organizaciones. Hay varias alternativas originales sobre la mesa, como aportar el 0,7% de la renta marcando la correspondiente casilla. En plena temporada de terror fiscal, mientras Montoro nos confisca de forma inmisericorde, parece una fórmula eficiente para que los ciudadanos, al menos, podamos elegir. ¿Copiamos la idea?

La picota

Donde urge transparencia es en ESADE. Debería explicar y luego revisar cómo dan los títulos a sus alumnos. En Estados Unidos, Eugenia Bieto leería la noticia sobre la tesina falsa de Urdangarín desde el vórtice inferior del ránking de escuelas de negocios.

La familia real, tan preocupada por la marca España, y los responsables del centro barcelonés saben que las escuelas de negocios son el único sector con una indudable reputación internacional. Así que cabría reflexionar si los nombres incluidos en el ERE son los adecuados.

La tesina, por cierto, cita al ex ministro José María Michavila (PP). Cuando Urdangarín manda escribir que “eres muy amigo de tus amigos”, ¿para qué hurgar más?